Nadie se salva solo - Alfa y Omega

No me es fácil escribir estas líneas. Día a día nos llegan las noticias del horror de una guerra tan cercana y cruel que parece habernos despertado de un confortable sueño. Qué fácil es sentir que los problemas están lejos, que los conflictos no los hemos causado nosotros ni tienen que ver directamente con nuestras vidas. Que, a lo sumo, podemos y debemos ser parte de la solución, pero no contendientes en un conflicto armado. Me gustaría no ser simple. Sé que la realidad es compleja y reconozco que tengo más preguntas que respuestas. Y creo que a todos nos sucede lo mismo. Es más, con facilidad se entremezclan niveles de reacción personal que conviene distinguir. Por un lado está la reacción desde los sentimientos: de la rabia al dolor, desde el deseo de vengar las injusticias a la impotencia. Cuando me muevo en el nivel de las razones e intento entender, se me escapan muchas cosas: me pregunto qué puede mover a alguien a semejante violencia y amenaza; qué lugar ha de ocupar la palabra y hasta qué punto están justificadas ciertas acciones armadas como respuesta; hasta dónde se puede ceder y dónde están las líneas rojas que no se deben traspasar.

Con todo, y desde la fe, necesitamos activar políticamente nuestro credo. Un credo que nos recuerda que habitamos una sola tierra que es de todos y no de unos pocos, porque todos somos igualmente hijos. Un credo que no nos concede actuar siguiendo los sentimientos naturales de violencia o de venganza, sino en todo buscando la justicia y la paz. Un credo que nos invita a entregar la vida, no a quitarla; y a no a permanecer de brazos cruzados ante el dolor del mundo, bajando a los infiernos si es preciso. ¿Cómo llevar todo esto a la práctica?

En el noviciado no vemos la televisión, solo las noticias del mediodía los fines de semana. Desde que comenzó este conflicto vemos las noticias todos los días. A la sala de televisión la llamábamos el dormitorio comunitario. Ahora no es así: todos estamos despiertos, atentos a lo que ocurre. En el noviciado buscamos apartarnos del mundo para ganar en profundidad. Pero de ninguna manera podemos vivir ajenos al mundo, a sus heridas y a su anhelo de justicia y de paz.