Monseñor Martínez Camino: «La Iglesia debe desmundanizarse más» - Alfa y Omega

Monseñor Martínez Camino: «La Iglesia debe desmundanizarse más»

El 20 de noviembre, los obispos elegirán a un nuevo secretario general de la Conferencia Episcopal, ya que, por estatutos, monseñor Martínez Camino no es elegible para un tercer quinquenio. El obispo auxiliar de Madrid habla de estos «diez años muy intensos», en los que no han faltado grandes satisfacciones, como la beatificación de cerca de mil mártires, ni tampoco incomprensiones o choques con el poder político. En los últimos años —afirma— la Iglesia en España ha crecido en comunión, y ahora afronta con esperanza un futuro en el que, en mente de todos, está «el retiro canónico» de «grandes obispos». «El Señor de la Iglesia proveerá», dice el Secretario General saliente, que destaca la renovación en el laicado católico, y la presencia de «una generación nueva de sacerdotes muy centrados en su vocación, muy apóstoles y muy vacunados respecto a ciertas tentaciones de ministerio a la carta que han causado tanto dolor y tanto daño»

Redacción
Monseñor Martínez Camino, en la reciente rueda de prensa en Tarragona, con motivo de la beatificación de 522 mártires.

El 18 de junio de 2003, estaba usted tranquilamente llevando el coche al taller, cuando, tras varias horas de búsqueda, la CEE dio con usted para comunicarle su elección como Secretario General. Su vida ha dado muchas vueltas desde entonces… ¿Qué ha dejado más huella?
Han sido diez años largos muy intensos. Naturalmente, el 19 de enero de 2008 marca un antes y un después en mi vida: fue el día en que recibí la gracia de la plenitud del sacramento del Orden, al ser consagrado obispo en la catedral de la Almudena, con la presencia de casi todos los obispos de España. Un inmenso e inmerecido regalo del cielo: ¡Llamado a colaborar muy de cerca con la obra salvadora del Señor en la comunión de los sucesores de lo apóstoles! Lo más seguro es que este paso de Cristo por mi vida no se hubiera producido sin aquella sorpresiva elección para Secretario General de la CEE. Ahora sería profesor de teología, un ministerio tan querido para mí. Pero la Providencia nos sorprende y maravilla; y a pesar de que no estamos ni de lejos a la altura de su confianza en nosotros, nos estimula y alienta para empezar de nuevo cada día apoyados en la fuerza de la gracia.

Ha valorado usted especialmente el haber podido vivir en primera fila la beatificación de unos mil mártires de la persecución religiosa de los años 30 del siglo XX. Ayer se celebraba la memoria de estos mártires. ¿Qué falta, qué cree usted que se puede hacer para que la memoria de estos mártires impregne realmente la vida de la Iglesia en España?
Efectivamente, poco después de llegar a la secretaría general, me tocó preparar la beatificación de 498 mártires del siglo XX en España que tuvo lugar en Roma en 2007. Luego, en este último año de mi servicio como Secretario, hemos organizado la gran beatificación de 522 mártires, celebrada en Tarragona el día 13 del pasado mes de octubre. Naturalmente, nada de esto lo he hecho yo solo, sino con la ayuda imprescindible de la Oficina para las Causas de los Santos y, este año, también de la Vicesecretaría para Asuntos Generales y muchas más personas. Pero considero providencial que me haya correspondido la responsabilidad de llevar adelante estos encargos. Creo que mi vocación sacerdotal se debe en buena medida, si no totalmente, a la figura de mi tío-bisabuelo, Lázaro San Martín Camino, sacerdote y mártir en 1936. Y pienso, con el Beato Juan Pablo II, que el éxito de la evangelización del tercer milenio dependerá de la intercesión de los mártires del siglo XX. Ellos son los testigos primeros de Cristo en nuestro tiempo: no sólo en España, sino en toda Europa y, aun en todo el mundo. Hemos avanzado mucho en los últimos años en la conciencia de esta realidad. Pero todavía nos falta mucho por andar. La Iglesia de comienzos del tercer milenio ha de desmundanizarse más, para ser cauce más limpio de la gracia de Cristo para el mundo. El culto humilde y agradecido a los mártires será un test de esa desmundanización; será un claro indicio de que hemos superado por fin toda complicidad con la falsedad del antropocentrismo del mundo moderno; y será expresión inequívoca de un renovado vigor misionero, semejante al de aquellos apóstoles que construyeron las primeras iglesias sobre los sepulcros de los mártires romanos.

Terrorismo, unidad de España, bioética, educación, crisis económica y financiera… La cantidad y diversidad de temas sobre los que se ha pronunciado la CEE en estos diez años es enorme. ¿Cómo cree que contribuye la Iglesia al bien común con este tipo de pronunciamientos?
Contribuye haciendo oír una voz libre de los condicionamientos propios de los diversos intereses económicos, políticos e ideológicos que troquelan esa cierta opinión que se ha dado en llamar políticamente correcta. Los obispos, gracias a Dios, a pesar de las deficiencias que, como seres humanos y miembros de nuestras sociedad, padecemos también, son muy conscientes de que se deben solamente a Jesucristo y a la salvación de los fieles que les han sido encomendados. Por eso, hablan con libertad actualizando la sabiduría de la doctrina social de la Iglesia sobre esos temas a los que usted se refiere, que, en efecto, han sido muy variados en estos años.

Con el cardenal Rouco en la CEE, en 2004.

Le ha tocado vivir momentos difíciles en las relaciones con el poder político por temas como el aborto, la investigación con embriones, la prevención inmoral del sida, la redefinición destructora del matrimonio, Educación para la ciudadanía… ¿Con qué sentimiento los ha afrontado?
Los momentos difíciles los he afrontado con un sentimiento de esperanza. Pero esperanza no es lo mismo que optimismo ingenuo. Soy muy consciente de que el poder que promueve todas esas desgracias a las que usted se refiere, es un poder enorme; creo que se puede decir con propiedad que se trata de un poder diabólico, ante el que uno se siente humanamente desarmado. La batalla es muy desigual. Pero lo bueno es que, en esta lucha, el adversario sólo puede ganar batallas, pero nunca la guerra, porque ya ha sido vencido en la Cruz y Resurrección del Señor. De ahí, la esperanza y la paz espiritual, como sentimiento fundamental. Lo cual no quiere decir que no haya habido también tentaciones de desaliento. Por otro lado, además de los momentos difíciles, a los que usted hace referencia y algunos otros, también ha habido momentos fáciles y de éxitos que aligeran humanamente la carga.

¿Podría mencionar alguno de esos momentos que aligeran la carga?
Además de las ya mencionadas beatificaciones de los mártires, también ha supuesto una satisfacción para mí, humanamente hablando, el haber podido llevar a puerto la aprobación de la Sagrada Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española. Fue un trabajo de años, en el que intervinieron muchas personas, muy cualificadas. Gracias a ellas, se pudo llegar a la publicación de esta Vulgata española en 2010. Desde entonces se han difundido ya casi 200.000 ejemplares de esta versión oficial de la Biblia, que esperamos pueda ayudar a guardar mejor en el corazón la Palabra de Dios escrita. También puedo mencionar la labor llevada a cabo conjuntamente por la Oficina para el sostenimiento de la Iglesia, la Vicesecretaría para asuntos económicos y la secretaría general en la campaña Por tantos, que ha permitido dar a conocer mejor la labor de la Iglesia a la opinión pública, con el consiguiente aumento de los contribuyentes que colaboran libremente con su asignación a favor de la Iglesia: cerca de un millón más en estos últimos años. El trabajo de la Oficina de Información se ha desarrollado notablemente en este tiempo: se han potenciado mucho tanto sus tareas ordinarias a través de la sala de prensa y de la página web, como las campañas extraordinarias con motivos diversos: por ejemplo, a favor de los que van a nacer, del Día del Seminario y otras.

¿Cómo puede la Iglesia ayudar a superar las polarizaciones ideológicas en la sociedad, sin, al mismo tiempo, aceptar entrar en negociaciones sobre principios innegociables?
Creo que el modo de comunicar del Papa Francisco indica un camino para tratar de evitar polarizaciones. La Iglesia ha de apelar a la conciencia. El corazón de los hombres es el mejor aliado del Evangelio. No se podrá evitar la oposición del mundo, ciertamente. Jesús lo ha dicho: «Os odiarán por mi causa». Pero la proclamación del Evangelio de la misericordia de Dios derribará muchos muros de incomprensión entre los hombres y hará que se diluyan falsas polarizaciones. Siempre ha sido así. Debe serlo más aún en este momento en el que la Humanidad está herida todavía por los grandes pecados del siglo XX. El beato Juan Pablo II lo puso muy bien de relieve en su preciosa encíclica Dives in misericordia; y Benedicto XVI en Deus caritas est y Spe salvi.

Y dentro de la Iglesia, ¿cómo andamos de comunión? ¿Cómo diría usted que estamos en relación a como estábamos hace 10 años?
Creo que estamos mejor. Quedan ciertamente grupos y sectores de ruptura, tanto por un lado como por otro en el amplio espectro de la vida de la Iglesia. Pero ha avanzado mucho la comprensión entre las nuevas realidades suscitadas por el Espíritu en los últimos años y las realidades más clásicas y básicas. Pienso que el crecimiento en la comunión va de la mano de la profundización seria en la recepción del Concilio Vaticano II y en el humilde examen de conciencia de los errores y pecados cometidos por unos y por otros.

En la Campaña provida de 2009.

En los próximos años, el episcopado español afronta un período de importantes relevos, por razones puramente biológicas. ¿Cómo ve usted el futuro?
Es difícil y aventurado hacer valoraciones concretas sobre el futuro. En todo caso, si miramos al pasado y al presente para orientar nuestro juicio, vemos que el Señor ha ido dando a su Iglesia en España los pastores que necesitaba en cada momento. No todo han sido aciertos. Tampoco el futuro traerá el paraíso eclesial en la tierra, porque eso no existe. Pero no fallará la promesa de Jesús: no nos dejará huérfanos. Les llega la hora del retiro canónico a grandes obispos, como antes les había llegado a otros. El Señor de la Iglesia proveerá.

También se ha hablado de una renovación en los sacerdotes, tras las crisis de las vocaciones de las décadas anteriores; de un laicado quizá menos numeroso, pero más comprometido… ¿Cómo ha visto usted la evolución de la Iglesia en España? ¿Cuáles son sus expectativas y esperanzas?
La evolución no es igual en todos los ámbitos ni en todos los territorios. La escasez de sacerdotes sigue siendo grande, en algunos lugares y en algunas instituciones es incluso dramática. Gracias a Dios, se están poniendo las bases para un cambio de tendencia. Porque también contamos con una generación nueva de sacerdotes muy centrados en su vocación, muy apóstoles y muy vacunados respecto a ciertas tentaciones de ministerio a la carta que han causado tanto dolor y tanto daño. Algo semejante cabría decir de los laicos y de algunas asociaciones clásicas que viven momentos de renovación esperanzadora, sin hablar de las nuevas realidades eclesiales. El futuro no se presenta fácil, pero hay muchos motivos concretos para la esperanza, además de la razón fundamental de que, en todo ello, es Jesucristo mismo quien está empeñado en acercarse a nuestra generación por medio de su Iglesia.