La Navidad en el fin del mundo - Alfa y Omega

La Navidad en el fin del mundo

Cajas de alimentos para compartir en Nochebuena desde las Casas de Caridad de Cáritas, pesebres vivientes en las villas miseria y obispos de visita en las cárceles. Así se celebra la Navidad en la ciudad natal del Papa Francisco

Lucas Schaerer
Belén viviente de La Carcova, villa de Buenos Aires. Foto: Lucas Schaerer

En la ciudad de Buenos Aires, donde residen 13 millones de personas, los grandes centros comerciales se llenan de una multitud de gente que compra con cierta desesperación contra el tiempo. Pero en las iglesias el ambiente es distinto, parece de otra época; el contraste es muy grande. Se reza por el más pobre, se trabaja por él. La esperanza nace, no por un objeto, sino por un objetivo de humanidad. Es el pico de la santidad en medio de la mundanidad.

Macarena Sarmiento Peretti, de Cáritas Buenos Aires, explica que en la ciudad existen cuatro Casas de la Caridad, una por vicaría –como se divide la archidiócesis porteña, que cuenta con 186 parroquias–. En ellas, las fiestas se celebran desde la «Navidad en pañales, para ayudar a envolver a Jesús en la vida de cada niño que nace en la pobreza de tantos pesebres de hoy». Ha habido colecta de juguetes y, en barrios de clase media, se ha convocado a la feligresía a «armar una caja de Nochebuena con alimentos para compartir con nuestros hermanos necesitados». En muchos templos también se realizan estos días cenas con shows, comidas, juegos… y se piden donaciones de leche en polvo y pañales. «No es algo extraordinario, es intrínseco a Cáritas», agregó Sarmiento, integrante de la organización fundada por el empresario Enrique Shaw, en proceso de beatificación.

El padre Pepe, cura villero amigo del Papa Francisco, durante una celebración. Foto: Lucas Schaerer

En la parroquia de la Santa Cruz, en el barrio porteño de San Cristóbal, el pesebre que montaron los jóvenes está flanqueado por banderas de América del Sur. Muchas feligresas, llegadas desde Venezuela, se hacen fotos emocionadas hasta las lágrimas por el pesebre latinoamericano. El párroco, tras leer el Evangelio del día, pide dedicar cinco minutos con la persona que se tiene al lado a reflexionar sobre las Marías e Isabeles de nuestro tiempo. Están presentes en una de las celebraciones el Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel; la socióloga y exdiputada Alcira Argumedo, y se lee una carta de una madre de la plaza de Mayo que escribe desde Haití, donde se encuentra por su compromiso con los derechos humanos. La Santa Cruz es la parroquia donde iniciaron sus reuniones, en plena dictadura militar, las madres de plaza de Mayo, y donde fueron secuestradas sus pioneras, entre ellas la paraguaya Esther Ballestrino de Carreaga, docente y primera jefa de laboratorio del joven Jorge Bergoglio, junto a las monjas francesas Renée Duquet y Alice Dumont.

La Navidad en las villas miseria

En la villa La Carcova, situada en el municipio bonaerense de San Martín –una zona industrial donde hace décadas el cierre de fábricas y la desocupación masificaron el narcotráfico y la pobreza–, Rosario Guerrero es la gran comunicadora de la parroquia San Juan Bosco. Nos habla sobre el pesebre viviente que han hecho por las capillas de la villa, donde la rivalidad con los evangélicos es tensa, y recomienda que veamos la página de Facebook del padre Pepe, desde la que transmiten a través de vídeos y fotografías las celebraciones navideñas encabezadas por el sacerdote José María di Paola, conocido como el cura villero más amigo del Papa Francisco. En la villa más visitada por Bergoglio en su ciudad natal, la 21/24, la comunidad de migrantes paraguayos es la más numerosa, y el padre Di Paola, que no olvida de dónde surgen sus primeros pasos villeros, cena con sus primeros feligreses.

Un momento de la visita del obispo Jorge Lugones a la cárcel de Lomas de Zamora. Foto: Lucas Schaerer

En el comedor Amigos del Padre Pepe, que encabeza la abogada Mirna Florentín, coge el micrófono otro cura villero, Charly Olivero, que llegó a la villa 17 años atrás y desde allí fundó con Di Paola el sistema de acogida de los consumidores a las drogas y alcohol llamado Hogares de Cristo, que hoy se extiende por todo el país y ha cruzado el río de la Plata hasta Uruguay.

En la cárcel de Lomas de Zamora, en la llamada Unidad Penitenciaria Bonaerense número 40, el pesebre lo reciben los privados de la libertad gracias al trabajo permanente del diácono Roberto Bassetto, quien los anima junto al grupo Cuidadores de la Casa Común y con quienes preparó el recibimiento del obispo local, el jesuita monseñor Jorge Lugones. «Les pedí a los internos prestar atención a las señales. Me lo recordó el cartel de un cruce ferroviario donde decía pare, escuche y mire. Lo vinculo a parar un poco, escuchar lo que pasa, mirar. Estas tres actitudes para avanzar en la vida», revela Bassetto a este medio sobre lo sucedido tras las rejas.