Madrid evangelizado, Madrid evangelizador
Gracias «por su entrega pastoral, a lo largo de estos veinte años, para conducirnos a la comunión con Jesucristo, desde donde nos llega persistente y comprometido el envío a anunciar el Evangelio», le decía al cardenal Rouco, en nombre de la comunidad diocesana, el obispo auxiliar monseñor Fidel Herráez, al término de la Misa de acción de gracias celebrada el pasado sábado en la catedral de La Almudena
El cardenal Rouco se despidió el sábado de la diócesis en una multitudinaria y emotiva Misa de acción de gracias. Fue el momento culminante de diversos actos de despedida, grandes y pequeños, que se están celebrando en Madrid desde hace varias semanas.
El cardenal recordaba, en la catedral de La Almudena, cómo el 22 de octubre de 1994 llegaba a Madrid, procedente de Santiago, «con el alma marcada por el amor a la tradición jacobea, viva y pujante en aquella Iglesia venerable que guardaba celosamente, con el sepulcro y la memoria del apóstol Santiago, el primer evangelizador de España, las raíces apostólicas de nuestra fe bimilenaria».
Llegaba monseñor Rouco marcado por las dos visitas a Compostela de san Juan Pablo II -en 1982, y con motivo de la JMJ de 1989-, en las que el Papa Wojtyla «nos emplazaba inexcusablemente a evangelizar de nuevo -¡con nuevo ardor!- a los viejos pueblos y naciones de una Europa de raíces cristianas milenarias».
Ese dinamismo misionero fue después la tónica de los 20 años de ministerio del cardenal en Madrid. «El Evangelio de Jesucristo ha sido anunciado, proclamado, predicado y testificado incansablemente por sus sacerdotes, sus consagrados, sus consagradas y por sus fieles laicos, compartiendo humilde y generosamente carismas extraordinarios y realidades nuevas que el Señor ha ido repartiendo a lo largo y a lo ancho de la Iglesia después del Concilio Vaticano II», decía el sábado.
Momento especialmente grato e intenso en estos años fue para él la visita de Benedicto XVI a la JMJ de 2011, verdadera cascada de luz y un ejemplo de nueva evangelización, según la definió el ahora Papa emérito. Con especial cariño, ha recordado también don Antonio la última visita de san Juan Pablo II, en 2003, en la que dejó esa especie de testamento espiritual a la nación: «España evangelizada y España evangelizadora». Han sido dos Pontífices a los que el cardenal ha estado especialmente unido. Pero fue un tercero, Pablo VI, quien le nombró obispo. Treinta y ocho años después, el cardenal Rouco culmina su ministerio en Madrid asistiendo a la beatificación del Papa Montini.
En estas casi cuatro décadas ha dejado una profunda huella en la Iglesia en Santiago, en Madrid y en España. Monseñor Rouco ha sido 4 veces Presidente de la Conferencia Episcopal, ha impulsado la renovación del seminario, ha fomentado la participación de los laicos en la vida pública… Pero cuando le preguntan a él por su mayor logro, lo primero que le viene a la mente es el impulso la devoción popular a la Virgen, a la Virgen de La Almudena, Patrona de la Villa de Madrid, rompeolas de todas las Españas, donde nadie es forastero, pero muchos creen estar todavía sólo como de paso.
No es éste, sin embargo, un momento para el balance. No en primer lugar. Hacerlo con justicia probablemente requiera esperar a tener cierta perspectiva histórica. Éste es ahora un momento para el agradecimiento, el agradecimiento a un pastor -recordaba monseñor Fidel Herráez- que llegó a Madrid con dos ejes programáticos muy básicos y claros en su programa: comunión y misión. «Pedimos a Dios que queden acuñados en el corazón de la diócesis», añadía el obispo auxiliar. Sería sin duda ésa la mayor satisfacción que podrían darle los madrileños a don Antonio, y el mejor legado posible del cardenal a su sucesor, monseñor Carlos Osoro.