Parolin sobre Ucrania: «Hay tiempo para negociar y proteger las aspiraciones legítimas de todos»
Los obispos de Europa, a través de CCEE y COMECE piden «detener la guerra» y que los países europeos acojan a los refugiados
El cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, ha lamentado este jueves que «los trágicos escenarios que todos temíamos desgraciadamente se están volviendo realidad» tras la invasión de Rusia a Ucrania. «Pero aún hay tiempo para la buena voluntad, todavía hay tiempo para la negociación, para el ejercicio de una sabiduría que impida que prevalezcan los intereses partidistas, proteja las legítimas aspiraciones de todos y salve al mundo de la locura y los horrores de la guerra».
En este momento, ha asegurado el número dos del Vaticano, «destacan de forma más clara y precisa», y «adquieren una urgencia dramática», las palabras del Papa Francisco durante la audiencia general del miércoles, cuando convocó una jornada de oración y ayuno el próximo 2 de marzo, Miércoles de Ceniza. En ella, el Santo Padre citó su «gran dolor», «angustia y preocupación». Y llamó a todas las partes involucradas a «abstenerse de cualquier acción que cause aún más sufrimiento a las poblaciones», «desestabilice la convivencia pacífica» y «desacredite el derecho internacional».
Obispos de Europa: «Detengan la guerra»
Desde que en la madrugada del jueves las tropas rusas entraron en Ucrania desde Crimea y Bielorrusia y comenzaron a bombardear objetivos en todo el país, la Iglesia está alzando su voz por la paz. En Florencia, donde este miércoles empezó el encuentro de obispos y alcaldes del Mediterráneo con el lema Mediterráneo, frontera de paz, el presidente del Consejo de Conferencias Episcopales de Europa, Gintaras Grušas, ha exhortado a «en el nombre de Dios, ¡deteneos ya!». Además de «rezar por las víctimas del conflicto y sus familias» y «unirse a los que sufren», las iglesias en Europa «condenan firmemente» lo ocurrido en la madrugada del jueves. «Debemos actuar juntos y con determinación para poner un fin inmediato a la agresión rusa y hacer todo lo posible para proteger a las mujeres, hombres y niños inocentes».
El también arzobispo de Vilna (Lituania) ha subrayado que «la comunidad internacional, y la Unión Europea en particular, no deberían dejar una piedra sin mover para detener este conflicto». Una guerra «se extendería inevitablemente desde Ucrania a los Estados vecinos y se convertiría en una amenaza para toda Europa». Por ello, exhortaba a que «las armas den paso al diálogo y las negociaciones, y que el Derecho internacional y la independencia y soberanía territorial de Ucrania se defiendan».
Vuelve «el derecho del más fuerte»
En el encuentro de Florencia debía participar también el arzobispo mayor de la Iglesia grecocatólica ucraniana, Sviastoslav Shevchuk. El miércoles excusó su asistencia por sentirse «en el deber de permanecer con mi pueblo, en vela y oración por la paz». Sin embargo el arzobispo mayor, que en este momento se encuentra refugiado en el sótano de la catedral de Kiev, ha enviado una carta a los participantes en la que subraya que Rusia «ha violado la soberanía y la integridad territorial de nuestro país», después de ocho años de «guerra híbrida liderada por la Federación Rusa» que era «un verdadero ataque a Europa, a la seguridad, al futuro de todo el continente europeo».
Mientras Europa se esfuerza por «defender la paz y la estabilidad como los valores más preciosos», en estos momentos «somos testimonio de la restauración del derecho del más fuerte». En este contexto, Ucrania está defendiendo los valores europeos «al precio de la sangre de los propios hijos», y corre el riesgo de «transformarse en un campo de muerte». Su país «quiere la paz» e intenta negociar, asegura. Pero al mismo tiempo «el pueblo grita a toda la humanidad: “Ayudadnos a defender la paz en Ucrania y Europa”».
Los participantes en el encuentro han manifestado su «preocupación y dolor» por los acontecimientos, así como su «cercanía a la comunidad cristiana» ucraniana. «Todo conflicto lleva consigo muerte y destrucción, provoca sufrimiento a la población, amenaza la convivencia entre las naciones. Detengan la locura de la guerra».
Llamamiento a Europa: unidad y acogida a los refugiados
También el presidente de la Comisión de las Conferencias Episcopales de la Unión Europea, el cardenal Jean-Claude Hollerich, ha expresado la cercanía y solidaridad de los obispos europeos «a la gente y las instituciones» ucranianas. Ha alertado de cómo «hoy, la paz en todo el continente europeo y más allá se enfrenta a una seria amenaza». Por ello, «apelamos a las autoridades rusas a abstenerse de más acciones hostiles que infligirían aún más daño».
Hollerich ha pedido «a la comunidad internacional, incluyendo la Unión Europea, no dejar de buscar una solución pacífica a esta crisis por medio del diálogo diplomático». A los líderes europeos reunidos en una reunión extraordinaria del Consejo Europeo, les ha invitado a «mostrar unidad y apoyar las medidas que promuevan la desescalada y la construcción de confianza, evitando cualquier paso que potencialmente pudiera reforzar el conflicto violento». Al mismo tiempo, el presidente de COMECE ha exhortado a los países europeos «a acoger a los refugiados que huyen de su patria en Ucrania por la guerra y la violencia y buscan protección internacional».
Desde España
También la Iglesia en España se ha sumado a la invitación a la oración y ayuno realizada este miércoles por el Papa Francisco para el próximo 2 de marzo, Miércoles de Ceniza. «Una guerra es una tragedia para la humanidad; somos hermanos. Estoy consternado por las noticias que llegan de Ucrania. Rezo por la paz, como también lo hacen los fieles. ¡Nunca más la guerra!», ha señalado el arzobispo de Madrid y vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), cardenal Carlos Osoro, a través de las redes sociales.
También su homólogo en Barcelona y presidente de la CEE, cardenal Juan José Omella, ha lanzado un mensaje recordando las palabras del Papa Francisco: «Llamo a los gobernantes a que hagan un examen de conciencia delante de Dios, que es Dios de la paz y no de la guerra; que es Padre de todos y no solo de algunos, que nos quiere hermanos y no enemigos».
Por su parte, el arzobispo de Valencia, cardenal Antonio Cañizares, ha dedicado su carta semanal al conflicto en Ucrania y pide que vuelva la concordia a este lugar, pues los conflictos, «aunque sean en países lejanos, nos afectan a todos». «Necesitamos urgentemente la paz, una paz verdadera, para superar el vivir en permanente tensión y crispación por parte de unos y de otros, donde desaparece el clima y ambiente de concordia», ha subrayado.
En todo el mundo se suceden las oraciones por la paz en Ucrania. La Federación Internacional de Acción Católica, por ejemplo, además de sumarse a la jornada convocada por el Papa para el 2 de marzo, ha anunciado que se suma a «la propuesta de nuestros amigos de Ucrania para rezar el rosario juntos». Será el domingo 27 de febrero, a las 11:15 hora española, en conexión online con la parroquia de la Natividad de la Madre de Dios de Leópolis. Para inscribirse y participar hay que inscribirse aquí.
«Se ha abierto el peor escenario para la resolución de las tensiones que existían desde hace mucho tiempo entre los pueblos hermanos» de Ucrania y Rusia. «Así ha empezado la guerra entre personas que nos son tan cercanas». Particularmente significativas resultan las palabras del presidente de la Conferencia Episcopal Bielorrusa, Aleh Butkevich. Las tropas rusas han entrado al norte de Ucrania desde este país, además desde Crimea. Además en Bielorrusia, a raíz de la represión tras las sospechosas elecciones de agosto de 2020, la Iglesia mantiene un perfil público muy bajo. De hecho, no ha habido ningún pronunciamiento sobre el referéndum para la reforma de la Constitución, que comenzó este martes y está previsto que concluya el domingo.
Esta situación entre pueblos vecinos solo puede suscitar «el dolor de nuestros corazones» y una renovada oración por la paz. «Desde el fondo de nuestro corazón, pidamos a Dios misericordia y perdón para nosotros, sus hijos, que no sabemos cómo resolver pacíficamente nuestros malentendidos y gobernar nuestras enfermizas ambiciones, para poner fin al conflicto fratricida que podría convertirse en un conflicto más global». En la «actual coyuntura internacional», esto sería una «catástrofe», subraya Butkevich.