Lo más inútil de la vida es morirse sin saber para qué hemos vivido. Gracias a Dios, eso no le ha pasado a Nuccio Ordine, que escribió lento sobre las cosas importantes: el maestro, por ejemplo, que redime a los pobres y los ennoblece a base de conocimiento y liberación. A los profesores les había dedicado el Princesa de Asturias que ya no recibirá. Su último libro publicado en España venía a ser una especie de partido de vuelta de su afamado manifiesto sobre La utilidad de lo inútil. En Los hombres no son islas, Ordine se atrevía a desenmascarar el dogma de los antibuenistas según el cual la fraternidad es la bandera de los débiles. Pero no es así ni lo ha sido nunca. De Camus a Francis Bacon, de Shakespeare a Saint-Exupéry, de Aristóteles a T. S. Eliot pasando por Chéjov: todos ellos sabían que solos no podemos, que el otro nos representa. Recuerda Ordine cómo Montaigne asumía esta paradoja al clamar: «Porque era él, porque era yo». Arranca este último ensayo citando a Donne: «Nunca pidas a alguien que te pregunte por quién doblan las campanas; están doblando por ti». Somos hermanos, pese a todo, porque el sufrimiento de los que nos preceden suele ser la antesala del nuestro. Caminamos pisando sus huellas.
Ordine es contracultural en cada letra y en cada cita. No se apropia de los clásicos que rememora ni tergiversa los textos que selecciona para encauzarlos en una interpretación premeditada. Los deja libres… en la verdad. Deja que se expresen y se limita a orientarlos hacia las mentes de hoy, enfermas de individualismo y de miedo. Es liberador conocer a los grandes autores de la historia, reconforta saber que su legado comparte esa verdad íntima: somos comunidad y viajamos al mismo sitio. Por eso Tolstói peregrinó a la pobreza y por eso, como nos recuerda El Principito, los adultos vemos «una casa de 100.000 francos» en vez de «una hermosa casa de ladrillos rojos, con geranios en las ventanas y palomas en el tejado». La obra de Ordine seguirá persiguiendo hasta la muerte a los responsables de las agencias de evaluación de colegios y universidades, que nos atontan con hojas de Excel y nos hablan de productividad y conversión en minúscula. Que no somos islas es una evidencia que a veces solo descubrimos cuando es tarde. Por eso, aprovechemos la oportunidad que la vida de Ordine nos brinda.