El Santo Padre a la Acción Católica: «El camino del abrazo es el camino de la vida»

Bajo el título Con los brazos abiertos, este jueves ha tenido lugar en la plaza de San Pedro un encuentro del Papa Francisco con 60.000 miembros de la Acción Católica italiana en el marco de su XVIII Asamblea Nacional.

Refiriéndose al lema, el Pontífice reflexionó sobre el abrazo como «una de las expresiones más espontáneas de la experiencia humana». Agradeció a los participantes «este abrazo tan intenso y hermoso, que desde aquí quiere extenderse a toda la humanidad, especialmente a los que sufren», según recoge Vatican News.

Los miembros de Acción Católica han mostrado un gran entusiasmo en el encuentro, actitud que según el Santo Padre no siempre es bien acogida en nuestra sociedad. «A veces nos encontramos con cerrazones y resistencias, de modo que los brazos se vuelven rígidos y las manos se aprietan amenazadoramente, convirtiéndose ya no en vehículos de fraternidad, sino de rechazo».

Además, el Pontífice les ha lanzado la pregunta: «¿Qué sería de nuestra vida y cómo podría realizarse la misión de la Iglesia sin estos abrazos?». Ha expuesto a continuación tres tipos de abrazos: el abrazo no dado, el abrazo que salva y el abrazo que cambia la vida. Ante este último, Francisco ha apuntado a la necesidad de laicos comprometidos que «den signos concretos de cambio según el Evangelio a nivel social, cultural, político y económico en los contextos en los que actúan». 

Por otro lado, el Papa también se ha referido a que el origen de muchas guerras actuales radica en los abrazos no dados o rechazados, «a los que siguen prejuicios, incomprensiones y sospechas, hasta el punto de ver en el otro a un enemigo». Y ha hecho un llamamiento a todos los presentes a «testimoniar que el camino del abrazo es el camino de la vida».

Francisco ha recordado durante su discurso la tercera etapa del Sínodo en curso, en la que se pretende «traducir el trabajo de las etapas anteriores en opciones que den impulso y nueva vida a la misión de la Iglesia en nuestro tiempo». Para ello, «necesitamos personas forjadas por el Espíritu, peregrinos de la esperanza, de hombres y mujeres sinodales, que sepan dialogar, intercambiar, buscar juntos caminos nuevos y desafiantes».