La viga - Alfa y Omega

Hace algún tiempo, al terminar una de esas catequesis de los sábados, hablando con una adolescente me dijo que de mayor no quería tener hijos, ninguno, por la brega que daban. Prefería vivir sin compromisos. El Papa denunció en una catequesis la nueva moda de las parejas jóvenes de sustituir los hijos por mascotas. Y la verdad es que no hay más que pasarse un domingo por una iglesia para ver que ya ni siquiera ahí se ven familias numerosas.

Mi amigo Nolasco, un día, en su 59 o 60 cumpleaños, recibió la visita de su madre y sus hermanos. Eran 13, y se presentaron sin avisar al terminar la Misa. Juntos nos tomamos un tinto y un pastel de pollo en la cafetería de enfrente. Mi amiga Liliana tampoco se queda atrás: tiene nueve hermanos. Y Paúl tiene siete; Ana, 13, y la madre de Lucina, 19 hijos. Las familias de antaño, es cierto, se abrían gozosamente a la vida y, por lo que parece, ninguno se murió de hambre.

Pero los tiempos cambian, y con ellos también las tentaciones; porque ahora los avances científicos se alían con la cultura de la muerte y con los nuevos eslóganes de la vida sin compromiso. Seducen a las familias con esas mascotas y con esos nuevos conceptos de planificación familiar, con esos métodos anticonceptivos que celebran en silencio.

Parece lógico pensar que, si en las iglesias no se ven ya niños es porque nosotros mismos también participamos en el consumo de esos métodos de control de la natalidad. Da la sensación de que estamos dando de comer a esa inmensa mole empresarial que tratamos de derribar cuando sacamos el Catecismo o invocamos el no al aborto, y las consignas provida. Hay quienes alegan el peligro de llenarnos de hijos. Y quienes sostienen que, en ciertas cosas del magisterio, es necesario buscar puntos intermedios, adaptar la doctrina de Jesús a nuestra época. Respeto la diferencia, pero no la comparto. Me lo digo a mí mismo tantas veces: «Ha llegado el momento, Antonio, de recoger la verdad del Catecismo, con caridad. Sí, es el momento de quitarnos esa viga del ojo que sostiene toda una señora estructura de pecado».