Misiones Salesianas en Turquía: estudiar, cantar y jugar, tras abandonar sus casas por la guerra
Basima Toma enseña inglés a cerca de 40 niños en el centro juvenil Don Bosco, frente a ella un niño iraquí se coloca en la pizarra con una regla de plástico en la mano y deletrea las palabras invierno, primavera, verano, otoño
Basima y su familia han estado en Estambul el tiempo suficiente para ver cada una de estas estaciones más de una vez. En 2012 Basima, su marido y sus cuatro hijos dejaron su hogar en Bagdad. Son católicos caldeos. En Bagdad, las empresas propiedad de los cristianos fueron atacadas y destruidas, Basima se preocupaba cada vez más por la seguridad de sus hijos. Una de sus hijas era la única cristiana en toda su clase. «Ahora no temo por mis hijos», dice. «Puedo dormir y no tengo miedo cuando ellos no están conmigo».
«Aquí no preguntamos a nadie ni por su religión, ni por su filiación política ni por nada», dice el misionero salesiano Andrés Calleja, director del Centro Juvenil Don Bosco.
«Sólo queremos ayudarles»
El Centro Salesiano de Estambul abrió sus puertas hace 20 años como una respuesta temporal a la ola de refugiados procedentes de Irak. El conflicto en la región continúa, y nuevos refugiados y solicitantes de asilo llegan todos los días. Hoy, 300 niños, en su mayoría procedentes de Irak y Siria, están matriculados en el centro. Este centro, financiado principalmente por los donantes de las procuras de Misiones Salesianas de todo el mundo, ofrece asistencia y educación sin coste alguno para los estudiantes y sus familias.
Como Basima, la mayoría de los profesores del centro son refugiados o solicitantes de asilo. El misionero salesiano Andrés Calleja comenta que «esto ayuda a la juventud porque los maestros han vivido la misma situación y entienden lo que los estudiantes han sufrido. Además hablan árabe, lo que es una ayuda».
Además de ofrecer la oportunidad a los niños y jóvenes de estudiar inglés, matemáticas e informática, el padre Calleja, dice que el Centro Juvenil Don Bosco también es «un centro de alegría, donde los niños pueden jugar y cantar».
«Muchos de ellos nunca han estado en la escuela, o han ido de manera muy irregular a causa de las guerras. Tratamos de darles cierta regularidad para que después de uno, dos o tres años, cuando lleguen a otro país, no hayan perdido la continuidad en la escuela».
El misionero Andrés Calleja por su parte espera y reza para que terminen las guerras y la gente puede vivir en paz. Mientras tanto, él cree que «el Centro responde a una necesidad crítica. El ambiente de grupo, el ambiente de alegría, de libertad y de tolerancia ya está curando muchas heridas».
Turquía, un grandísimo campo de refugiados
El Consejo de Derechos Humanos de la ONU informa que se espera que el número de refugiados y solicitantes de asilo en Turquía supere los 1,9 millones en 2015.
Para la mayoría de los refugiados y solicitantes de asilo, Turquía sólo es un punto de parada, un purgatorio que pasan en el camino a una nueva vida en Australia, Canadá, Estados Unidos y Europa.
Testimonio: Sarah Mohammed
Sarah Mohammed, de 14 años, salió de su casa en Aleppo, Siria, hace aproximadamente un año. Después de una explosión cerca de su escuela, dijeron a los estudiantes que no vinieran a clase nunca más: No era seguro.
Sarah dice que le encanta estudiar. Ella habla inglés y también ha aprendido turco. Sueña con ser ingeniero y asistir a la universidad. Mientras Sarah y su hermana menor están inscritos en Don Bosco, su hermano de 17 años de edad, trabaja 12 horas al día en una panadería para ayudar a mantener a la familia.