La Gloria de mi mare es un espectáculo de flamenco, teatro y humor que se presenta como «un homenaje a la madre de la artista. A todas las madres. A todas las artistas». ¿Por qué esta intención explícita de trascender lo particular? Hay que ver la función para descubrirlo.
El argumento es sencillo: una mujer, Gloria, abandonada por el padre de su hija Estrella y que la ha sacado adelante sola, la introduce en el mundo del espectáculo, acompañándola como la típica «madre de la artista». La ironía a la que se presta tal personaje descarta un homenaje a esta madre coraje, basado en el elogio de sus cualidades o en la admiración por su coherencia. El homenaje se centra en la identificación de Gloria con una tarea que es servicio: la maternidad. Una tarea para la que saca fuerzas con sólo mirar a su hija, y que no deja resquicio al egoísmo. Por eso se trata de un homenaje «a todas las madres», en el mismo sentido en que alguien dijo que todas las madres van al cielo. «Mi madre se llama Gloria y en la Gloria Dios la guarde», se canta en la función. Todas las madres están en Gloria. Todas las madres están en la Gloria.
Gloria es una mujer sencilla, que con frecuencia mete la pata. La escenificación de ello tiene efecto cómico, disparatado, acentuado por el hecho de que, el papel de Gloria, es desempeñado por un hombre, Juanjo Macías, en la línea de los espectáculos de cabaret o café teatro, o incluso de la chirigota. Pero si la hija de Gloria es la Estrella que justamente brillará por su talento –excelente el baile y coreografía de Choni en el papel de Estrella–, la madre en la sombra es la Gloria por su amor desinteresado y servicial. Cuando cose el vestido de su hija con la misma alegría y emoción que si ella misma fuera a salir a escena, uno duda cuál de las dos es más grande: si Estrella bajo los focos o Gloria en el anonimato. Ya decía Gabriela Mistral que el servir no es faena de seres inferiores. Dios, que da el fruto y la luz, sirve. Pudiera llamarse así: «El que sirve». Ésta es la paradoja.
Hay una segunda paradoja que se hace patente en la función: parece exagerada la fe que deposita Gloria en su hija: determinada por su amor de madre, se diría que su confianza es demasiado «subjetiva». Pero Estrella derrochará tanto arte que nos convence de que sólo quien la ama tal como es, la mira con realismo y ve su potencial. Sólo quien ama conoce. Sólo quien puede decirle: «siempre cantaba bajito para que conciliaras el sueño y hasta que te dormías me acariciabas el pelo», sabe quién es de verdad aquella que ha tenido en sus brazos.
La Gloria de mi mare es no sólo un reconocimiento a la maternidad, sino a las raíces en sentido amplio, artístico, y por eso un homenaje a todas las artistas que beben de esa fuente. El característico quejío flamenco, aparentemente incompatible con el humor, permanece en esta obra bajo otro aspecto, y sobre todo aflora técnicamente la tradición de los grandes –Choni confiesa haberse inspirado en Pilar López o Carmen Amaya-.
Si hubiera que calificar de algún modo La Gloria de mi mare, sería como un espectáculo agradecido, que subraya la gratuidad con la que se nos da la vida, con la que nuestra madre nos trae al mundo y nos quiere -esto en lo que se refiere al argumento-; y subraya la gratuidad con la que nos encontramos dentro de una tradición, con la que en nuestro camino encontramos grandes maestros de los que aprender -esto en cuanto a la factura técnica del espectáculo-. Hay que destacar el que todos los participantes además de intérpretes son creadores, actitud que sin duda tiene que ver con el reconocimiento de lo bueno que les precede. El resultado es la indudable calidad del espectáculo, que se aprecia, sobre todo, en la unidad entre los números de cante y baile flamenco y la línea argumental, perfectamente engarzados.
La Gloria de mi mare se estrenó en la Bienal de Sevilla de 2010 y desde entonces se ha representado con éxito en toda España. Ahora llega a Madrid, donde permanecerá hasta el 2 de junio en el Teatro Caser Calderón y desde donde proseguirá su gira por España.
★★★★☆
Teatro Caser Calderón
Calle Atocha, 18
Sol, Tirso de Molina y Antón Martín
OBRA FINALIZADA