Mujeres en la Iglesia: «Lo importante son los procesos»
«Se van dando pequeños pasos» en el reconocimiento del papel de las mujeres –y en particular las consagradas– en la Iglesia. «Eso hay que reconocerlo». Aunque, en algunas cuestiones, «se espera mucho más», los cambios ya están en marcha y «lo importante son los procesos». Son palabras de Anabela Moreira Carneiro, integrante del Consejo de la Unión Internacional de Superioras Mayores (UISG). Procesos que el Papa Francisco está empujando con acciones concretas como el nombramiento, por primera vez en la historia, a cuatro religiosas como consultoras en la Secretaría General del Sínodo de los obispos
«Vamos teniendo mujeres que ya están liderando muchos procesos aunque estos no se vean todos los días en televisión. Pero estas mujeres están ahí, al frente de muchos proyectos de solidaridad, de atención en salud, de atención en educación…», destaca la superiora de las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús, en entrevista con Alfa y Omega.
Anabela Moreira insiste que se trata de procesos de enorme trascendencia pese a que no tengan la publicidad merecida. En muchas comunidades de todo el mundo, dice, las mujeres han tomado el liderazgo en las parroquias. «Sin quitar la función propia y específica del ministro», ellas llevan adelante «toda la dinámica parroquial». En otros casos, fungen como «capellanes» de hospitales, brindando servicios espirituales allí donde faltan, o tienen presencia en comités de bioética en instituciones de salud.
Una realidad silenciosa pero real. Ante esta situación, continúa Moreira Carneiro, las congregaciones religiosas centran sus prioridades en la formación de las integrantes de modo que sean «presencia tangible de la Iglesia» y sepan «dialogar con el mundo de hoy».
La religiosa pide no olvidar que las mismas religiosas trabajan desde siempre con las mujeres en todos los sectores de la sociedad y conocen, de primera mano, los problemas del mundo femenino que actualmente acaparan amplios espacios en la prensa internacional. En muchas ocasiones, han sido las consagradas las responsables de denunciar todo tipo de injusticias y atropellos, en medio de la indiferencia generalizada. Como la trata de personas, que actualmente es combatida por la red Talitha Kum, compuesta por cientos de consagradas en decenas de países alrededor del planeta. O el drama de las mujeres con sida, que en algunos países sufren una doble discriminación por enfermas y por su condición femenina.
Ante estas tragedias humanas, la UISG quiere convertirse en «la voz de quienes no la tienen». Una forma de perseguirlo es impulsar el diálogo, por ejemplo, con personas de otras religiones. «Admiro mucho a las periodistas musulmanas que debaten la causa de la mujer incluso dentro de su misma religión. Aunque este es un interés personal, no institucional», abunda Moreira Carneiro.
Del desánimo a la esperanza
Portuguesa de nacimiento, desde 2012 Moreira es la superiora de las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús, responsabilidad que le permite una buena perspectiva sobre la situación de la vida religiosa femenina en el mundo. Su primera impresión es que hay «un poquito de desánimo», influenciada por el decrecimiento en el número de las vocaciones jóvenes.
«Antes teníamos una presencia mucho más visible y significativa por nuestra misión, éramos jefas de enfermería o teníamos cargos importantes», añade. «Ahora, también por una situación de edad, nuestra presencia ha cambiado. No dejamos de estar pero ya no desde arriba, sino que trabajamos desde abajo. Necesitamos hacer un camino para situarnos allí, para que ese desánimo no se convierta en desconcierto».
Junto a ese fenómeno, la religiosa percibe también un «repunte a nivel de esperanza» porque empieza a permear una visión que no se centra tanto en los números, en el ser mayores o más jóvenes. «Participando en un encuentro me llamó la atención una religiosa que dijo: “Me siento mal cuando nos preguntan: “¿Cuántas vocaciones tenéis?’ Yo respondo: “Pues todas las de mi congregación. Son todas las que tengo”. Es como que se vivía una carrera por los números, pero ahora nos estamos descentrando de eso», afirma.
Moreira recuerda que el Papa Francisco hace mucho hincapié en eso cuando pide «no poner la esperanza en los carros y los caballos», sino «en el Señor Jesús». «Y él está ahí, se hace presente». «Eso nos lleva a una esperanza ascendente», insiste.
«La vida religiosa como carisma de la Iglesia no morirá, es un don del Espíritu. Ahora bien, las distintas congregaciones, esas sí podemos morir. Surgirán otras porque incluso en medio de todas las dificultades surgen nuevas comunidades religiosas. En cuanto al resto, muchas cambiarán de labor, transformarán su ámbito de misión, porque quizás nacieron para responder a una necesidad concreta de un momento y ahora reflexionan cómo responder hoy a otros requerimientos, siempre desde el don recibido. La historia nos dice que es normal que algunas desaparezcamos, no deberíamos tenerle miedo aunque sean muy famosas. Ha sido así a lo largo de los siglos, aunque nos cuesta morir pero eso es ley natural», establece. Y si bien esta situación facilita que existan «voces negativas» que, desde hace mucho tiempo, predicen la «muerte» de la vida religiosa, es necesario «ponerlas en su sitio».
«La vida consagrada tiene mucha cosa buena, independientemente de que seamos este número o aquel número, de que seamos muy jóvenes o muy mayores. Yo conozco hermanas de mi congregación y de otras congregaciones que son mayores pero dan un testimonio precioso de entrega a la misión, incluso de un acompañamiento espiritual que ellas jamás pensaron que podían hacer. Capacidad de escucha, de rezar por las hermanas más jóvenes, de estar al lado de quien tiene alzhéimer… Quizás el enfermo no sabe que estoy ahí pero lo estoy. Cada vez me voy convenciendo más que la gran cuestión no son los números», apunta.
El cuidado de las personas
Ha sido justamente el «cuidado de las personas» el aspecto central de la reciente asamblea de la Unión Internacional de Superioras Generales, celebrada unos días atrás en el Vaticano. Entre las conclusiones de ese encuentro destacan el próximo establecimiento de una comisión que se ocupe de profundizar las varias dimensiones que incluye este cuidado. Además, la unión ofrecerá laboratorios y encuentros de formación para miembros de la unión sobre el cuidado de las personas y sobre la creación de ambientes seguros.
Un espacio especial se reservó a las víctimas de los abusos sexuales contra menores. El organismo se comprometió a ayudar a los miembros de las congregaciones a elaborar e implementar protocolos, códigos de conducta y líneas guía para la protección de los menores y de los adultos vulnerables, además del impulsar la creación de grupos de escucha para acompañar a las personas que han sufrido abusos en la Iglesia, a través de un proceso de apertura y curación.