Mira a los ojos, escucha y toma nota - Alfa y Omega
El Papa Francisco saluda a Joe Biden, en el Vaticano, el 29 de octubre. Foto: CNS.

Cuando se cierran las puertas de la biblioteca del Palacio Apostólico y Francisco se queda a solas con un líder mundial, no saca una lista de reclamaciones. No considera que su misión sea adular al visitante para obtener réditos políticos para los cristianos de su país ni, mucho menos, regañar a quienes no respetan el Catecismo. Francisco mira a los ojos a la persona que tiene delante, escucha, toma nota. Luego, con gesto sincero, la ayuda a tomar conciencia de la responsabilidad de su cargo.

A los grandes y pequeños líderes que se sientan ante su escritorio, les pide que busquen lo que une, que no sean ideológicos, que escuchen a todos y construyan puentes. Rodrigo Guerra, secretario de la Comisión Pontificia para América Latina, es el laico con el cargo más alto en el Vaticano y un fino observador del día a día del Vaticano. Comentando el año que se cierra, me recordaba que «el papel del Papa ha ido madurando a través de los siglos». La aventura de Pedro comenzó a orillas del mar de Galilea, y pasó por Jerusalén, Antioquía y Roma. El pescador, que no aspiraba a hablar con emperadores, reyes ni gobernadores, murió por orden del mismo Nerón. Casi 300 años después, con Constantino, la voz del obispo de Roma se convirtió en un punto de referencia para el gobierno. Guerra notaba cómo «en la Edad Media los Papas eran una especie de árbitro entre las naciones». Luego, con la caída de los Estados Pontificios, el poder territorial del Papa se redujo a un país de un kilómetro cuadrado. «Hoy está recuperando el rol de gran referente religioso y moral», constata el profesor Guerra.

Si este proceso continúa, «la Iglesia inaugurará una nueva forma de estar presente en las coyunturas del mundo contemporáneo, que requiere entender que los hombres y las mujeres emprenden caminos diversos en materia de fe y de vida social y política». Así, el desafío de la Iglesia es «ser pertinente ante todas esas búsquedas diferenciadas, anunciando que Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre, y que abraza todas estas búsquedas con caridad y paciencia».

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