Manual de instrucciones para la felicidad - Alfa y Omega

Manual de instrucciones para la felicidad

«El Catecismo de la Iglesia católica, publicado por Juan Pablo II hace exactamente diez años, es un auténtico manual de instrucciones para la felicidad». Ésta fue la conclusión más significativa del Congreso Catequístico Internacional que se celebró en Roma, del 8 al 11 de octubre

Redacción

Este pontificado, calificado con frecuencia como el de los records, que en sus 24 años de duración es ya el quinto de la Historia, habrá dejado en el Catecismo su documento más importante: presenta con un lenguaje actual el compendio de la fe católica. El libro, publicado el 11 de octubre de 1992, en cuya redacción participó un equipo internacional de redactores, fue presentado en el congreso por su autor principal, el cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, como una auténtica respuesta a la sed de felicidad de todo hombre y mujer. El cardenal bávaro constató en la conferencia inaugural del Congreso, convocado por la Congregación vaticana para el Clero, con la participación de 250 cardenales, obispos, teólogos y catequistas de los cinco continentes, que «el impulso primordial del hombre, que nadie puede negar, y al que en último término nadie se opone, es el deseo de felicidad, de una vida lograda, llena». En este sentido —aclaró—, la tercera parte del Catecismo, dedicada a la moral cristiana, «es la doctrina de la vida lograda, la ilustración, por así decir, de las reglas para alcanzar la felicidad».

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«El libro —añadió el cardenal Ratzinger— pone en relación esta tendencia innata en el hombre con las bienaventuranzas de Jesús, que liberan al concepto de felicidad de todas las banalidades, le dan su auténtica profundidad y, de este modo, permiten ver el lazo entre el bien absoluto, el bien en persona —Dios— y la felicidad».

«La teología moral cristiana no es nunca una simple ética de la ley, supera también el ámbito de una ética de las virtudes: es ética en diálogo [entre Dios y el hombre], pues el actuar moral del hombre se desarrolla a partir del encuentro con Dios», afirmó el cardenal. «Por tanto, no es nunca un actuar únicamente propio, autárquico, y autónomo, pura realización humana, sino la respuesta al don del amor de Dios», aclaró.

El cardenal alemán reveló algunos detalles hasta ahora inéditos sobre la redacción del Catecismo, que tuvo como coordinador del equipo de redacción al entonces teólogo dominico Christoph Schönborn, actual cardenal arzobispo de Viena. La elaboración de la parte del Catecismo relativa a la moral cristiana fue la más complicada, confesó Ratzinger, no sólo por «los difíciles problemas en el ámbito de la ética política, de la ética social, y de la ética bioética, en continuo proceso evolutivo», sino también porque «el debate sobre matrimonio y familia, sobre ética de la sexualidad está en pleno desarrollo».

Ahora bien, el cardenal matizó que el Catecismo no es un libro de investigación teológica, es el enunciado de la fe de la Iglesia. Por tanto —explicó—, «quien busca en el Catecismo un nuevo sistema teológico, o nuevas hipótesis sorprendentes, quedará decepcionado. Este tipo de actualidad no es la preocupación del Catecismo. Éste ofrece, recurriendo a la Sagrada Escritura y a la riqueza global de la Tradición en sus múltiples formas, e inspirándose en el Concilio Vaticano II, una visión orgánica de la totalidad de la fe católica, que es bella precisamente en cuanto totalidad, una belleza en la que reluce el esplendor de la verdad».

«La actualidad del Catecismo es la actualidad de la verdad nuevamente expresada y pensada. Esta actualidad permanecerá, a pesar de las críticas que reciba», aseguró.

Don privilegiado para la Iglesia

El broche de oro del Congreso corrió a cargo de Juan Pablo II, quien presentó el Catecismo como un don privilegiado para toda la Iglesia de inicios de milenio, al celebrar los diez años de su publicación. «En cuanto exposición completa e íntegra de la verdad católica, de la doctrina tanto de fe como de costumbres, válida siempre y para todos, con sus contenidos esenciales y fundamentales, permite conocer y profundizar, de manera positiva y serena, en lo que la Iglesia cree, celebra, vive y reza», explicó el Santo Padre.

El mismo Papa recordó que este documento tiene una naturaleza magisterial colegial sumamente particular, es decir, ha sido redactado por toda la Iglesia. La petición fue presentada por el Sínodo de Obispos de 1985, y su redacción se realizó consultando a todos los obispos del mundo. La versión original se publicó en 1992 (en francés), mientras que la edición latina (de referencia), en 1997. En varios países, como por ejemplo en Francia, ha sido un auténtico best seller en el año de su publicación. Diez años después de su publicación, según el Papa, este Catecismo «mantiene todavía hoy su realidad de don privilegiado, puesto a disposición de toda la Iglesia católica, y también ofrecido a todo hombre que nos pida razón de la esperanza que hay en nosotros y que quiera conocer lo que cree la Iglesia católica».

«Al presentar la doctrina católica de manera genuina y sistemática, si bien de manera sintética, el Catecismo refiere todo contenido de la catequesis a su centro vital, la persona de Cristo Señor», explicó Juan Pablo II. Por este motivo, y ésta fue la conclusión del Congreso catequístico, la gran labor que tiene ahora la Iglesia, y en particular los párrocos, profesores de Religión y catequistas, consiste en «intensificar nuestro compromiso renovado por su mayor difusión, por una acogida más gozosa, y por una mejor utilización en la Iglesia y en el mundo». Para lograr este objetivo, el cardenal Darío Castrillón Hoyos, Prefecto de la Congregación para el Clero, consideró que es decisivo el que el Catecismo de la Iglesia católica sea el punto de referencia de los catecismos locales o libros de religión con los que se ilustra la fe católica.

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Entre los niños de la calle de Río de Janeiro

Esta dimensión existencial del Catecismo quedó genialmente ilustrada por Maria Christina Sa, mujer laica, casada y con tres hijas, encargada de la pastoral de la arquidiócesis de Río de Janeiro a favor de los niños de la calle. El 24 % de los jóvenes que viven en las favelas no tiene trabajo y forma «un auténtico ejército al servicio de la ilegalidad y de la marginación», constató la catequista ante los cardenales, obispos y teólogos de todo el mundo.

Si abandonamos a los niños de la calle, «que viven al límite de la supervivencia», sólo podrán escoger entre dos opciones: «ser asesinados por la violencia o la droga, o ser reclutados por las organizaciones criminales o por la prostitución». Según Maria Christina, el anuncio del Catecismo entre estos pequeños se ha convertido, en estos años, en el motor de la labor de la Iglesia para ofrecer a estos pequeños una esperanza real, concreta, existencial, para sus vidas, capaz de redimir un terrible pasado.

Ahora bien, en esta misión la diócesis se plantea, como primer objetivo, tratar de recuperar la relación de estos niños, adolescentes o incluso jóvenes, con sus familias de origen. Es necesario —explicó— hacer todo lo posible para que los niños de la calle puedan tener la posibilidad de ser acogidos por una familia, o para que vuelvan al seno de su propia familia. «La primera escuela de vida y de palabra es la familia» —observó—, una lección que alcanza candente actualidad en otros contextos, como el español, en el que el número de niños testigos de uniones rotas de sus padres sigue en aumento.

Pero esta labor —dijo— no se puede realizar sin catequistas laicos, que hoy «son numerosos, pero están desperdigados». Y, dirigiéndose a líderes católicos de los cinco continentes, insistió en que «tienen que asumir la conciencia de sus propias responsabilidades». Ahora bien —concluyó—, «promover el laicado no significa clericalizarlo», pues «los laicos no pueden sustituir a los sacerdotes en el ejercicio de funciones que son propias del ministerio del Orden».

Seis propuestas

Al final del Congreso, los participantes escribieron un Mensaje final en el que recogen seis propuestas para ofrecer un anuncio de la fe que responda a las necesidades del hombre de hoy:

—Reconocen que el Catecismo se quedaría en letra muerta si no es acompañado por un proceso de iniciación en la fe, que implica sobre todo el anuncio de lo que creemos y la catequesis.

—Explicaron que la forma en la que hoy día se enseña el Catecismo, especialmente en la escuela, debe recuperar «las demás dimensiones del catecumenado, en las que la transmisión del mensaje sea enriquecida y apoyada por ritos y celebraciones, integrada por ejercicios ascético-penitenciales, sea apoyada por el testimonio y la compañía de la comunidad eclesial y la familia, para convertirse en una auténtica escuela de vida».

—Concluyeron que «la comunicación de la fe, tomada de la Sagrada Escritura, es hoy más deseada y difundida que nunca. El Catecismo de la Iglesia católica ayuda a leer la Biblia según la fe de la Iglesia».

—Recordaron que el Catecismo es el instrumento imprescindible para la formación de los agentes de la catequesis, para quienes pidieron «cualificadas escuelas de formación, incluso a nivel central de la Iglesia».

—Reconocieron que la «catequesis será eficaz a condición de que se dé un adecuado ambiente de fe vivido por la comunidad, animado por catequistas idóneos, apoyado por textos válidos».

—Pidieron que se afronte el imponente trabajo de redactar catecismos nacionales destinados a las diferentes edades.