Ley de Dependencia y eutanasia, el mundo al revés
La Universidad Católica San Antonio, de Murcia, clausuró, la semana pasada, su Máster de Bioética con las Jornadas Temas claves en la Bioética contemporánea. Del 22 al 24 de enero, se trataron temas como el aborto, la calidad de vida, o la eutanasia. De esta última, don Enrique Bonete, catedrático de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Salamanca, afirmó que entra en clara contradicción con el espíritu de la Ley de Dependencia. Por su interés, reproducimos un fragmento de su intervención:
El núcleo ético-filosófico que se está suscitando en Europa (e igualmente en nuestro país) sobre la eutanasia radica, a mi modo de ver, en el conflicto entre una concepción soberanista del principio de la autonomía, según la cual se ha de respetar siempre la voluntad de morir que manifieste un paciente, aunque sea menor de edad y no esté en fase terminal -lo que implica que alguien ha de realizar la acción de matar-, y una concepción ontologista del principio de la dignidad de la persona, que defiende la necesidad de combatir con todos los medios técnicos y humanos al alcance de la Medicina aquellos dolores y sufrimientos que originan en el paciente sensación de indignidad y deseos de que alguien acabe con su existencia.
Es este segundo principio el que subyace, a mi juicio, a la Ley de Dependencia. Al mismo tiempo que esta ley persigue la promoción de la autonomía del dependiente, regula la atención a las personas con especiales necesidades de apoyo, evitando la sensación de abandono y olvido social, que en no pocos casos origina la solicitud de la eutanasia o del suicidio asistido. Así pues, la ética médica nos viene a señalar que se ha de respetar al máximo la dignidad de la persona vulnerable que está en situación terminal, sin matar directamente y sin acelerar de modo intencionado la muerte.
Según este punto de vista moral, el objetivo principal de la Medicina, del personal sanitario y de los cuidadores profesionales a los que se refiere la Ley de Dependencia, será cuidar al paciente (cuando ya no sea posible curar), reduciendo los dolores y sufrimientos innecesarios que se originan durante el largo y agónico proceso de morir. Pero nunca ha de constituir tarea de los médicos matar a quien se acerca ya a la muerte, aunque lo solicite.
Perspectivas sombrías
La aceptación social de la eutanasia difunde indirectamente una perspectiva un tanto sombría para las personas más frágiles y vulnerables, provocando en ellas una notable pérdida de autoestima y sensación mayor de abandono, lo que la Ley de Dependencia busca evitar a toda costa, fomentando mayores compromisos humanos, técnicos y económicos en la atención a los grandes dependientes.
Por lo dicho, queda claro que es la dignidad de la persona el principio ético que ha de inspirar el comportamiento profesional de los médicos, no el afán de respetar una autonomía absoluta del paciente, que en la mayoría de los casos se encuentra sometido a presión especial por las características concretas de la enfermedad. El respeto a la dignidad de la persona (que por ser una realidad ontológica, nunca pierde un ápice de valor, sea cual sea la circunstancia y grado de dependencia en que se halle), implica también considerar como práctica médica correcta el tratamiento analgésico y sedativo que busca sobre todo reducir el dolor o la consciencia del agonizante cuando ya los esfuerzos terapéuticos son inútiles ante una muerte inminente.
Algunos documentos que en estos últimos años se han presentado a la opinión pública de nuestro país son muy ilustradores de la nueva mentalidad social favorable a la eutanasia. Quisiera referirme brevemente a tres textos procedentes, curiosamente, de Cataluña: el Documento sobre la disposición de la propia vida en determinados supuestos: declaración sobre la eutanasia, propuesto por el Observatorio de Bioética y Derecho (2003); Hacia una posible despenalización de la eutanasia, declaración elaborada por el Instituto Borja de Bioética (2005); y el Informe sobre la eutanasia y la ayuda al suicidio, redactado por el Comité Consultivo de Bioética de Cataluña (2006). Tales documentos han sido difundidos durante estos últimos años a través de los medios de comunicación con el afán de orientar la opinión pública y a instancias políticas en favor de la eutanasia. No obstante, lo más apropiado hubiera sido que recogieran también algunas de las posiciones morales de quienes se oponen a su legalización, lo que les hubiera dado mayor credibilidad y rigor argumentativo. Estamos, pues, ante documentos que, tras la fachada de competencia científica, médica y filosófica, nos ofrecen una línea ideológica monolítica.