Narciso Pascual, hermano paúl, mártir de la persecución religiosa de los años 30: «Si morimos, morimos por la fe de Cristo» - Alfa y Omega

Narciso Pascual, hermano paúl, mártir de la persecución religiosa de los años 30: «Si morimos, morimos por la fe de Cristo»

Todo comenzó en una sencilla familia gallega de nueve hijos; en una familia de profundas raíces cristianas, que dio tres religiosos, dos Paúles y una Hija de la Caridad, y de la que cinco varones llegaron a pasar por el Seminario menor. Uno de ellos, Narciso, fue mártir durante la guerra. Hoy, su hermano Pedro, sacerdote paúl, recuerda con agradecimiento cómo les inculcaron la fe sus padres, desde pequeños. Él es uno de los familiares directos que podrán acudir a la ceremonia de beatificación en Tarragona, el 13 de octubre

Fernando de Navascués
Cartel anunciador de los mártires paúles que van a ser beatificados.

Narciso Pascual nació en Sarreaus de Tioira, en la provincia de Orense, el 11 de agosto de 1917. La familia estaba muy vinculada afectivamente con el santuario de Nuestra Señora de los Milagros, regido por los padres paúles, en donde, además, éstos tenían un seminario menor. Su hermano Pedro, que cuando Narciso se marchó al seminario apenas contaba con tres años de edad, no recuerda bien si su hermano se marchó para ser sacerdote o simplemente para ser Hermano coadjutor. En cualquier caso, sabemos que en un momento dado Narciso optó por ser hermano coadjutor, es decir, no ser sacerdote; por lo que, en 1933, se trasladó a Hortaleza para iniciar el noviciado. Hizo sus votos en 1935 y fue destinado a Cuenca. La situación en esta ciudad se estaba complicando cada vez más durante los últimos meses previos a la Guerra Civil, al punto de que, antes de que estallara, el 1 de mayo de 1936, la congregación de los paúles fue expulsada de la ciudad por orden gubernativa.

Narciso pudo refugiarse en el obispado y, poco tiempo después, escaparse a Madrid, a la Casa Central de su congregación. En estas primeras fechas, que daban inicio a la guerra, algunos religiosos volvían con sus familias a sus lugares de origen. Sin embargo, Narciso optó por quedarse y obedecer al padre visitador, el provincial de los paúles, y aceptó con convicción de consagrado su destino a Guadalajara. Su hermano carnal, el padre Pedro, afirma hoy con contundencia: «Narciso, propiamente, buscó el martirio». Él sabía a lo que se exponía y era consciente de lo que se avecinaba.

En una carta que dirigió a sus padres en el mismo año 1936, afirma con rotundidad: «Yo no tengo miedo a nada de eso que se dice. Estoy dispuesto a todo porque, si morimos, morimos por la fe de Cristo y confesando a Cristo, y por nuestra amada patria, en defensa de su santo ideal, y así nos salvaremos. Lo que les pido –les ruega a sus padres– es que no se preocupen de nosotros, y que no tengan pena».

La realidad fue que, en Guadalajara, la guarnición se rindió; y Narciso, junto con los padres Ireneo Rodríguez, Gregorio Cermeño y Vicente Vilumbrales, fue hecho prisionero el 26 de julio y conducido a la Prisión Central de la ciudad. Con ellos moría mártir el 6 de diciembre del 36, no sin antes sufrir todo tipo de humillaciones y ultrajes junto con otros sacerdotes y religiosos allí encarcelados. Tenía únicamente 18 años.

Le preguntamos a su hermano Pedro qué recuerda de aquellos años. Nos cuenta cómo al poco de llegar a Guadalajara comenzó el silencio. De hecho, ellos no tuvieron constancia del martirio de su hermano hasta el año 1939. Había algunas personas que intentaban consolar a la madre diciéndole que le habrían llevado a Rusia, pero ella, Pilar, tenía muy claro que «mi hijo está en el cielo». En la familia había un silencio cómplice por todas partes. Unos, por no entristecer a la madre no sacaban el tema; la madre, por no entristecer a los hijos y al marido, tampoco. Sólo la intuición materna no carente de angustia: «Mi hijo está en el cielo».

Le preguntamos al padre Pedro qué se siente teniendo un hermano mártir. Su respuesta es igual de clara: «Es un compromiso, es un compromiso. Yo tengo un hermano mártir, un hermano Beato. Por tanto, tengo que intentar imitarlo. Nuestros padres nos inculcaron ser buenos cristianos. Nunca podremos agradecérselo lo suficiente».

Al servicio de los pobres

La Congregación de la Misión, conocida usualmente como Padres y Hermanos Vicentinos, Paúles o Lazaristas, es una comunidad de sacerdotes y hermanos fundada por san Vicente de Paúl, en 1625, para la evangelización de los pobres y la formación del clero. Los padres paúles se establecieron en Guadalajara en el primer cuarto del siglo XX. Era la época en que se instalaba en la ciudad la famosa marca automovilística Hispano-Suiza. Allí crearon un centro de formación profesional, además de una Escuela de Artes, Industrias y Oficios con un programa teórico y práctico a cumplimentar en tres cursos, para jóvenes entre 16 y 20 años.

Además, promovieron para mujeres, ya en 1926, el Sindicato Obrero de la Inmaculada, una formación católica que agrupaba a las trabajadoras para que pudieran recibir en clases nocturnas, además de las materias propias de la enseñanza Primaria, clases de mecanografía y labores de bordado a máquina, conferencias, etc.

Visto el trabajo realizado y el amor con que lo hacían, se entienden las últimas palabras del padre Vilumbrales, uno de los compañeros de martirio de Narciso: Dios los había preparado para el martirio y en Guadalajara les había preparado la palma triunfal.