La primera fundación de santa Teresa
El pasado lunes se presentó en Madrid el libro de Asun Aguirrezábal Santa Teresa en Medina del Campo, editado cuidadosamente por Monte Carmelo. La autora es una especialista en la santa que renovó el Carmelo, y su papel en este recordatorio de aquella fundación es dejar paso a los textos de los maestros de nuestra espiritualidad castellana, Juan de Yepes y Teresa. También deja que el primer capellán que tuvo la de Ávila nos cuente el inicio de la aventura espiritual de las fundaciones, Julián de Ávila.
La autora se coloca en un calculado segundo plano, hilvanando invisiblemente la trama de aquel trabajo apostólico que costó muchos rezos. Lo más hermoso del libro es que va más allá de un documento histórico, no es sólo la peripecia de la llegada a Medina del Campo de la caravana que llevaba a las monjas de Ávila. Tampoco es un centón de citas que reflejan la perenne actualidad de la espiritualidad del siglo XVI. En el fondo, cada página refleja la gran revolución que supuso la encarnación del Hijo de Dios, y cómo se sirve de aquellos que va haciendo amigos para desplegar su bien silencioso.
Sobrecoge asistir a las palabras que posteriormente escribiera Teresa en uno de sus coloquios con Cristo: «En Medina no me hablaste». Lo dice como la amiga que echa en falta las atenciones de quien bien le quiere.
El libro es además un retrato de una realidad viviente. La misma autora lo dice cuando habla del convento en la actualidad: «Entre sus monjas, me encontré con la santa». Son 21 las religiosas que allí viven ocultamente una entrega incondicional a su Señor. La edad media es de 70 años, la más joven tiene 51 y la mayor 93. La última entrada en el convento ocurrió en el 2004 y no hay a la vista vocaciones.
Es un libro que invita a rezar por el futuro de las vocaciones contemplativas en el rincón de Castilla que vio nacer una de las acciones de Dios más fecundas en nuestra patria.