Los desahucios, uno de los efectos de la deshumanización de la banca. También es viable un modelo de Banca ética
«La consigna era vender» a toda costa, denuncia un voluntario de Cáritas jubilado, que tras toda una vida dedicado a la Banca, ahora ayuda a familias que no pueden pagar la hipoteca a renegociar con el Banco. La dación en pago de la vivienda, a la que podrán acogerse algunas familias, es una buena medida que resolverá muchos problemas, pero no el primero y mayor de todos: la deshumanización de la Banca. Diversas experiencias demuestran, sin embargo, que también es viable un modelo de Banca ética
«El empleado del Banco, ahora, es una persona que llega a primera hora de la mañana a su puesto de trabajo y entra en una reunión, de la que sale con una consigna: Tienes que vender tales o cuales acciones, o paquetes de inversión —da igual si son arriesgados o no— al primero que pase por tu mesa», afirma Antonio —nombre ficticio—, un voluntario de Cáritas jubilado que, tras toda una larga carrera en la banca, ahora ayuda a las familias que piden asesoramiento a la institución para no acabar desahuciados, o sin poder dar de comer a sus hijos por tener que pagar la hipoteca.
«En los bancos, a menudo, no se tiene en cuenta, en ningún momento, la situación de la persona que tienen delante», añade.

Denuncia Antonio: «La instrucción a los departamentos era: Tenemos que crecer, porque los buenos gestores eran los que concedían más hipotecas, con intereses más altos». Ésa era la consigna generalizada, en los tiempos de bonanza económica, en España. «Ha sido una irresponsabilidad total, una tropelía permitida por el Banco de España», añade.
Para Antonio, que cada día ve «personas realmente angustiadas, que no pueden afrontar, durante más tiempo, el pago de la hipoteca, porque no tienen ni para dar de comer a sus hijos dos veces al día», la responsabilidad es compartida: «Al Banco le venía bien vender, evidentemente; es una empresa. Por eso, animaban a los que llegaban para que pidiesen créditos, diciéndoles que comprasen, asegurándoles que era una inversión segura, que los bienes inmuebles se iban a revalorizar en poco tiempo… Todos se lo creyeron, sin pensar demasiado en las consecuencias de hipotecarse a 40 años».
Irresponsabilidad conjunta
Para Antonio, la culpa no sólo es de la entidad financiera: «Todos nos hemos beneficiado de la irresponsabilidad de los bancos —ni siquiera se trasladaba cada caso a los departamentos de riesgo—, a través de nuestra pérdida de noción de la realidad y de nuestra ingenuidad, porque nos hemos creído todo lo que nos han dicho», afirma.
Lo primero que hace ahora Antonio, cuando alguien va a pedirle ayuda, es «escucharle, ver qué necesita y qué pretende, y así, les oriento sobre lo que es más conveniente para su caso». Es curioso ver cómo, «cuando llegamos a las entidades financieras con las personas que solicitan nuestra ayuda y exponemos el caso, muchos de los empleados de la banca —más bien, especuladores, como los define el propio Antonio—, que estuvieron detrás de la concesión de la hipoteca a la familia que tienen ahora enfrente, arruinada, se sienten avergonzados. No tienen argumentos para justificar lo mal que gestionaron la situación», sentencia.
Versión que respalda María —también nombre ficticio—, trabajadora de una entidad bancaria de notorio peso en nuestro país: «Aunque en nuestro programita del ordenador, en el que ingresábamos los datos del solicitante de la hipoteca, saliese negativo, la orden era: Sí a todo, sin pensar en las consecuencias».
La anhelada dación en pago
Gracias al trabajo de entidades como Cáritas, se ha conseguido que el Consejo de Ministros aprobase, el pasado viernes, un código de buenas prácticas que los bancos y las cajas podrán suscribir voluntariamente, incluido en el Decreto Ley de medidas urgentes en materia de ejecuciones hipotecarias para frenar la ola de desahucios. El código recoge la opción de que las entidades financieras acepten que una familia en riesgo de exclusión social salde su hipoteca con la entrega de su vivienda, lo que se conoce como la dación en pago. La medida se utilizará como último recurso, ya que previamente se intentará reestructurar la deuda hipotecaria, o se negociará la reducción de una parte de la deuda.

No todos podrán acogerse a estas medidas. Las familias afectadas tendrán que tener todos sus miembros en paro y su cuota hipotecaria deberá superar el 60 % de sus ingresos. Igualmente, el proceso no se activará si la hipoteca cuenta con un avalista solvente. Además, de momento, el Gobierno se ha fijado exclusivamente en criterios económicos para considerar que una persona está en riesgo de exclusión social, y no ha tenido en cuenta que ser mayor de 65 años, o tener una discapacidad, puede agravar la situación, aunque, según informan diversas medios, se está estudiando añadir esta opción.
La noticia ha sido de gran agrado para Antonio, que ya ha conseguido en varias ocasiones negociar con entidades la dación en pago de viviendas. «Es una auténtica liberación para las familias, que soluciona hasta problemas matrimoniales, porque las relaciones entre ellos se ven terriblemente deterioradas cuando se enfrentan a un problema como éste», afirma.
Hay alternativas
«En el arranque de su Infierno, Virgilio señala a Dante unos condenados que lo son, no por pecadores notorios, sino por simples egoístas. Ma per sé foro, fueron a lo suyo», recuerda Víctor Pérez Díaz, miembro del Consejo Consultivo de la Fundación de las Cajas de Ahorros, hace unos días, en una Tercera de ABC.
Éste ha sido el modus operandi de los bancos, que han logrado deshumanizar por completo el sistema financiero: «Los bancos han estado mucho tiempo regidos por gente que ha perdido el sentido de la realidad, cuyo único interés era el beneficio a corto plazo, en una impresionante búsqueda por copiar» a los bancos de inversión norteamericanos, afirma don Ettore Pezzuto, trabajador de un banco Internacional con sede en Madrid. «Cuando una entidad financiera deja de preocuparse por el ahorro, y su trabajo se basa en prestar dinero a quien no lo podría restituir, sin pensar en el daño que esto provocaría, estamos frente a una irreversible caída hacia el nihilismo», añade.
«Y eso que en el sector trabajamos con códigos de buena conducta», cuenta don Miguel Ángel Cercas, quien, tras trabajar en diversas entidades, llegó hasta Renta4, un banco de inversión ético. «La norma común en la banca es que el trabajador tiene que cumplir objetivos que marca la entidad, porque, si no llega, puede perder parte de su salario, el prestigio dentro de la casa o, incluso, el puesto de trabajo», señala Miguel Ángel. «Por eso, poca gente es valiente, aunque sepa que actúa en ocasiones mal. Lo cómodo es limitarse a seguir la pauta», continúa. Aunque —reconoce— «también es verdad que, tal y como están diseñadas las estructuras, el tipo que trabaja en un Banco está asfixiado»; tanto, que, por ejemplo, si hay que vender un paquete tecnológico con un gran porcentaje de riesgo a un hombre de 80 años que quiere invertir todos sus ahorros en un producto seguro, se hace. Aun sabiendo que tiene una alta probabilidad de arruinarse. Esta situación se ha hecho, en los últimos años, muchas veces realidad.

Miguel Ángel afirma que, ahora, desde su puesto de trabajo en Renta4, «el cliente está por delante del negocio. De hecho, nuestro máximo interés es conocer a la persona que tenemos delante, para ofrecer el servicio que se merece. Los clientes depositan en nosotros su confianza y nuestro trabajo es saber corresponderla».
La buena noticia es que modelos como éste funcionan. «Siendo ético, también se gana: el cliente está contento con su inversión, y nosotros no tenemos que colocar un negocio que sabemos que puede fallar fácilmente», continúa Miguel Ángel Cercas. «Si conseguimos que la gente que trabaja en la Banca cultive las virtudes humanas —que se trabaje con justicia, prudencia, templanza…—, cambiaría el sistema financiero», concluye.
La Banca ética
Otra alternativa existente, y poco conocida, es la Banca ética, cuya misión se sustenta en la visión de la economía como un medio al servicio de las personas y comunidades, no como un fin. Proyectos como Fiare —con el que trabaja Cáritas, entre otras instituciones— tienen como objetivo apoyar, mediante créditos, «las actividades económicas que tienen un impacto positivo en la sociedad», según recoge, en su identidad, la Banca ética Fiare. Además, prestan el dinero a las empresas, actividades y proyectos sociales que favorezcan el desarrollo humano, y ofrecen productos de ahorro e inversión, invitando al ciudadano a decidir, responsablemente, el uso que se hace con su dinero. Alternativas a los tiburones financieros, haberlas, haylas.