La libertad, desvirtuada - Alfa y Omega

La libertad, desvirtuada

Para conmemorar el 1.700 aniversario del Edicto de Milán, católicos y ortodoxos han debatido juntos sobre las amenazas que se ciernen sobre la libertad religiosa, y sobre las tergiversaciones en Europa sobre la noción de libertad y del papel del Estado, a menudo elevado a autoridad moral suprema. El Patriarca de Constantinopla, Bartolomé I, participó, la pasada semana en Milán, en una lectio divina junto al cardenal Scola. Los días días siguientes, el 17 y el 18 de mayo, una delegación del Consejo de Conferencias Episcopales Europeas, encabezada por el cardenal Erdö, visitó al Patriarca en Estambul

Rocío Franch
Lectio divina en la basílica de San Ambrosio -Milán-, el 16 de mayo, en la que participaron el cardenal Scola y Bartolomé I.

«Por desgracia hoy, la libertad se ha reducido a uno de los bienes más maltratados por la Humanidad, sujeta continuamente al arbitrio de las ideologías humanas», es la reflexión que hizo, el pasado miércoles, el Patriarca Bartolomé I de Constantinopla, en la lectio divina celebrada junto con el cardenal Scola, en el Palacio Real de Milán, en el primero de los dos días de su histórica visita a la ciudad ambrosiana, los días 15 y 16 de mayo. Los hombres, recordaba el Patriarca, creen que son libres «cuando pueden satisfacer indiscriminadamente los propios deseos, cumpliendo lo que quieren cuando quieren, sin límites». Sin embargo, esto «no sólo no es libertad, sino que constituye la peor forma de esclavitud». En definitiva, la verdadera libertad se encuentra cuando somos capaces de sacrificar «nuestros derechos en favor de los derechos de los demás».

El cardenal recordó que el Edicto de Milán puso fin a la persecución de los cristianos en el Imperio romano, y marcó el inicio del principio de libertad del hombre moderno. El Edicto, insistió, ha determinado «el amanecer de la libertad religiosa», la principal y fundamental libertad a la que «todos los hombres tienen derecho».

En cuanto al papel de los cristianos hoy en la sociedad, el arzobispo de Milán afirmó que las Iglesias tienen el deber de «mostrar la capacidad de edificar un buen tejido social, respetuoso con la libertad de todos», e insistió en que este deber es «un camino común, que encuentra nuestras Iglesias unidas en el camino común de la evangelización y de su contribución a la edificación de una civilización con el rostro humano».

En un mensaje del Papa, enviado al cardenal Scola, en su nombre, por el cardenal Bertone, Secretario de Estado, el Santo Padre manifestó el deseo de un «testimonio común de los cristianos de Oriente y Occidente», que «contribuya a la difusión del mensaje de salvación en Europa y en todo el mundo y que, gracias a la amplitud de miras de las autoridades civiles, se respete en todos los lugares el derecho a la expresión pública de la propia fe y se acoja sin prejuicios la aportación que el cristianismo sigue ofreciendo a la cultura y a la sociedad».

La libertad religiosa, amenazada

Una de las libertades más amenazadas hoy es la libertad religiosa. Lo documenta el Informe de Ayuda a la Iglesia Necesitada presentado en Estambul durante el Seminario sobre La libertad religiosa hoy. El edicto de Milán del Emperador Constantino, 1.700 años después, organizado por el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla en colaboración con el Consejo de Conferencias Episcopales Europeas (CCEE). Según el informe, los cristianos son el grupo más expuesto a persecuciones. Mientras que en China, Malí, Nigeria o Kenia, la persecución es patente y/o violenta, en Europa «persisten los intentos de imponer el secularismo, sobre todo en oposición con la mayoría cristiana», una persecución más velada, que se traduce en leyes que atentan contra los valores cristianos y en el afán de reducir el culto religioso a la esfera privada.

El Presidente del Consejo de Conferencias Episcopales Europeas (CCEE), el cardenal Peter Erdö, recordó que «un principal elemento de la cultura actual, tan presente en Europa, es el rechazo a Dios, considerado muchas veces como algo abstracto o lejano». En este contexto, insistía, resulta casi natural considerar la religión y la relación con Dios «como opinión subjetiva», como «un aspecto que debe ser relegado a la esfera privada del individuo». Al mismo tiempo, los poderes del Estado «se conciben como autoridades supremas», lo que implica «un rechazo a la obligación de la conciencia –privada y comunitaria– de una referencia en sus acciones a algo Absoluto», añadía el prelado húngaro.

En el comunicado final del encuentro de Estambul, la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas recuerdan que la libertad religiosa es «intrínseca a cada persona humana, en cuanto creada por Dios», lo que implica que «el poder político no puede ser nunca identificado con un credo específico». En este sentido, precisan que la libertad religiosa implica «libertad de las comunidades religiosas y de otras organizaciones religiosas de practicar el culto público, la instrucción y la actividad caritativa».

El papel del Estado ha sido un punto central del debate entre católicos y ortodoxos. «Para ser una verdadera relación de búsqueda del bien común y de colaboración, la relación entre Estado e Iglesias debe estar gobernada por los principios de independencia, autonomía y cooperación», añade el texto, que pide que las Iglesias en Europa se unan para defender los valores cristianos en un continente que parece perder, poco a poco, el fundamento cristiano del arte y de la historia europeas. Es fundamental también que el Estado respete «la libertad religiosa de todos los creyentes y de sus comunidades, promoviendo un orden social basado en la justicia».

El cardenal Erdö ha anunciado que la próxima Asamblea Plenaria de la CCEE, que se celebrará en octubre en Bratislava, abordará la cuestión Dios y el Estado: Europa en medio de la laicidad y del laicismo.