Murillo y Justino de Neve. De la amistad, a la belleza
El Museo del Prado nos presenta, en la exposición Murillo y Justino de Neve: El arte de la amistad, un conjunto de 17 obras tardías de Murillo, fruto de su relación con don Justino de Neve, canónigo de la catedral de Sevilla e importante mecenas y amigo personal del artista







En la primavera de 1682, Murillo se encontraba muy enfermo y pidió a Justino de Neve que se convirtiera en albacea de su testamento. Con toda seguridad su ya entonces gran amigo se encargaría también de asistirle espiritualmente en los últimos momentos. Cuando se conocieron en 1664, Murillo, de 43 años, se había convertido en el pintor más famoso de Sevilla, y Justino de Neve era un canónigo de la catedral lleno de proyectos y muy preocupado por vivir su sacerdocio de forma ejemplar. Gran amante de la Eucaristía y de la devoción a la Inmaculada Concepción, supo administrar la fortuna personal que heredó de su familia fundando y manteniendo diversas instituciones dedicadas a la caridad, aunque sobre todo le preocupó de forma especial la situación de los sacerdotes enfermos y ancianos, que en esa época se veían obligados a mendigar y vivían en extrema pobreza. Para ellos fundó el Hospital de los Venerables y tuvo la genial idea de pedir a Murillo que pintara la monumental Inmaculada Concepción de los Venerables (1660-1665), sin duda la más célebre de su repertorio. La Virgen, delicada y majestuosa, mira al cielo rodeada de ángeles niños que juguetean con su manto azul. Desde el primer momento, esta pintura, como tantas otras del maestro, al estilo de La Última Cena (1650) o La Virgen con el Niño y santa Isabel y Juanito (1660-1665), tuvieron un gran impacto popular y confirmaron a Murillo como uno de los artistas que más llamaba a la religiosidad y a la devoción. Una característica que se manifiesta también en la Natividad (1665-1678), ejemplo de la habilidad natural de Murillo para plasmar los estados emocionales de sus personajes, consiguiendo centrar la atención únicamente en la intimidad de la escena.
Lo mejor de los años finales de Murillo
Desde el primer momento, entre Justino de Neve y Murillo se estableció una relación de amistad de la que nacieron algunas de las obras más bellas y ambiciosas pintadas por el maestro. La exposición está compuesta por 17 pinturas tardías del artista, casi todas de contenido religioso y devocional, retratos, alegorías y unas refinadísimas pinturas sobre obsidiana. Quien se asome a la muestra podrá disfrutar de un cara a cara entre el Retrato de Justino de Neve (1665), que Murillo regaló a su amigo y mecenas, en el que refleja a un joven clérigo con gesto reflexivo, dulcificado por el perro que descansa a sus pies, y el Autorretrato de Murillo (1668-1670), considerado como uno de los más importantes de la España del siglo XVII, planeado como un cuadro dentro de un cuadro. Cuando Justino de Neve recibió el encargo de supervisar la rehabilitación de la iglesia sevillana de Santa María la Blanca, pensó en Murillo para que pintará alguna de sus mejores creaciones. Lo podemos comprobar en El sueño del patricio Juan (1664-65), pintura que evoca la aparición en sueños de la Virgen al patricio romano Juan, la noche del 4 de agosto del año 352, para encargarle la construcción de una iglesia en el monte Esquilino, sobre el que había caído una nevada milagrosa. Para esta misma iglesia pintó El triunfo de la Fe (1664-1665), otra muestra más de su portentoso conocimiento de las técnicas pictóricas y de su asombroso dominio del color.
No ha sido fácil recopilar esta muestra, porque gran parte de las obras que hoy se exponen quedaron dispersas tras la muerte de Murillo como consecuencia del gran interés que este pintor despertó tras su muerte, a lo que se unió el expolio del patrimonio eclesiástico que realizaron, sobre todo, las tropas de Napoleón.
De todo lo que puede dar de sí la amistad convertida en arte da cuenta esta exposición, que se puede disfrutar en El Prado hasta el 30 de septiembre y, posteriormente, en el Hospital de los Venerables de Sevilla, hasta enero de 2013, para terminar el próximo año en la Dulwich Picture Gallery, de Londres.