Verdi sobre Los novios de Manzoni: «Es un consuelo para la humanidad» - Alfa y Omega

Verdi sobre Los novios de Manzoni: «Es un consuelo para la humanidad»

Verdi compuso a Alessandro Manzoni un réquiem tras su muerte, convencido de que era el autor de uno de los libros más grandes de la historia

Antonio R. Rubio Plo
Alessandro Manzoni de Francesco Hayez. Pinacoteca de Brera, Milán. Foto: Art Gallery ErgsArt.

El 22 de mayo de 1873 moría en Milán Alessandro Manzoni, autor de Los novios, la obra más destacada de la literatura italiana después de La Divina Comedia. Es la historia de dos jóvenes, Renzo y Lucía, que encuentran lleno de obstáculos el camino hacia un matrimonio por amor. También tiene un llamativo escenario, el Milán bajo dominio español, asolado por la peste en 1630. Además de personajes que viven ardientemente la caridad, como fray Cristóforo, el franciscano protector de los novios, encontramos a otros más acomodaticios con el poder como el sacerdote don Abbondio. En contraste, se presenta al cardenal Federico Borromeo, primo de san Carlos, que aconseja al sacerdote «amar y rezar» como remedio a su cobardía frente a don Rodrigo, el noble empeñado en evitar el matrimonio de los jóvenes. Por otra parte, Manzoni supo plasmar la mentalidad de una población afectada por una terrible epidemia, con sus obsesiones conspirativas que pueden llevar a sacrificar a inocentes: «La cólera aspira a castigar, y como observó atinadamente un hombre de ingenio, prefiere atribuir los males a una perversidad humana, contra la que pueda hacer valer sus venganzas, que reconocerlos por una causa a la que no se puede hacer otra cosa que resignarse».

El autor de Los novios era hombre de profunda fe, aunque no a lo largo de toda su vida. Sufrió la separación de sus padres y frecuentó colegios religiosos en su infancia y adolescencia de los que no tuvo buen recuerdo. Por un lado, le invadía un espíritu indolente, alérgico a los compromisos y aficionado a los juegos de azar, pero a la vez había heredado de su abuelo materno, el penalista Cesare Beccaria, una pasión por el estudio y una continua observación de la realidad. Las ideas de Manzoni eran de corte anticlerical y volteriano, hasta que en 1810 Eustachio Degola, un sacerdote influenciado por las ideas jansenistas, le reconcilió con el catolicismo e hizo que su primera mujer, Henriette Blondel, pasara de calvinista a católica. En los años siguientes nuestro autor cultivó la poesía con himnos religiosos, pero sobre todo con un poema laudatorio de Napoleón, Cinco de mayo, fecha de la muerte del emperador.

La vida de Manzoni se fue empapando de una religión más profunda con el paso del tiempo. Su punto de inflexión estuvo representado por Los novios, cuya versión definitiva llevó a cabo entre 1826 y 1840. La novela, uno de los primeros y destacados ejemplos del relato histórico, tuvo una gran difusión en toda Europa y mereció los elogios de Goethe, satisfecho con los elementos románticos de la historia, en los que reconocía su propia estética. Con todo, al escritor alemán no le gustaban las largas digresiones históricas introducidas por Manzoni. Sin embargo, nuestro autor no veía incompatibles la verdad histórica y un toque de fantasía. El romanticismo de Manzoni no estaba reñido con la verosimilitud.

Alessandro Manzoni se quedó viudo y se casó con Teresa Borri, viuda del conde Stampa en 1837. Por entonces el escritor conoció a un sacerdote, filósofo y teólogo, el beato Antonio Rosmini, llamado a tener una gran influencia en su vida de fe. Manzoni lo calificó de «una de las seis o siete inteligencias que honran a la humanidad». Por su parte, Rosmini admiraba las imágenes literarias y la expresión de los sentimientos presentes en Los novios. Fue una amistad que ayudó al escritor a profundizar en la cultura católica. En 1855 Manzoni acudió al lecho del sacerdote agonizante, que todavía tuvo tiempo de estrechar su mano, y darle este consejo compuesto por tres verbos: «Adorar, callar y disfrutar». Una invitación a buscar a Dios, conversar con Él, aun sin mediar palabras, y gozar de su presencia. Toda una lección de realismo cristiano.

Manzoni alcanzó los 89 años y sobrevivió a su mujer y a alguno de sus hijos. Con todo, seguía siendo un hombre cercano, de lo que dio testimonio Giuseppe Verdi, al que conoció en 1868. Ambos compartían «la religión de la nación» italiana, aunque no coincidían en el escepticismo religioso del músico. Sin embargo, a la muerte de Manzoni Verdi decidió componer un Requiem, su única incursión en este tipo de música. Dijo entonces: «Es un impulso, o mejor dicho, una necesidad de corazón honrar a un hombre, modelo de virtud y patriotismo». Hay quien piensa que esta obra es, en realidad, una obra operística más de Verdi, y otros la califica de una «misa para vivos». Se interpretó por primera vez en la iglesia de San Marcos en Milán en 1874, y luego en el teatro de La Scala.

Era el homenaje de Verdi al autor de Los novios, ante el que no le habría importado arrodillarse porque había escrito «no solo el libro más grande de nuestra época, sino uno de los más grandes libres que hayan salido del cerebro humano. No solo es un libro sino un consuelo para la humanidad».