Mucho que hacer, dentro y fuera del país - Alfa y Omega

Mucho que hacer, dentro y fuera del país

Redacción

Dios mío, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Es la oración que eleva un grupo de cristianos sirios a diario. Rezan por las víctimas del ISIL y también por los verdugos, para que Dios convierta su corazón. «Estamos convencidos de que tiene que ser así», señala a Alfa y Omega Mireille Al Farah, una joven siria que vive en España junto al resto de su familia, que huyó de Homs amenazada por los fundamentalistas.

Mireille, que tiene como mejor amiga a una musulmana sunita, sabe que los cristianos no sólo pueden convivir pacíficamente con los musulmanes, sino que, además, son mediadores de paz. Recuerda con humor el dicho árabe: Si quieres comer, come en casa del judío [que tampoco come cerdo], pero duerme en casa del cristiano. «Quiere decir que los cristianos son de fiar, que no te van a hacer daño». Ya en tono más serio, explica que los cristianos han sido negociadores y agentes de paz en diversos conflictos entre grupos. Por ejemplo, el sacerdote Paolo Dall’Olio, el jesuita secuestrado en 2013 por terroristas del ISIL, y fundador de la comunidad Al Khalil, que lleva años promoviendo el diálogo interreligioso en su monasterio de Mar Musa, en Siria.

Esta comunidad llegó a Irak hace dos años, invitada por monseñor Sako cuando era obispo de Kirkuk. En Sulaymaniyah, todavía se están instalando y dando pequeños pasos, como «un grupo de vecinos que se junta cada semana para pasear por el monte, y en el que hay kurdos, árabes, cristianos y extranjeros. También tenemos contacto con otras comunidades». Con el tiempo, «pretendemos que nuestro monasterio y sus proyectos -una biblioteca y un centro de intercambio- sea un lugar de debate», explica el padre Jens Petzold.

Mireille cita también otras iniciativas, como un grupo de jóvenes músicos que recorren el Líbano con el Coro de la Alegría e invitan a rezar por la paz; o el grupo de voluntarios que se desplazan hasta las zonas de refugiados con un bus-escuela para atender a los niños que se han quedado sin casa y sin colegio. También los emigrantes cristianos, desde la diáspora, pueden aportar su granito de arena. Como Mireille y su madre, que se conectan con sus amigas a través de la aplicación de telefonía virtual Skype y rezan: Dios les perdone. Mireille explica que los cristianos consideran a todos los hombres sus hermanos, y por eso en su corazón no hay odio. Sólo oraciones para que se obre el milagro de la paz.