La Pascua de los cristianos de Irak
La Iglesia de Irak, presente en el país desde el principio del cristianismo, es de una gran belleza y riqueza por su variedad de ritos y por el testimonio de fe y de amor al Señor que han dado los cristianos. Durante los últimos años han vivido momentos muy difíciles, sobre todo por culpa del extremismo islámico y grupos como Al Qaeda o el denominado Estado islámico (ISIS). Por esta razón el número de cristianos ha pasado de aproximadamente un millón y medio, antes del 2003, a unos 300.000 cristianos en la actualidad; aunque es difícil conocer el número con precisión.
En verano del 2014 los cristianos que vivían en Mosul y en la llanura de Nínive, algunos provenientes de otras zonas del país, se vieron obligados a abandonar sus casas para no renegar de su fe. Algunos se fueron de Irak y otros han vivido en condiciones precarias, esperando que la situación cambiase. Después de la victoria militar contra el ISIS y la liberación de sus pueblos, muchos de ellos están regresando, mostrando un bonito apego a su tierra y una fuerte fe y esperanza. Esta Semana Santa ha sido precioso ver en muchos pueblos de la llanura de Nínive que las iglesias que habían sido quemadas o dañadas han sido reconstruidas y estaban llenas. Es muy alentador que en todos esos pueblos las escuelas cristianas han vuelto a abrirse y la Iglesia sigue realizando una labor preciosa a través de iniciativas como Caritas. Sigue habiendo vocaciones y la vida de la Iglesia renace como un bien para todos.
El nombramiento de un nuevo arzobispo de Mosul para los caldeos, monseñor Najeeb Michaeel Mousa, es otro gran signo de esperanza. Ha sido bien recibido por todos, incluso por parte de los musulmanes. La comunidad siro-católica está muy presente en la zona de Mosul, de Kirkuk y del Kurdistán, y a esa diócesis siro-católica se ha destinado también un nuevo pastor, monseñor Nizar Semaan, que ha sido nombrado arzobispo coadjutor y que será ordenado el 7 de junio.
Viendo todo esto me resulta evidente una vez más que el mal y la violencia no tienen la última palabra. La última palabra es del bien y del amor. Es la victoria pascual de Jesucristo, de la que los cristianos iraquíes han hecho experiencia, especialmente en los momentos difíciles de la persecución, cuando se decían agradecidos al Señor porque a pesar de que les habían quitado todo sin embargo no les habían quitado la fe, que es lo más importante. Es esa experiencia de la victoria de Cristo que les ha hecho capaces de perdonar y de vivir con esperanza. Es también la que ahora los acompaña en el momento de volver a comenzar en sus hogares, en la hora de la reconstrucción y de la reconciliación, con el deseo de seguir contribuyendo al bien de todos, al bien de la sociedad iraquí, junto con sus conciudadanos de los diversos grupos, la mayoría de ellos musulmanes.
Nos alegramos con ellos, nos enriquecemos con su testimonio de fe, damos gracias a Dios. Y renovamos el deseo de seguirles sosteniendo con nuestra oración y con nuestra ayuda.