No es verdad 782 - Alfa y Omega

Lo cuenta Enrique González, profesor de Filosofía en la Universidad San Dámaso, de Madrid, en el precioso libro Pensar España con Julián Marías, que acaba de editar en Rialp: «Dos días después de morir don Julián Marías, la inteligente agudeza de Mingote —de la que acabamos de quedarnos huérfanos— lo presentaba, en una viñeta de ABC, llegando sonriente al cielo, donde Ortega le decía a Sócrates: «Ahí viene mi discípulo Julián, querido Sócrates, que nos explicará de modo inteligible lo que está pasando en España, cosa difícil de entender para una mente corriente». Hoy, muchos años después, esta querida nación nuestra llamada España que, como dice el gran hispanista Harold Raley, «ha sido un país que a los extranjeros les gusta odiar y los españoles odian amar», sigue siendo una de las naciones más estudiadas y menos comprendidas. Basta ver lo que acaba de ocurrir en Argentina, donde —como ha ocurrido antes en otros países— unos mandamases desagradecidos, que se consideran importantes nadie sabe por qué, se permiten intolerables gestos de hostilidad. ¿Se han fijado ustedes que todos estos barandillas (barandas de pitiminí) se aprovechan de los momentos de decadencia de nuestra nación? ¿Hace falta recordar el caso de la Marcha Verde marroquí o tantas otras indignidades? ¡Ojalá la vieja dignidad de esta querida nación vuelva por sus fueros y los ataques de fuera sirvan para lograr y reforzar esa unidad interior que hace la fuerza!

Lamentablemente, desde que, hace cuatro meses, hay un nuevo Gobierno en España, la unidad no es precisamente lo que más destaca. El socialismo, que llevó a España a una deuda tres veces superior a lo que produce al año, pretende encima, increíblemente, dar lecciones. Pero ¿lecciones de qué?, ¿de economía, de política, de vergüenza, de dignidad? Cuando llegó al Gobierno el indeseable ZP, ¿estaba España como él la ha dejado? Ahora le vemos de compras por París y dando conferencias en Venezuela a 60.000 euros. No sale uno de su asombro. ¿Cuál será el tema de la conferencia? ¿Tal vez Manual de instrucciones para hundir un país y cómo hacer que las culpas caigan en otros? Pero es que aquí no sólo le pagamos un sueldo como Consejero de Estado, que ya hace falta masoquismo, sino que, además, el nuevo Gobierno le ha dado una medalla para agradecerle los servicios prestados; nada menos que la de Isabel la Católica. Por si fuera poco, hay algunos socialistas —de esos que no saben perder— que ya andan diciendo que, en cuanto vuelvan, derogarán la Ley del aborto que el nuevo Gobierno no ha puesto en vigor siquiera.

El nuevo Gobierno les ha rebajado las subvenciones a los sindicatos un 33 %, y los españolitos de a pie, a los que se les ha subido el IRPF y que, una mañana sí y otra también, se levantan temblando ante la eventualidad de que se queden sin pagas extras, o con la pensión a medias, se preguntan por qué a los sindicatos, a los partidos políticos, a la CEOE, a las televisiones públicas, etc., etc., hay que subvencionarles con nada. Todos los demás nos buscamos la vida y nos ganamos las habichuelas como Dios nos da a entender. ¿Por qué toda esa gente no? ¿Con qué derecho y en nombre de quién se les concede esos derechos y mamandurrias? ¿Cómo no va a aumentar la deuda? ¿No va siendo hora ya de revisar y acabar con tanta incoherencia e injusta desigualdad? Si los sindicatos se echan a la calle y hacen una huelga descabellada e intolerable, ¿no va siendo hora de que todos los demás nos echemos a la calle?; porque, a fin de cuentas, esto viene a ser algo así como si para pagar la hipoteca que uno tiene pide otra hipoteca con un interés todavía más alto. Así, ¿cómo se va a arreglar el desaguisado?

El politólogo italiano Ernesto Galli della Loggia ha publicado, no hace mucho, un artículo en el Corriere della Sera en el que denuncia y condena, tanto en Italia como en Bruselas y Estrasburgo, la insoportable oligarquía de los subvencionados, altos o bajos burócratas, a los que define como «esa invisible supercasta». Y ha hablado también del disperato qualunquismo, es decir el desesperado cualquiercosismo, el pasotismo de que cualquier cosa da igual, que tanto se lleva también entre los españoles de hoy y que produce las consecuencias que ya estamos viendo y sufriendo. Menos mal que, en el fondo del alma y en el corazón de mucha gente —española también—, no hay sitio para crisis de ningún tipo.