La historia secreta del mundo - Alfa y Omega

Siempre se escuchan voces sobre las grandes conspiraciones de los poderosos. Aunque uno trate de no hacer caso, su lógica consigue penetrar en nuestra mentalidad. Nos da la sensación de vivir injertados en procesos demasiado complejos para nuestra libertad personal. Por eso nos limitamos, por lo general, a seguir con la rueda irrefrenable de la historia.

Por eso, sorprendió Isabel Díaz Ayuso en su discurso navideño. Más allá de lo político, es llamativa su lectura de la historia. De todas las escenas, quiso centrarse en el asesinato de los inocentes a manos de Herodes. Con tono íntimo, indicó que Jesús dio inicio a nuestra cultura cuando quiso responder al dolor inocente. Para la presidenta, el comienzo de nuestro mundo no está en las fortalezas culturales del cristianismo, sino en el amor, que es más fuerte que cualquier poder: «Somos libres para hacer lo mejor […], es ese sentimiento que no se explica con palabras, pero que mueve el mundo. Es el amor y la esperanza». ¿Es el amor lo que realmente mueve el mundo? ¿Puede el amor liberarnos de la fatalidad?

Tres mujeres me lo han demostrado en este último mes. La primera de ellas es Cristina, factótum de mi parroquia. Adoraciones, voluntariados, visitas a enfermos… ¡Está en todo! Pero hace unos meses se le diagnosticó una enfermedad grave que la apartó de la primera línea. Después de este tiempo, por primera vez le bajaron un poco la intensidad del tratamiento. Se vio con fuerzas: «¡Me han bajado la medicación! ¿Cuándo puedo visitar al menos a Leonor?». Yo no daba crédito. ¿Qué iba a llevar una enferma a otra enferma? Después de pensarlo mucho entendí lo que pretendía y le pedí que fuera a visitarla. Cristina quería darle esperanza a Leonor. Precisamente por su enfermedad. La situación de Cristina es más grave que la de Leonor, pero ella vive con la conciencia de que el mal no le determina. Ella vive determinada por el amor. Se sabe amada y, por eso, aprovecha cualquier atisbo de energía para entregarse allí donde puede. Como si tuviera vida de sobra para todos, porque tiene amor de sobra para todos.

La segunda de ellas es Gloria. Ella es madre de cuatro hijos. La primera, Lucía, murió 20 minutos después de nacer por culpa de una anencefalia diagnosticada durante la gestación. «Quiero que reciba todo mi amor durante el tiempo que disponga», decía durante el embarazo. La segunda, Inés, creció en el vientre con la espina bífida, en unas circunstancias que impidieron la operación intrauterina. Hoy tiene una sonrisa invencible. El tercero, Diego, es un terremoto; de salud anda bien. El cuarto, Nico, nació hace unos días en la semana 32, después de haber sido operado en septiembre de su espina bífida. Cuando fui a verles a la UCI de neonatos, Gloria tenía en brazos a su bebé y sonreía. Estaba muy contenta porque había podido consolar a su compañera de habitación antes de ponerse de parto. «Gracias por tu luz», le dijo aquella chica antes de decidir seguir adelante. ¿Qué luz? La que brilla en la oscuridad, la alegría del amor, que trasciende la fatalidad y lleva las relaciones a un espacio de libertad donde el milagro de la vida mana a borbotones. Por eso, esta chica la semana pasada se prometió con su novio en la cama del hospital.

La última es Isabel, madre de Mencía y de Clara. La primera es la única niña viva en el mundo con la enfermedad mitocondrial que padece. Tiene 14 años y unos ojos robados al cielo. Lleva meses en el hospital. El otro día una neumonía agravó su situación. Cuando llegué estaba muy agitada por la fiebre y respiraba con mucha dificultad. Isabel pidió tenerla en brazos, apoyada sobre su vientre. Era la viva imagen de la Piedad. La niña se calmó. Pasados los momentos críticos, Isabel comenzó a darme consejos: quería ayudarme con los trabajos que intentamos hacer con los más pobres de Barcelona. ¿No había ido yo a ayudar? ¿No tenía que sostenerla yo en esa situación? Ni mucho menos, porque Isabel tiene mucho más amor y mucha más esperanza que yo. Por eso ella es más libre y puede ayudar a las familias pobres de Barcelona a liberarse de las circunstancias que los ahogan.

Son historias que no abren las portadas. Sus nombres no son Bill Gates, Soros o Putin. No son empresas del IBEX. Sus cuentas corrientes son breves. Pero su amor es más largo, más ancho y más profundo que el mundo. En secreto, de manera poco ostentosa, mueve el universo tocando lo íntimo de la historia, allí donde la vida brota y se libera. Todo ello, claro, comenzó con otra mujer: María, que dio a luz hace 2.000 años en Belén a Jesús de Nazaret. También se gestó con sigilo. Nació en el silencio de la noche, en mitad de la nada. No invadió territorios ni fundó grandes empresas. Pero puso para nosotros el nuevo inicio de la humanidad. De encuentro en encuentro, su amor teje la historia secreta del mundo. Feliz Navidad.