No es verdad 777 - Alfa y Omega

Como en España todo marcha tan estupendamente, los dos sindicatos mayoritarios y el principal partido de la oposición se unen para convocar una huelga general y facilitarle las cosas al Gobierno y a los trabajadores a los que dicen defender. Durante su reciente intervención en Baeza, la secretaria general del PP no ha tenido reparo en asegurar que el PSOE siempre deja la misma herencia después de gobernar (lo de gobernar es un decir); y ha hablado de cuatro D: deuda, déficit, desempleo y despilfarro. La verdad es que las cuatro D podrían convertirse en cuarenta, ya que no sería injusto hablar también de desvergüenza, de desfachatez, de desdén, de despecho… De momento, y a la espera de lo que pueda suceder con la huelga general que CC. OO. y UGT preparan cuando el nuevo Gobierno no ha cumplido todavía 100 días al frente de la nación, todo parece indicar que la gente más lúcida —mayor o joven, pero lúcida— les ha visto el plumero a los dirigentes de estos dos sindicatos que ven en peligro sus múltiples chollos mobiliarios, inmobiliarios, subvenciones, cursos y otros mil etcéteras. Cada vez se comenta más y con mayor cabreo que va siendo hora de poner coto a esos abusos y acabar con las subvenciones que salen del bolsillo de los contribuyentes. No es cuestión de retirarles el 20 % de las subvenciones, sino todo; que se las arreglen como puedan con las cuotas de sus afiliados y que reciban nítidamente el desdén y el rechazo y el desprecio que su comportamiento merece.

Mucha gente lúcida, joven o mayor, se pregunta también qué extraños pactos hay para que lo que la cleptocracia se llevó no sea devuelto, como manda la justicia más elemental. Aquí ya no es cuestión de recortes, sino de reformas, pero reformas de fondo, de calado ético básicamente; entre otras cosas, porque mientras unos, ilusionadamente, trataban de poner en marcha un racional y razonable Estado de las Autonomías, otros lo que han buscado es una confederalización preindependentista, separatista, nacionalista; y encima lo quieren hacer con el dinero de los contribuyentes de la nación de la que no quieren saber nada. Recientemente, El Mundo ha publicado dos páginas antológicas en las que propone 33 medidas perfectamente estudiadas, con las cuales nos podríamos ahorrar todos 140.000 millones de euros. Sí, sí, han leído ustedes bien: 140.000 millones de euros. 24.000, por 4.000 altos cargos de confianza, asesores, etc.; 136 millones, en financiación a partidos y fundaciones; 450 millones, en alquiler de oficinas; 55 millones, en el Senado… Señores del Gobierno: tengan la decencia de acabar de una vez con ese insulto a la inteligencia y al sentido común y con esa provocación al contribuyente que son las traducciones en el Senado; todos los senadores tienen el deber de hablar en español. ¿No se les cae la cara de vergüenza? Y robar a los demás nunca puede ser un trabajo digno. No hace falta copagos, ni aumentos de IVA, ni subida de impuesto alguno; hace falta vergüenza, sentido común, sensatez y un mínimo de racionalidad política y administrativa. Insisto: se puede hacer. El periódico El Mundo ha hecho las cuentas y le salen muchos miles de millones más que los que andan en boca de unos y de otros. Sólo en la contratación de personal podrían ahorrarse 1.000 millones de euros y nos quedamos cortos. No hablemos ya de las televisiones, Autonomías, energías, despilfarros, corrupciones, etc., etc.

¿Cómo es posible que el fraude de los ERE alcance los 1.400 millones de euros con pagos hasta el año 2015? ¿Y cómo es posible que los responsables de la Junta de Andalucía sigan en sus cargos? ¿Cómo es posible que la presidenta de Invercaria —el más reciente de los escándalos en Andalucía— pueda decir: «Si me comprometiera con la ética, no estaría trabajando en esta organización», y se quede tan fresca y no pase nada? Ya veremos si en las próximas elecciones andaluzas los ciudadanos votan en consecuencia, o el hecho de que la inmensa mayoría de ellos estén informados por quienes les informan nos da una sorpresa morrocotuda. Vivimos en un país en el que hay profesionales del periodismo —o eso dicen— que afirman que, «sin filtraciones, no habría periodismo», y, claro, depende de lo que se entiende por periodismo… Lo que está claro es que, como ha escrito Carlos Salcedo, en Más: «Se acabó la fiesta y ahora toca pagar la cuenta».