El Santo Padre ha recibido la noticia con profundo dolor porque esa ordenación episcopal se ha conferido sin el mandato pontificio.
• La de Xuzhou es la última de las ordenaciones episcopales ilegítimas, que atribulan a la Iglesia católica en China desde hace algunas décadas, creando divisiones en las comunidades diocesanas y atormentando la conciencia de muchos eclesiásticos y fieles. Este acto es fruto y consecuencia de una visión de la Iglesia que no corresponde a la doctrina católica y subvierte principios fundamentales de su estructura jerárquica.
• La Santa Sede no ha dejado de dar los pasos posibles para que no se llegase a un acto que habría producido un nuevo desgarro en la comunión eclesial. Una ordenación episcopal ilegítima es un acto objetivamente tan grave que el derecho canónico establece severas sanciones para aquellos que la confieren y la reciben, siempre que el acto se cumpla en condiciones de verdadera libertad.
• A pesar de las dificultades pasadas y presentes, casi todos los obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos en China, conscientes de ser miembros vivos de la Iglesia universal, han mantenido una comunión profunda de fe y de vida con el sucesor de Pedro.
• La Santa Sede conoce el drama espiritual y el sufrimiento de aquellos eclesiásticos obligados a tomar parte activa en ordenaciones episcopales ilegítimas. Participa, además, en la inquietud interior de aquellos católicos que se ven obligados a acoger a un pastor que saben que no está en plena comunión jerárquica.
• La Santa Sede no puede aceptar hechos ya consumados. Deplora la forma de proceder en la ordenación del sacerdote Wang Renlei, que ha tenido lugar en Xuzhou, y espera que en el futuro no se repitan incidentes de ese género.