Maestro de periodistas - Alfa y Omega

Maestro de periodistas

Manuel María Bru Alonso

Manuel de Unciti fue un sacerdote misionero que, como dice el autor de este libro, por azares de la vida, llegó a ser un gran periodista y un gran maestro. Cuando nos dejo hace seis años escribí que no era de esos periodistas que pululan por los platós televisivos para hablar, sin saber, de todo lo humano y lo divino. Manuel de Unciti fue un gran periodista porque hablaba de lo humano con una profundidad inusual, porque hablaba desde esa «pupila de Dios», de la que habla san Agustín y que Dios presta a quienes deja ver la realidad con su mirada.

Su primera pasión humana, sacerdotal y periodística, fueron las misiones. O mejor dicho, los misioneros. Vivió para que ellos, a través de su pluma, fueran voz de los sin voz, haciéndose asimismo misionero desde la trinchera de la comunicación. Como secretario nacional de Obras Misionales Pontificias hizo de la divulgación periodística del testimonio de los misioneros el que hoy, por su legado, sigue siendo el eje principal de esta institución en España: la divulgación misionera a través de los medios de comunicación social.

Su segunda pasión fue la formación de diversas generaciones de periodistas. Hoy no podemos entender el rico panorama de profesionales y maestros católicos de la comunicación sin su influjo. La Residencia Azorín para estudiantes de periodismo fue durante décadas una gran escuela de vida y de comunicación. Y con esta pequeña residencia de estudiantes generó mucha más presencia de «excelentes periodistas y auténticos cristianos», en términos de san Juan Pablo II, que no pocas facultades de Periodismo de universidades católicas.

Su tercera pasión humana fue, inseparable de los dos anteriores, su servicio a la Iglesia. A la Iglesia real, a la Iglesia total, a la Iglesia que está, como nos urge el Papa Francisco, en las periferias. Manolo las conocía todas: las periferias del cautiverio, las de la pobreza, las de la soledad, las de la persecución, las de la caridad entregada y enterrada. También conoció, en sus propias carnes, la periferia de la propia Iglesia, cuando fue víctima, por años, de juicios y prejuicios, prevenciones y rechazos, en el seno de su misma querida y amada Iglesia.

El autor de este libro, Juan Cantavella, es uno de sus más destacados discípulos. Con rigor histórico y con esa chispa periodística que facilita la curiosidad y el asombro, comienza el libro con una breve semblanza interior de Unciti. Después va desgranando los hitos de una biografía personal profundamente contextualizada en las sucesivas etapas sociales y eclesiales por las que vivió, y con las que titula sus capítulos: «Los primeros pasos en su formación» –de la familia al seminario–; «La experiencia inigualable del seminario de Vitoria», donde fraguó su vocación sacerdotal; su «Temprana inclinación hacia las misiones» y los primeros pasos en el periodismo misional; «Cómo se perdió un gran investigador» tras su paso por el Colegio Español de Roma; su «Trabajo intenso para las misiones» en torno a los años del Concilio Vaticano II; sus «Estudios de Periodismo y trabajo como periodista» en el posconcilio, sobre todo en el diario Ya; la puesta en marcha de la Fundación Maximiliano Kolbe y el semanario Mañana; la «Creación y auge de la Residencia Azorín»; su salida de las OMP y el cierre de la residencia, y sus viajes, libros y artículos en la etapa final. Los dos últimos capítulos los dedica a su identidad de cura vasco no separatista y a su entrega al final de la vida.

Manuel de Unciti. Misionero y periodista
Autor:

Juan Cantavella

Editorial:

San Pablo