«¡Qué triste cuando personas y pueblos orgullosos de ser cristianos piensan en hacer guerra!» - Alfa y Omega

«¡Qué triste cuando personas y pueblos orgullosos de ser cristianos piensan en hacer guerra!»

Francisco ha explicado que «poner la otra mejilla no significa sufrir en silencio y ceder a la injusticia»

Ángeles Conde Mir

En la catequesis previa al rezo del ángelus de este domingo, el Papa Francisco ha ofrecido una clara explicación de lo que significa «poner la otra mejilla». En ocasiones, se identifica este gesto con una suerte de cobardía o miedo, pero el sentido evangélico y también práctico de esta expresión dista mucho de ambas actitudes. En primer lugar, el Pontífice ha recordado que «el discípulo de Jesús está llamado a no ceder al instinto y al odio, sino a ir más allá, mucho más allá».

Después, ha lanzado una pregunta como punto de partida de su reflexión sobre el Evangelio de este domingo: «Si no se reacciona a los prepotentes, todo abuso tiene vía libre, y esto no es justo. ¿Pero es realmente así? ¿Realmente el Señor nos pide cosas imposibles e injustas?».

A continuación, ha respondido a ambas cuestiones poniendo como ejemplo el proceso injusto al que se enfrentó Jesús delante del sumo sacerdote, cuando es abofeteado por uno de los guardias al que pregunta: «Si he hablado mal, declara lo que está mal; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?». El Papa Francisco ha indicado que con esa pregunta la intención de Jesús es desenmascarar el mal que se esconde tras esa acción y denunciar lo que es injusto porque «poner la otra mejilla no significa sufrir en silencio y ceder a la injusticia».

Francisco lo ha resumido de forma certera: «Jesús no quiere desencadenar una discusión, sino calmar el rencor, apagar juntos el odio y la injusticia, tratando de recuperar al hermano culpable. Esto es poner la otra mejilla: la mansedumbre de Jesús es una respuesta más fuerte que el golpe que recibió. Poner la otra mejilla no es el repliegue del perdedor, sino la acción de quien tiene una fuerza interior más grande, que vence el mal con el bien, que abre una brecha en el corazón del enemigo, desenmascarando lo absurdo de su odio. No lo manda el cálculo, sino el amor».

Aunque amar al enemigo parezca un imposible, el Santo Padre ha insistido en que es posible, aunque no por nuestras propias fuerzas, sino con la fuerza del amor de Dios, con el Espíritu Santo: «Con el Espíritu de Jesús podemos responder al mal con el bien, podemos amar a quien nos hace mal. Así hacen los cristianos».

Ya terminando su alocución previa, Francisco ha pronunciado una frase que bien puede remitir a la situación entre Rusia y Ucrania y que puede interpretarse como un llamamiento a acallar los tambores de guerra: «¡Qué triste es cuando personas y pueblos orgullosos de ser cristianos ven a los otros como enemigos y piensan en hacer guerra!».

Por último, ha recomendado «rezar por quien nos ha tratado mal» como el primer paso para transformar el mal en bien.

«¡Muchos españoles hoy!»

Tras la oración mariana, el Papa ha querido recordar a las poblaciones del sudeste de Madagascar y de Petrópolis en Brasil que afrontan las consecuencias de fenómenos climáticos extremos. También ha elogiado la labor del personal sanitario con motivo de la jornada nacional italiana que reconoce a estos profesionales. Los ha calificado como «heroico personal sanitario» y ha pedido a los peregrinos en la plaza que se unieran a él en un aplauso para ellos. Precisamente, entre esos fieles de la plaza, se ha hecho oír con fuerza un nutrido grupo de españoles provenientes de Madrid, Segovia, Burgos y Valladolid. «¡Muchos españoles hoy!», ha exclamado Francisco al saludarlos.