«La situación trágica de tantas familias requiere un cambio de actitud pastoral»
Entrevista al cardenal Fernando Sebastián, realizada por José Luis Restán en el programa El Espejo, de la cadena COPE, con motivo de la publicación del libro Diez cosas que el Papa Francisco quiere que sepas sobre la familia (Publicaciones Claretianas). En esta entrevista, el cardenal Sebastián, que participó en la primera de las asambleas sinodales dedicadas a la familia, despliega el contenido de la Exhortación Apostólica del Papa Francisco Amoris Laetitia, y afronta las críticas que ha suscitado en algunos ambientes
Recuerdo que en El Espejo concluimos el seguimiento de los Sínodos sobre la familia conversando con usted. Ahora, tras la publicación de este libro, tengo que hacerle una primera pregunta a quemarropa: ¿le sorprenden algunas reacciones irritadas que están fermentando en determinados ambientes sobre el contenido de la exhortación Amoris Laetitia, como si este documento del Papa supusiera una ruptura en el camino de la Iglesia?
Me preguntas si me han sorprendido estas reacciones… bueno, sólo relativamente, porque estas reacciones, minoritarias y desconcertadas, las hemos visto siempre en la vida de la Iglesia, me recuerdan a los primeros años del posconcilio, cuando había gente que con la mejor voluntad no podía comprender las relativas innovaciones del Concilio. Ahora pasa un poco lo mismo, hay un cambio de perspectiva, de sensibilidad y de circunstancias a las que tenemos que atender, y algunas personas no entienden que el Magisterio de la Iglesia es un magisterio vivo, que está recuperando continuamente la riqueza de la fuente original, y que trata de responder del mejor modo posible a las circunstancias cambiantes de la vida.
No podemos tocar aquí esas «diez cosas» (a las que se refiere el título del libro) que el Papa quiere que sepamos sobre la familia, pero yo veo al principio un núcleo que se refiere al fundamento, a la claridad de ideas y a la autenticidad del sacramento del matrimonio. Háblenos de este primer paso de su libro.
Claro, es una pena que a veces toda la atención se centre en el famoso capítulo octavo, que es casi un apéndice, porque el centro de la exhortación es la exposición renovada, positiva, vigorosa, con un lenguaje amable y atrayente de la riqueza espiritual del matrimonio cristiano. La principal atención y la energía de la pastoral se deben centrar en el descubrimiento de la riqueza espiritual del sacramento del matrimonio y en la presentación a los fieles de esa riqueza espiritual y humana que el matrimonio cristianamente vivido lleva consigo. Ese es el empuje principal de la exhortación y esa tiene que ser la preocupación central de la Iglesia: presentar el matrimonio no como un contrato al estilo del Derecho Romano, sino como un proyecto de vida entre el varón y la mujer, fundado en el amor, inspirado en el seguimiento de Cristo y orientado hacia la perfección espiritual, personal, natural y sobrenatural, de las personas y la familia. El matrimonio, así entendido, es un camino de enriquecimiento humano, es un camino de santificación, y es un fundamento y un fermento de renovación y de vida, para la Iglesia y para la sociedad entera. Y eso tiene un atractivo y una fuerza, que es lo que tendríamos que tratar de descubrir y de presentar al conjunto de nuestra sociedad.
Usted habla de la necesidad de una «atención pastoral intensa», quizás estos dos Sínodos y esta exhortación lo que han abierto es una nueva fase en lo que llamamos «pastoral familiar», que no vamos a decir que no existiera, claro que existía, y se hacía mucho y aquí lo hemos contado, pero que quizás necesitaba una vuelta de tuerca…
Exactamente, exactamente. Se necesitaba, primero, el descubrimiento de la situación verdaderamente trágica de cómo se vive el matrimonio y la familia en nuestra sociedad; las estadísticas y la experiencia nos demuestran que hay mucha improvisación, mucho fracaso, mucho dolor, muchas omisiones y muchas equivocaciones en el planteamiento de la vida familiar y matrimonial. Y luego, la percepción del deterioro de algo tan profundo para la persona, para la Iglesia y para la sociedad nos debe llevar a una reacción vigorosa, pero yendo al fondo de la cuestión: a la preparación espiritual, a la formación en la fe, a descubrir la riqueza del matrimonio, a la celebración, con autenticidad humana y cristiana, del matrimonio sacramental.
Creo que sólo desde ahí se puede entender ese capítulo 8, al que usted se refiere en su libro con el título Compadecer, discernir, sanar, integrar… ¿Cuál es el movimiento que ha querido hacer el Papa, con toda la Iglesia, para afrontar esa situación que usted mismo ha calificado como trágica?
Primero un movimiento de fraternidad, de acogimiento, de ayuda. En vez de considerar a estas personas como caídas, que han quedado en la cuneta y de las cuales nos desentendemos, hay que pararse y salir a su encuentro. La Iglesia tiene que ser la buena samaritana, consoladora de los afligidos y auxilio de los cristianos. Tenemos que acercarnos a estos hermanos que están heridos y que han fracaso en su proyecto vital, porque eso es lo que ocurre cuando se desmorona un matrimonio o se separa una familia. Luego se podrá, más o menos, recomponer, pero de momento es un fracaso, un dolor y un sufrimiento. Hay que acercarse a ellos, comprenderlos y no condenarlos, no juzgarles, porque eso corresponde sólo a Dios. Hay que acercarse con respeto y misericordia, y ayudar a cada uno según su necesidad.
¿Y cuál es la modalidad de acompañamiento y de ayuda que propone Francisco en Amoris Laetitia?
El Papa dice básicamente tres cosas. Primero: no condenemos, vamos a ayudar; segundo, vamos a valorar lo que hay de positivo en cada persona; hay gente que, sin casarse, han vivido juntos con respeto, con amor, con generosidad, hay que reconocer lo que cada uno tiene de bueno. Si queremos ayudar a una persona, no vamos a entrar reprochándole lo que no tiene, sino que hay que entrar valorando lo que tiene, y ofreciéndole lo que le puede ayudar a mejorar. Hay que cambiar de actitud. En vez de considerar las situaciones deficitarias como una alternativa o una agresión contra el matrimonio cristiano, considerémoslas como una preparación. Lo que hay de bueno en las personas, en la fidelidad, en el amor, en la generosidad que han intentado vivir, eso les prepara para descubrir y aceptar el proyecto de Jesús y de la Iglesia.
Acercarnos y reconocer que, aunque no hay excepciones para la ley, para el modelo cristiano de fidelidad y de indisolubilidad, sí puede haber circunstancias atenuantes o eximentes de la culpabilidad de la persona. Lo más agudo y nuevo que dice el Papa en ese capítulo octavo es que algunas personas, viviendo de hecho en una situación objetivamente pecaminosa, pueden estar como atrapadas y viviendo en gracia de Dios, y merecen el reconocimiento y el perdón de la Iglesia. Pero quisiera terminar volviendo al principio, para decir que he intentado escribir este libro, como tú has dicho, con un estilo pedagógico, cercano y atractivo, que pueda ayudar a los novios y las familias a descubrir la riqueza del sacramento y del don divino que han recibido.
José Luis Restán / PáginasDigital.es