La guerra que hizo llorar a Francisco - Alfa y Omega

La guerra que hizo llorar a Francisco

María Martínez López
El Papa recibió en abril una bandera traída desde Bucha. Foto: CNS.

Cuando Rusia invadió Ucrania, el Papa Francisco ya había convocado en lo que iba de año dos jornadas de oración por el país. Al día siguiente, el 25 de febrero, se presentó en la Embajada de Rusia ante la Santa Sede para transmitir su «preocupación». Oración y diplomacia han sido dos constantes en sus esfuerzos por alcanzar el fin del conflicto.

Además de llamar a la plegaria en buena parte de sus intervenciones, su segundo gran gesto tras el de la embajada fue consagrar ambos países al Inmaculado Corazón de María, el 25 de marzo. También se los encomendó a la Virgen el día de la Inmaculada Concepción, cuando rompió a llorar en la plaza de España. En otros momentos, solo se pudo rezar en silencio. Así se hizo durante el vía crucis del Viernes Santo, tras la polémica por que una mujer rusa y una ucraniana llevaran juntas la cruz.

La insistencia del Pontífice en sus llamamientos ha hecho que no pocos lo hayan mirado, y a la Santa Sede, como facilitador de una posible negociación. Ya en la embajada, él mismo se ofreció a viajar a Moscú para reunirse con Putin, un ofrecimiento varias veces reiterado. La imposibilidad de llevarlo a cabo ha llevado al Vaticano a no considerar oportuna tampoco una visita a Kiev, a pesar de que en verano se insinuó hasta una fecha. Otra oferta es que el Vaticano, como lugar neutral, albergue un encuentro entre Rusia y los aliados occidentales de Ucrania.

Mientras llega alguna respuesta, el Obispo de Roma ha intentado hacer llegar su mensaje al establishment ruso a través del patriarca Cirilo, que juega un papel clave legitimando la invasión. «Hoy no se puede hablar» de «guerra justa», le insistió Francisco durante una vídeollamada en marzo. Luego, el Vaticano decidió suspender el encuentro entre ambos previsto para junio. Se producirá, afirmó hace poco el ministro de Exteriores vaticano, Paul Richard Gallagher, cuando haya paz.

Los intentos del Papa de, a pesar de todo, no quemar los puentes con Moscú, incluidas las alusiones a cómo la invasión ha podido «de alguna manera ser provocada» por la expansión de la OTAN, han generado también momentos de tensión con Ucrania. En agosto, la Santa Sede tuvo que recordar que para el Papa la guerra iniciada por Rusia es «moralmente injusta, inaceptable, bárbara, sin sentido, repugnante y sacrílega». Y el mismo Francisco afirmó en noviembre a la revista America que «ciertamente quien invade es el Estado ruso».

Pero si algo deja meridianamente clara la cercanía del Santo Padre al pueblo ucraniano es la ayuda concreta. Hasta seis veces ha enviado al país a su limosnero. El cardenal Konrad Krajewski ha llevado ambulancias, generadores y ropa térmica, ha pasado allí la Semana Santa y la Navidad, y ha rezado ante el horror de las fosas comunes de Bucha e Izium.

La Tercera Guerra Mundial por partes

• Arabia Saudí y los rebeldes hutíes de Yemen, apoyados por Irán, han reanudado los contactos indirectos para intentar prolongar el alto el fuego acordado en abril del año pasado. Después de cuatro años de conflicto, el país árabe se enfrenta a una hambruna sin precedentes, con 17 millones de personas sin seguridad alimentaria.

• En Myanmar se han cumplido dos años del golpe de Estado y de guerra entre el Ejército y grupos armados étnicos o fieles al Gobierno depuesto.

• Más de 150 palestinos y de 20 israelíes murieron en el conflicto en Tierra Santa en 2022, la cifra más alta desde 2005. Este año, la escalada continúa.

• Armenia entregó la semana pasada a Azerbaiyán una propuesta de acuerdo sobre la región de Artsaj, aislada por el corte azerí del corredor de Lachín.

• Se han vuelto a producir combates en el este de la República Centroafricana entre grupos rebeldes y el Ejército, apoyado por mercenarios rusos.

• Las muertes por violencia yihadista en África aumentaron un 48 % en 2022 hasta las 19.109, según el Centro Africano de Estudios Estratégicos. Tres de cada cuatro se produjeron en el Sahel y en Somalia, donde pasaron de 2.206 a 6.225. En Cabo Delgado (Mozambique) siguen los ataques islamistas; el último, la semana pasada.

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