Mensaje del Papa, con ocasión de la Jornada Mundial del Enfermo. Como el Buen Samaritano, anda y haz tú lo mismo - Alfa y Omega

Mensaje del Papa, con ocasión de la Jornada Mundial del Enfermo. Como el Buen Samaritano, anda y haz tú lo mismo

El Santo Padre dirige, especialmente, su mirada hacia quienes conviven con enfermos, y les insta a ser como buenos samaritanos, «con una atención concreta hacia quien está herido en el cuerpo y el espíritu», aunque sea «un desconocido». A los sufrientes, de quienes se siente «especialmente cercano», también les recuerda que su sufrimiento es un valioso «ofrecimiento para el bien de la Iglesia»

Cristina Sánchez Aguilar
Benedicto XVI en su visita al hospital Bambino Jesú, de Roma, en 2005.

Benedicto XVI, en su Mensaje para la Jornada Mundial del Enfermo, ha pedido que esta celebración sea «un momento fuerte de oración, participación y ofrecimiento del sufrimiento para el bien de la Iglesia», así como «una invitación a todos para que reconozcan en el rostro del hermano enfermo el santo rostro de Cristo que, sufriendo, muriendo y resucitando, realizó la salvación de la Humanidad».

Cartel de la Jornada Mundial del Enfermo.

«¡No estáis ni abandonados ni inútiles; sois los llamados por Cristo, su viva y transparente imagen!», recuerda el Pontífice a los enfermos, de quienes, reconoce, «me siento especialmente cercano», sobre todo a aquellos que «en los centros de salud y asistencia, o también en casa, vivís un difícil momento de prueba a causa de la enfermedad y el sufrimiento».

La figura del Buen Samaritano

Con el lema Anda y haz tú lo mismo, el Papa presenta la figura del Buen Samaritano como ejemplo de «cuál es la actitud que todo discípulo suyo ha de tener hacia los demás, especialmente hacia los que están más necesitados de atención». Se trata, afirma, «de extraer la fuerza, a través de la oración, para vivir cada día como el Buen Samaritano, con una atención concreta hacia quien está herido en el cuerpo y el espíritu, hacia quien pide ayuda, aunque sea un desconocido y no tenga recursos». Esta invitación no es sólo para los agentes pastorales y sanitarios, sino para todos, también para el mismo enfermo, «que puede vivir su propia condición desde una perspectiva de fe». Y concluye Benedicto XVI su Mensaje dirigiendo una palabra de «profundo reconocimiento y ánimo» a las instituciones sanitarias católicas y a la misma sociedad civil, a las diócesis, las comunidades cristianas, las asociaciones de agentes sanitarios y de voluntarios. «Que, en todos, crezca la conciencia de que, en la aceptación amorosa y generosa de toda vida humana, sobre todo si es débil o enferma, la Iglesia vive hoy un momento fundamental de su misión».

Ejemplos a seguir

El Santo Padre presenta el Año de la fe como «una ocasión propicia para intensificar la caridad en nuestras comunidades eclesiales, para ser cada uno buen samaritano del otro, del que está a nuestro lado». Y llama la atención, como ejemplo y estímulo, sobre algunas figuras que, en la historia de la Iglesia, han ayudado a las personas enfermas a valorar el sufrimiento desde el punto de vista humano y espiritual

Santa Teresita de Lisieux, carmelita descalza y Doctora de la Iglesia, nacida en Francia a finales del siglo XIX, quien supo vivir, señala el Papa, «en profunda unión a la Pasión de Jesús», la enfermedad que «la llevaría a la muerte en medio de grandes sufrimientos».

• El Venerable Luigi Novarese, que será beatificado el próximo 1 de mayo, un sacerdote italiano, fallecido en 1984, que «advirtió, en el ejercicio de su ministerio, la importancia de la oración por y con los enfermos, a los que acompañaba con frecuencia a los santuarios marianos, de modo especial a la gruta de Lourdes».

Raúl Follereau, laico francés, nacido en 1903, que «dedicó su vida al cuidado de las personas con lepra, hasta en los lugares más remotos del planeta» y promovió la Jornada Mundial contra esta enfermedad.

• La Beata Teresa de Calcuta, fundadora de las Misioneras de la Caridad, quien, como señala Benedicto XVI, «comenzaba el día encontrando a Jesús en la Eucaristía, y salía después por las calles con el rosario en la mano para servir al Señor presente en los que sufren, en los que no son queridos, ni amados, ni atendidos».

Santa Ana Schäffer, alemana recientemente canonizada, que quiso ser misionera, pero un accidente la postró en la cama, y unió «de modo ejemplar sus propios sufrimientos a los de Cristo».

• El Papa concluye recordando a la Virgen María, «quien no perdió nunca la esperanza en la victoria de Dios sobre el mal, el dolor y la muerte, y supo acoger con el mismo abrazo de fe y amor al Hijo de Dios nacido en la gruta de Belén y muerto en la cruz». Y añade: «Su firme confianza en la potencia divina se vio iluminada por la resurrección de Cristo, que ofrece esperanza a quien se encuentra en el sufrimiento y renueva la certeza de la cercanía y el consuelo del Señor».

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