En el Teatro María Guerrero se representa en estos días una obra del genial autor noruego Henrik Ibsen: Hedda Gabler. En este caso, la función está dirigida por Eduardo Vasco, quien ha sabido destacar, con una puesta en escena minimalista y una interesante la dirección de actores, las grandes habilidades dramáticas del escritor. El señor Vasco nos descubre con sutileza y sin prejuzgarla una Hedda herida, a la que interpreta Cayetana Guillén-Cuervo de una forma sobria, elegante, como creo que, en la línea del naturalismo que él propugnaba, hubiese encantado al propio Ibsen.
La obra está ambientada en la Noruega de finales del XIX. Hedda es una mujer aristocrática, hermosa. Sin embargo, desde los primeros instantes de la función tenemos noticia de su soledad: su esposo, Jorge (Ernesto Arias), un intelectual que aspira a catedrático, se ha centrado en el estudio durante la luna de miel. Más adelante conoceremos la responsabilidad de Hedda en el asunto: ella no le quiere, tan sólo se ha casado por afianzar una posición social una vez que se había cansado de bailar. Será este otro de los rasgos fundamentales de la protagonista: el aburrimiento. Cuando los días se deslizan monótonos, lentos y pesados como un cortejo fúnebre, es fácil que surja el pensamiento estremecedor de que Dios nos ha borrado de su libro, dice Brand, otro de los grandes personajes teatrales de Ibsen, en una reflexión que rubricaría Hedda.
En efecto, Hedda no se sabe inscrita en el Libro de la Vida. Tampoco se reconoce amada. Tanto su esposo, como el resto de los hombres que pululan a su alrededor, carecen de hombría, de un comportamiento viril, en el sentido más noble de tal palabra. Hedda es una mujer en un mundo de hombres, dominado por los hombres, determinado por los hombres, sin hombres, configurando uno de esos memorables tipos femeninos decimonónicos en los que indaga Ibsen; aspecto que ha interesado mucho a la crítica, y sobre el que pronuncia el escritor: Debo declinar el honor de haber actuado conscientemente a favor de la cuestión femenina. Me la he planteado como una cuestión de humanidad… Mi objetivo ha sido describir seres humanos. Esto lo hace universal y contemporáneo.
Quizá ciertas circunstancias sociales en el siglo XIX que situaban en una posición vulnerable a la mujer hacen más patente el eterno drama humano entre la realidad y el deseo. Así le ocurre a Hedda, la cual sufre una radical insatisfacción que la reduce a la impotencia. Si la libertad en el ámbito de la experiencia es la realización de un deseo, este es también, como es habitual en Ibsen, un drama sobre la libertad, o mejor, sobre la ausencia y confusión acerca de la libertad paralela a la falta de una experiencia de satisfacción. Algo que si bien pudo caracterizar la situación de la mujer en el XIX, evidentemente trasciende como mal cualquier eventualidad histórica.
En la línea de la distancia entre la realidad y el deseo, Eduardo Vasco dedica a Hedda Gabler estos versos: Mal asunto cuando lo que tienes no es lo que deseabas, cuando lo que eres no es lo que soñabas. / Mal asunto si no soñabas.
Está muy bien. Existe el deseo. Y también existe el sueño. Y también existe el interés, el cálculo frío con el que se mueven los personajes –también Hedda– buscando en la oscuridad la satisfacción de sus deseos con una lógica implacable y perversa: Monta el arma de nuevo. / Da lo mismo. / Mantente fría. / Vuelve a tus esquemas. / Serena. / No enseñes esa parte tuya tan oscura hasta que acabe todo, dice también a la protagonista Eduardo Vasco.
El teatro ha sido definido como la palabra hecha acción en el espacio. Pues bien, con Hedda Gabler estamos ante teatro genuino. Es asombroso cómo en el ámbito dramático la palabra justa, pronunciada del modo adecuado, actúa, hace cosas, posee fuerza ilocutiva como se dice en lingüística moderna. Ibsen tiene la habilidad de tejer las acciones a través de las palabras con la habilidad de un delicado orfebre.
Mi acompañante me observaba durante la función: pocas veces me había visto tan absorta. Y es que quienes tienen el talento de hacer cosas con palabras, en una función teatral convencen: Es arte. Es teatro.
★★★★☆
Teatro María Guerrero. CDN
Calle Tamayo y Baus, 4
Colón
OBRA FINALIZADA