Obituario político de Nicolas Sarkozy - Alfa y Omega

En mayo de 2007, el triunfo de Nicolas Sarkozy auguraba una nueva era en Francia y en Europa. Había ganado las elecciones un candidato que proponía trabajar más, promover la cultura del esfuerzo, sepultar la cultura relativista del 68, recuperar la autoridad del maestro en la escuela… Se trataba de devolver a Francia la grandeur por la vía del trabajo duro, no las poses demagógicas, como aquélla de Chirac, abanderando la oposición a la intervención de Irak. Francia debía asumir que ya no era una gran potencia. Con Sarkozy, el país se integró en la estructura militar de la OTAN, poniendo fin a 4 décadas de soberbia aislacionista. Otro tabú se rompió cuando el Presidente planteó la adecuación del Estado social a parámetros más acordes con la merma de competividad francesa, aunque las reformas quedaron lejos incluso de las que la izquierda impulsó y apoyó en Alemania. Con todo, Sarkozy fue el presidente que cuestionó la cultura política estatista, propia de Francia no ya desde la Revolución, sino desde los tiempos del absolutismo. Despreció el elitismo de la clase política y de los altos burócratas, formados en Grandes écoles. El problema es que, a cambio, sobreactuó en el papel de ejecutivo agresivo, al final con más ínfulas de grandeza que cualquier político al uso, pero sin el savoir faire que se le supone a quien encarna la primera magistratura. El electorado no aprobó su arrogancia, y el centro-derecha quedó seriamente dividido por sus personalismos. Pero Sarkozy abrió también una rendija a una mayor participación de la sociedad civil en la vida pública. En especial, destaca su concepto de laicidad positiva, que pone fin a la radical separación Iglesia-Estado, de 1905. Los católicos se lo han reconocido. El 79% de los fieles practicantes le dieron su voto, el domingo pasado.

El Sarkozy que ha perdido en 2012 parecía una caricatura del primero. En plena crisis, el único candidato que se atrevió a decir la verdad sobre los problemas económicos del país, el centrista Bayrou, sólo obtuvo el 9 % de votos. Los extremismos populistas, en cambio, sumaron el 30 %, y contagiaron el discurso de los dos principales candidatos. El ganador, un socialista, dice que rechaza el dogma de la austeridad y que quiere legalizar la eutanasia. El Estado ha vuelto, aunque sea para administrar el suicidio de Francia, mientras el país finge que no pasa nada.