Los peligros de buscar ayuda psicológica en ChatGPT - Alfa y Omega

Los peligros de buscar ayuda psicológica en ChatGPT

Ester Medina Rodríguez
Nieto investiga sobre dolor crónico y desarrolla intervenciones en línea
Nieto investiga sobre dolor crónico y desarrolla intervenciones en línea. Foto cedida por Rubén Nieto.

Cada vez más personas recurren a chatbots de inteligencia artificial (IA), como ChatGPT, para consultar temas íntimos o buscar consuelo después de, por ejemplo, discutir con su pareja. También para intentar entender por qué se ha enfadado o cómo hacer las paces con ella. Junto a Rubén Nieto, catedrático de Estudios de Psicología de la Universidad Abierta de Cataluña, desgranamos cómo detrás de estos comportamientos hay falta de vínculos reales.

Es chocante leer testimonios de personas que recurren a la IA para desahogarse, pedir consejo o incluso la llaman «amiga». ¿Ustedes lo notan?
—Mucho. En la consulta, la gente reconoce que antes de venir ha preguntado a ChatGPT buscando solución y, como no la han encontrado, acuden a nosotros. En cierta manera, lo veo normal. Hay una tendencia a hacer todo mediado por las tecnologías y este es un nuevo sistema que ha surgido. La gente utiliza ChatGPT para todo y eso incluye las relaciones en momentos de soledad. Digamos que en la IA han encontrado una alternativa barata, accesible y que reduce el estigma que sigue habiendo en ir al psicólogo. Otro tema es que esto pueda llegar a ser problemático.

¿Por qué puede ser un problema?
—ChatGPT o un sistema similar, no puede sustituir a un psicólogo. La IA se basa en datos, pero la capacidad para identificar la información correcta, científicamente hablando, es muy limitada y puede recomendar tratamientos no adecuados o incluso contraproducentes. A estos errores los llamamos «alucinaciones». Además, estos sistemas pierden información que el psicólogo sí tiene, como el historial o la información que nos aporta la comunicación no verbal, algo fundamental para nosotros. Creo que hace falta una labor educativa para saber valorar críticamente la fiabilidad de la información que nos da la IA para estos usos.

Muchos reconocen que hacen esas búsquedas porque no tienen tiempo o dinero para ir al psicólogo.
—También es lógico. La oferta que hacemos desde la psicología es desafortunadamente muy baja; ir al psicólogo es difícil para mucha gente por el coste, y la oferta pública es muy baja, lo cual hace muy complicado seguir una terapia psicológica. Es una asignatura pendiente, porque la gente busca otras opciones.

¿En qué tareas puede ayudar la IA a la psicología?
—Por ejemplo, hay estudios que ya han desarrollado un chatbot —un programa informático que simula una conversación— para tratar a personas con depresión y ansiedad, con resultados efectivos. O también para resumir información. La gran diferencia es que estos sistemas están entrenados y supervisados por expertos. Al fin y al cabo, la IA tiene muchísimas ventajas para los psicólogos y no deberíamos tener miedo a utilizarla.

En el documento Antiqua et nova, el Papa Francisco defiende que «los seres humanos estamos hechos para experimentar relaciones auténticas» y que la IA solo puede «simularlas».
—Estoy muy de acuerdo con esa idea. La IA solo puede simular las relaciones personales porque en ellas se sustentan muchas cosas que es incapaz de realizar, como las emociones y los deseos. Por ejemplo, aparenta que nos entiende cuando simplemente está utilizando unos algoritmos para darnos unas respuestas que parecen muy humanas. Además, la interacción con la IA se limita exclusivamente a ese momento, después todo desaparece, porque la interacción acaba y la IA nos olvida.

León XIV ha insistido bastante en su primer mes de pontificado en el desafío de la IA. ¿Cuáles cree que tiene este nuevo pontificado?
—El mayor reto lo tiene también la sociedad en general, y es tener una visión crítica de la IA pero también abierta, porque ha venido para quedarse. Hace falta ayudar a la población a identificar los elementos críticos para un buen uso de esta tecnología, que también puede tener efectos muy perversos.