Bielorrusia vota entregar el poder a la nomenklatura - Alfa y Omega

Bielorrusia vota entregar el poder a la nomenklatura

«Europa no ha visto una represión tan intensa desde el Gobierno de los coroneles negros en Grecia en los años 70», asegura un experto, mientras Lukashenko reforma la Constitución por tercera vez desde 1994

María Martínez López
Un tanque ruso sale del país el 15 de febrero. Otras tropas permanecen allí. Foto: AFP / Ministerio de Defensa Ruso.

Camuflado entre la polvareda de la crisis ucraniana, el martes pasado se inició en Bielorrusia el referéndum para reformar la Constitución. Las urnas se cerrarán el domingo. Se trata de la tercera reforma impulsada por el presidente, Aleksander Lukashenko, desde que llegó al poder en 1994. La acordó con el presidente ruso, Vladimir Putin, como un intento de recuperar la legitimidad después de su sospechosa victoria en agosto de 2020 y de la represión posterior.

En realidad, se trata de una «elección entre dos versiones de la Constitución que reducen la voz de los ciudadanos a un mínimo», explica Piotr Rudkouski, director del Instituto Bielorruso de Estudios Estratégicos (BISS por sus siglas en inglés). «Desde 1996, Bielorrusia ha sido una autocracia consolidada», hasta 2020 «bastante suave», pero «dura» desde ese verano.

Bielorrusia
Población:

9,4 millones

Apoyo a Lukashenko:

25 % – 35 % de la población, estima Rudkouski

Confianza:

10 % – 15 % en el Comité Electoral Central, y 15 % – 20 % en los medios públicos

La clave de bóveda de la reforma es la Asamblea Popular de Toda Bielorrusia. Hasta ahora, este organismo simplemente reunía de manera informal al Gobierno, grandes empresarios y altos cargos del régimen. Puro establishment o, en términos soviéticos, nomenklatura. Pero la reforma hace de ella «el más alto órgano representativo de la democracia». No se estipula cómo serán elegidos sus 1.200 miembros. Sí los inmensos poderes que tendrán: imponer la ley marcial y el Estado de emergencia, la elección y destitución de los magistrados del Tribunal Supremo y del Constitucional, la designación de la Comisión Electoral Central, y la decisión final sobre la legitimidad de unas elecciones. Comicios a los que no se podrán presentar quienes hayan tenido la ciudadanía extranjera o un permiso de residencia en otro país (exiliados), ni personas condenadas (presos políticos).

Pero, sobre todo, la asamblea popular podrá destituir a futuros presidentes. Salvo a Lukashenko, al que se le concede el privilegio de presidirla simultáneamente con el Ejecutivo. Aunque la nueva reforma recupera la limitación de dos mandatos presidenciales consecutivos, los de Lukashenko (en el poder desde hace 28 años) se contarían desde cero y podría gobernar diez años más. Además, el nuevo texto consagra la inmunidad de los exmandatarios. Como el mismo presidente reconoció hace un año, es una «red de seguridad» en caso de que «lleguen al poder las personas equivocadas». Y una puerta abierta para mantener el control en la sombra.

Así puede ser el fraude

Ni la comunidad internacional ni la población bielorrusa esperan una votación libre. Con la excusa de la pandemia no se han establecido mecanismos para que participen los ciudadanos residentes en el extranjero, incluidos los 100.000 que han huido en el último año y medio. Dentro del territorio bielorruso, no ha habido ningún debate. Imposible dado el ambiente de represión, con más de 1.000 presos políticos (y 50.000 personas detenidas en algún momento) desde el verano de 2020 y el cierre de cientos de ONG y docenas de medios independientes. «Europa no ha visto una represión tan intensa desde el Gobierno de los coroneles negros en Grecia en los años 70», asegura Rudkouski. «La gente puede ser encarcelada por una publicación crítica en las redes sociales, o por compartirla».

Mujeres recorren Minsk vestidas con los colores de la bandera como protesta. Foto: Svetlana Tijanóvskaya.

Según explican a Alfa y Omega miembros del grupo Visión Cristiana (Christliche Vision), que une al margen de la jerarquía a teólogos de distintas confesiones, cualquier opinión contraria se expresa «solo en las cocinas, como decimos aquí». El único amago de debate ante el referéndum han sido los «espacios de discusión obligatorios en los lugares de estudio y trabajo». En ellos, los portavoces del régimen «se centraban en cuestiones» de la reforma «que pueden parecer más atractivas». Por ejemplo, que «implicará una mayor protección de la moralidad y del matrimonio como unión de un hombre y una mujer». Sin embargo, cuando la Iglesia ortodoxa sugirió citar a Dios en el preámbulo y proteger el derecho a la vida desde la concepción, «no se tomó en cuenta».

También el desarrollo de la votación es susceptible a todo tipo de fraude. «Cualquiera que firmara en apoyo a un candidato alternativo en 2020», así como sus parientes, queda excluido de formar parte de las mesas, prosiguen desde Visión Cristiana. Trabajadores de los centros electorales (por ejemplo, profesores de un colegio donde se vote) son «designados» para ejercer de observadores «como si fueran representantes de organizaciones» como la Cruz Roja o la Fundación Bielorrusa para la Paz. Pero, en realidad, «hacen de todo para cubrir las falsificaciones y evitar el trabajo de los independientes».

Tijanóvskaya y otros opositores piden el boicot al referéndum el 21 de enero. Foto: Svetlana Tijanóvskaya.

Tanques y soldados rusos

Y todo ello, con tanques y soldados rusos en el país. A comienzos de esta semana se anunció que las tropas enviadas hace días para unas supuestas maniobras «se quedarán por tiempo indefinido», informa el director del BISS. Desde Lituania la líder de la oposición, Svetlana Tijanóvskaya, denunciaba el pasado lunes que «Lukashenko está pagando el apoyo del Kremlin con la soberanía bielorrusa». Sin embargo, para Rudkouski, la falta de libertad era ya tal que la presencia de militares extranjeros «no tendrá un impacto significativo en el referéndum».

La jerarquía católica solo ha roto su silencio para convocar, el 16 de febrero, una jornada de oración y ayuno por la paz en Ucrania. Dentro del país, «la sociedad civil está completamente destruida», apunta Rudkouski, y reducida a la clandestinidad. La única respuesta que se ha presentado ante el dudoso referéndum es la invitación de la oposición en el exilio a boicotearlo activamente: en vez de quedarse en casa, proponen introducir en las urnas un voto nulo con las dos casillas marcadas. Es decir, explica el experto, «aceptar sarcásticamente ambas versiones de la Constitución». Y, si es posible, fotografiarlo y registrarlo en una plataforma online para un recuento independiente. Como añaden desde Visión Cristiana, puede ser además una forma de animar a los miembros de las mesas electorales a «no falsificar los resultados». Para impedirlo, el martes algunos centros electorales abrieron sin cortinas que protegieran la privacidad en las cabinas. Aunque este gesto tenga poco efecto, reconoce el director del BISS, «puede ser una gota que contribuya a un cambio significativo si le siguen otros miles de gotas».