Monseñor Keith Newton: «Nuestro camino es más un maratón que un sprint»
Tras la publicación de Anglicanorum coetibus, que preveía la creación de ordinariatos personales para exanglicanos, Keith Newton (Liverpool, 1952) y otros dos obispos fueron admitidos en la Iglesia y ordenados sacerdotes en 2011. Casado y con tres hijos, Newton está al frente desde entonces del Ordinariato de Nuestra Señora de Walsingham para Inglaterra y Gales
La conmemoración del décimo aniversario de la constitución apostólica Anglicanorum coetibus casi se está solapando con las celebraciones por la canonización de su patrón, el cardenal Newman. ¿Qué ha supuesto para ustedes, y qué esperan que aporte a la Iglesia en Inglaterra?
La canonización de un inglés que fue clérigo anglicano y en el siglo XIX se convirtió al catolicismo es muy significativa para nosotros, que hemos hecho el mismo viaje. También es relevante para toda Inglaterra, porque es la primera vez en siglos que se canoniza a un santo inglés que no fuera mártir de la época de la Reforma, como san Juan Fisher o santo Tomás Moro. Del nuevo santo destaca su testimonio intelectual: fue un pensador respetado por gente de todo el mundo. Es asombroso cómo ha influido en el pensamiento de personas de muchos países distintos, incluido el mismo Papa Benedicto XVI.
En la actualidad, los tres ordinariatos (Inglaterra, Estados Unidos y Canadá, y Australia) suman unos 10.000 miembros, una cifra modesta. ¿Se crearon demasiadas expectativas al principio?
Quizá sí se esperaba algo más, aunque sabíamos que no íbamos a atraer a toda la Iglesia de Inglaterra. Ya no hay comunidades enteras que pidan la admisión, pero sí se van uniendo particulares. Yo siempre pensé que iba ser un proceso lento, más un maratón que un sprint, porque dejar la Iglesia en la que has sido bautizado es todo un viaje, a veces doloroso. No contaba con que vinieran por miles.
En su día se tuvo la percepción de que los ordinariatos se ofrecían como una solución para anglicanos enfadados o decepcionados por decisiones de la Iglesia anglicana como la ordenación de mujeres obispos.
Los que han acabado haciendo este viaje son los que se planteaban la cuestión teológica clave sobre la Iglesia. Y ninguno se ha arrepentido, por lo que yo sé. Para otros, la realidad de la Iglesia anglicana es dolorosa, pero fingen que no ha ocurrido y siguen como antes. Es difícil para ellos.
¿Se puede decir que nacieron para cubrir una necesidad y esta meta ya se ha alcanzado?
No lo creo, porque nuestro objetivo es la evangelización de toda la nación… y ahí queda mucho trabajo por hacer. Sí, ya hemos creado nuestra estructura dentro de la Iglesia católica en Inglaterra y Gales. Pero nuestra meta es a largo plazo.
Después del disgusto inicial de algunos anglicanos, ¿se ha llegado ya a una situación en la que puedan contribuir al diálogo ecuménico?
En los últimos 20 años el ecumenismo entre católicos y anglicanos está bastante estancado. Todavía nos reunimos, pero la posibilidad de una unión jurídica no parece más cercana ahora que en los años 70. Es triste. No pienso que nosotros podamos hacer una contribución en el sentido de hablar con ambas partes. Nuestra aportación es mostrar a ambas iglesias que es posible que una tradición forjada en los años de la Reforma sea acogida en la Iglesia católica con algunas de sus tradiciones y prácticas, como los textos litúrgicos. Esto tiene un significado que va mucho más allá del tamaño.
En sus relaciones con la ortodoxia, el Papa Francisco ha insistido en que el uniatismo, la entrada de comunidades enteras en comunión con Roma, «hoy no funciona» como vía hacia la unidad. Algunos han visto en estas palabras un distanciamiento frente a los ordinariatos. ¿Ha podido compartir con el Pontífice su visión para ustedes?
Los ordinariatos son parte de la Iglesia de rito latino, así que no son iglesias uniatas en el mismo sentido. Y el Santo Padre los apoya. Durante su pontificado ha aprobado la publicación de nuestro Misal y [este mismo año] ha reformado el reglamento para permitir que pueda entrar en los ordinariatos más gente, procedente de otras confesiones, [ni católica ni anglicana, NdR]. Vemos interés y apoyo por su parte.
Personalmente, ¿qué balance hace de estos diez años?
Ha sido un tiempo de retos, de poner en marcha con muy pocos recursos una realidad que nunca había existido así en la Iglesia católica. Una cuestión que me ha supuesto muchos quebraderos de cabeza ha sido cuidar de nuestro clero, estar pendiente de los que necesitaban estipendios y un hogar [para ellos y sus familias, ya que en los ordinariatos se ordena a exclérigos anglicanos casados, N. d. R.]. Pero todos nuestros sacerdotes reciben ya su sustento y tienen casa, y sirven de formas variadas dentro de la Iglesia católica de Inglaterra y Gales; no solo en capellanías o misiones [del Ordinariato] sino también en parroquias diocesanas. Así que, además de los desafíos, ha sido un tiempo de una plenitud y una alegría increíbles por estar en comunión plena con Roma. Hemos hecho muchos amigos que nos apoyan totalmente y nos ven como una gran promesa para el futuro.