La fe construye España - Alfa y Omega

La fe construye España

La Visita del Papa a España no es sólo un acontecimiento intraeclesial. Inevitablemente, también tiene mucho que decir a una sociedad «anestesiada por el bienestar» y que asiste a «un acoso contra el cristianismo y los cristianos»…

Redacción

Impulso para una regeneración moral
Jaime Mayor Oreja, portavoz del Grupo Popular en el Parlamento europeo

x

La visita del Santo Padre Benedicto XVI a España es siempre un motivo de orgullo y esperanza. Para un católico, sentir la cercanía del Papa supone una renovación, una revitalización en su fe. Para los católicos en su conjunto, es un honor poder expresar, de manera directa, el afecto que sentimos por el Santo Padre y poder ser destinatarios directos de su apostolado y ejemplo.

En noviembre del año pasado, los españoles vivimos ya el gozo que significa una visita de Benedicto XVI a nuestro país, con su presencia tanto en Barcelona como en Santiago de Compostela. Miles de españoles llenaron las calles de ambas ciudades para acompañarle y expresarle nuestro agradecimiento por su Visita. Estoy seguro de que ese cariño colectivo volverá a mostrarse ahora, cuando el Santo Padre venga a la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid.

En estos tiempos de crisis moral que vivimos, la cercanía del Papa y la guía moral que marcan siempre sus palabras deben servirnos como referencia e impulso en la necesaria regeneración de los valores que deben inspirar nuestra vida en sociedad. Su defensa sin matices del derecho a la vida, de la dignidad de la persona, de la familia, de la justicia y de la libertad debe ser una inspiración no ya sólo para quienes compartimos unas mismas creencias religiosas, sino para todos aquellos que consideran imprescindible construir la convivencia a partir de unos pilares sólidos, como son los valores más esenciales del ser humano.

Por ello, la visita de Benedicto XVI, aunque especialmente dirigida a su encuentro con los más jóvenes, debe ser un motivo para la ilusión y la reflexión de todos los católicos y un acicate para reforzarnos en la defensa y el compromiso con los valores cristianos, como referencia en la construcción de un proyecto de vida en común en España.

* * * * * * *

La botadura del barco de la nueva evangelización
Juan Antonio Gómez Trinidad, portavoz de Educación, del PP, en Congreso de los Diputados

La situación actual de crisis no es nueva: no es la primera ni la última que vivimos los españoles. Sin embargo, lo específico de este momento es la ausencia de un diagnóstico profundo y la pérdida de esperanza, al no encontrar el norte para salir de ella. Nuestro mal no es sólo económico o social, es más profundo y radical. Lo que nos pasa es que no sabemos lo que nos pasa y, como decía Séneca, «cuando el marinero pierde la polar, cualquier viento le es adverso».

Por ello, la visita del Papa no puede ser más oportuna y necesaria. En medio de la zozobra y el desconcierto de una sociedad anestesiada por el bienestar y que empieza a angustiarse por la pérdida del mismo, Benedicto XVI es un faro vivo que luce indicándonos dónde está el buen puerto y cómo llegar a él. Apasionado portavoz de la Verdad que Cristo nos ha revelado, nos señala el camino con valentía, nos anima y nos acompaña.

En segundo lugar, la visita del Papa es doblemente oportuna porque, si todos necesitamos una hoja de ruta, resulta especialmente necesaria para los jóvenes que empiezan su peregrinaje por esta vida. Algunos muestran su apatía; otros, su desconcierto, su indignación y hasta su rechazo a la situación social actual. Pero, más allá de un estado de ánimo, necesitamos jóvenes ilusionados que se comprometan con un nuevo modo de vivir, de convivir y de construir el mundo. Los jóvenes españoles, pero no sólo ellos, por primera vez pueden encontrarse con un mundo peor que el que heredaron sus padres. Las JMJ han sido, desde su comienzo, un proyecto entusiasmante de prender la llama de esperanza y de compromiso en una juventud necesitada más que nunca de ilusión.

Estamos viviendo sobre los restos del naufragio que ha sido el Occidente cristiano; por ello, la llegada de Benedicto XVI debería ser para todos nosotros, pero especialmente para los jóvenes, presentes o no en la JMJ, la botadura en España del barco de la nueva evangelización que, con tanto empeño e ilusión, ha emprendido Su Santidad.

Por todo ello, ¡gracias y bienvenido, Santo Padre!

* * * * * * *

Para confirmarnos en la fe
Ignacio Camuñas Solís, presidente del Foro de la Sociedad Civil

La venida del Papa Benedicto XVI para los actos que se celebrarán en Madrid, con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, es, ciertamente, un acontecimiento relevante y esperanzador para todos los jóvenes del mundo entero, pero reviste, sin lugar a dudas, una especial importancia para la juventud de nuestro país.

Sin recurrir a catastrofismos innecesarios y sin caer en el desaliento y el pesimismo desmovilizador, conviene subrayar que el Papa va a venir a España en un momento en que la juventud española trata de superar una coyuntura especialmente difícil y enrevesada.

Junto a los efectos devastadores de la crisis económica, aún no resuelta, España atraviesa una etapa de confusión ideológica y moral, de enormes proporciones, agravada por la labor de un Gobierno desnortado que ha pretendido impulsar procesos de ingeniería social de laboratorio que contribuyen, por desgracia, a la desorientación y desmovilización de nuestra juventud. Gracias a Dios, sin embargo, existe todavía en la sociedad española un núcleo importante de jóvenes lúcidos, comprometidos y valientes que son la mejor esperanza de nuestro país.

La voz de Benedicto XVI será, sin duda, durante estas jornadas, la voz del Buen Pastor que ha de recordarnos, sobre todo a los más jóvenes, el valor de la verdad, el auténtico sentido del amor y la recuperación de la dignidad de todo ser humano, que no puede ser utilizado y manipulado al servicio de intereses espurios.

* * * * * * *

¡Vamos con el Papa!
José Manuel Otero Novas, exministro de Educación y de la Presidencia

La semilla cristiana que el hijo del Zebedeo sembró en nuestras tierras floreció gloriosamente en Toledo, en Braga, en Sevilla, pero fue hollada por la invasión y conquista de quienes tenían otras raíces y las hicieron predominar entre nosotros. La planta quedó sofocada, pero no llegó a morir; era fuerte y, poco a poco, con enormes esfuerzos a lo largo de siglos, pujó por recobrar su espacio propio, por salir a la luz, por manifestarse sin limitaciones.

Aquella fe robustecida primero en la desgracia y en el silencio, luego en la lucha por renacer, adquirió una potencia tal que, profunda en los adentros, se hizo expansiva hacia fuera; y con muchas luces y no pocas sombras —ya se nos advirtió que la cizaña se entremezcla con el trigo—, fuimos el instrumento decisivo para su implantación en el Nuevo Mundo que descubrimos y al que también hicimos dar un gran salto en el camino de la civilización; al tiempo que aportábamos a la Iglesia empuje, ideas, estructuras, y que hacíamos avanzar las ciencias naturales, la filosofía, la economía, la organización política, y aportábamos al mundo belleza en el arte y la literatura.

Quienes ahora quieren eclipsar la fe cristiana con espeso y sofocante manto, no son gentes que recen en otros templos, pero utilizan medios tan poderosos o más que las armas, menos aparentes pero más eficaces, para hacernos creer en sus dogmas y para que nosotros abandonemos lo que a ellos no les gusta.

Han conseguido mucho. Contrariando al artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, incluso entre los creyentes, han introducido la idea de que el sentimiento religioso es personal y privado, algo de lo que no debe hablarse en sociedad ni para la sociedad; otra vez privan de oxígeno y sol a la fe cristiana, amustiándola, cegando nuestra capacidad de reacción.

Así las cosas, el Papa Ratzinger, Benedicto XVI, líder añoso seguido por cientos de miles de jóvenes limpios y entusiastas, viene a España como otrora hizo el Apóstol Santiago, para sacudir nuestra inercia y conformismo; para empujarnos a levantar la pesada capa que oprime nuestro espíritu; para que, respetando a todos, ejerzamos sin complejos nuestros derechos; para que recuperemos nuestra posición de vanguardia en la oferta de la fe; para que acompañemos a las minorías católicas ilusionadas e ilusionantes que son nueva oleada para el rejuvenecimiento de la Iglesia, como en tiempos lo fueron el monacato, las Órdenes religiosas o las Congregaciones; para que nos unamos a esas Iglesias locales que ya salen a las calles con serenidad a proclamar sus convicciones y vuelven a tener los Seminarios llenos.

Gracias, Santidad, por su magisterio; por sus imprescindibles llamadas a combinar razón y fe; y por venir aquí, como el Maestro le ha pedido, a sostenernos en nuestras creencias.

* * * * * * *

Frente a las mentes totalitarias
Regina Otaola, exalcaldesa de Lizarza

Que sea precisamente en España donde se celebre la JMJ me parece de una importancia máxima, por la situación no sólo de falta de respeto, sino también de acoso hacia el cristianismo y los cristianos; un odio manifestado en actuaciones propias de mentes totalitarias, que no aceptan más que su propia concepción del mundo y de la sociedad. Esto ha ocurrido en algunas universidades españolas con jóvenes universitarios como protagonistas, que cuentan además con un Gobierno que les secunda, la mayoría de las veces, en estos despropósitos.

Ante esta situación, la conjunción de la juventud y el Santo Padre en Madrid es un acontecimiento que concita, en sí mismo, esperanza, reflexión y mejora. Y digo esto porque esperanza es lo que transmitirá esa juventud valiente y proactiva, llena de amor y energía para conseguir un mundo mejor, más libre, justo y solidario. Y tan es así, que el propio Pontífice afirma que «no es verdad que la juventud piense sólo en el consumo y en el placer. Es verdad lo contrario: los jóvenes quieren cosas grandes. Quieren cosas buenas. Por eso están de nuevo totalmente abiertos a Cristo». Así lo sentiremos y veremos en la Jornada.

También conllevará la reflexión no sólo de otros jóvenes, sino de los no tan jóvenes, al ser testigos de lo que está ocurriendo en suelo español. En palabras del propio Benedicto XVI: «Es muy importante promover, por decirlo de algún modo, una cierta curiosidad por el cristianismo, fomentar el deseo de descubrir qué es exactamente». Esa curiosidad por descubrir nos llevará a muchos creyentes y a otros no creyentes a reflexionar sobre el alcance de la verdadera defensa de la dignidad de la persona, desde la verdad del cristianismo.

Por último, nos queda la mejora, que no es otra cosa que poner en práctica con alegría y energía los resultados a los que nos lleve esa reflexión que resumo en palabras del propio Pontífice: «Nosotros hacemos el bien no como esclavos, que no son libres de obrar de otra manera, sino que lo hacemos porque tenemos personalmente la responsabilidad con respecto al mundo; porque amamos la verdad y el bien, porque amamos a Dios mismo y, por tanto, también a sus criaturas. Ésta es la libertad verdadera, a la que el Espíritu Santo quiere llevarnos».

Con una juventud afianzada en estos valores, la esperanza en un futuro mejor se traducirá en una esperanza activa.

* * * * * * *

La JMJ y la convivencia
Carlos Robles Piquer, exministro de Educación y Ciencia, embajador de España

La JMJ de Madrid pondrá en contacto a quienes empiezan a madurar desde horizontes muy distintos. Así, afianzará la fe católica de sus protagonistas y les abrirá a otras sociedades diferentes de la que a ellos hermana en la fe de Cristo y en la Iglesia de Roma. Ser fieles a lo propio y aceptar al otro pueden definir este gran encuentro.

La tolerancia del otro no fue siempre habitual en la conducta de los creyentes, fuese cual fuese su fe. Pero, por haber vivido bastantes años en ex colonias europeas ya soberanas, y de casi unánime fe islámica, creo que el respeto mutuo puede y debe ser la norma habitual de quienes creen en el Dios Uno, desde catecismos y hábitos muy distintos. Esto no es de fácil aplicación. Surgen roces, especialmente cuando más y más musulmanes se van insertando en nuestras viejas naciones cristianas e, incluso, confían en que los fértiles vientres de sus mujeres cambien pronto, a favor del Islam, el signo religioso de unas sociedades adormecidas por su propio bienestar; y algunos ya se frotan las manos… Quizá sea útil poner un ejemplo práctico y cotidiano.

Una de nuestras reglas de conducta es la de que las personas han de ser fácilmente identificables, lo que no excluye, por cierto, el uso femenino del yihab, ese pañuelo que deja a la vista el óvalo de la cara, como lo dejan las tocas utilizadas por algunas monjas católicas, sin que esto haya molestado nunca a nadie. Cosa distinta es el burka o prendas análogas, con las que la dama obligada a usarlas no permite que asome ni siquiera el color de sus propios ojos, lo que puede, por ejemplo, facilitar la circulación callejera de uno de esos terroristas o maleantes que, por desdicha, no son piezas muy raras en nuestro panorama nacional. Y, además, constituye, visto con ojos occidentales, una forma clara de humillación para el antes llamado sexo débil. No sería malo, tampoco, que quienes se asomen a estas Jornadas, desde formas diferentes de creer en Dios, puedan ver por sí mismos que no sólo son recibidos con esa clase de amor a la que los católicos llamamos caridad, sino que veríamos con gusto y alegría que se nos invitara a presenciar unas anfictionías, unas reuniones, en algún modo semejantes a la que va a albergar la hospitalidad muy probada de la capital de España en los calurosos días del próximo mes de agosto.

* * * * * * *

Una propuesta cristiana para la esperanza
Eugenio Nasarre, diputado del Partido Popular

La visita de Benedicto XVI a España va a producirse en unas circunstancias ciertamente excepcionales. La crisis económica ha desembocado ya en una profunda crisis social, que azota principalmente a los jóvenes, sus verdaderos perdedores. Veo desaliento, desmoralización, desconcierto y, también, brotes de creciente irritación, que todavía no sabemos hacia dónde van a parar. Parece como si, de nuevo, la sociedad europea hubiera perdido la brújula, como en otros momentos dramáticos de nuestra historia. Si dirigimos la mirada a nuestro pasado, podemos tener motivos de seria preocupación.

En este contexto, cientos de miles de jóvenes van a vivir con el Papa unos días densos en experiencias y en significado. Otros muchos también los acompañaremos, porque merecerá la pena. De alguna manera, el rostro del cristianismo se asomará en medio de la crisis. Tengo la convicción de que en la Jornada Mundial de la Juventud se hará patente una propuesta cristiana para el momento en que vivimos. Benedicto XVI es el Papa de lo esencial. Y a ello, más allá de la hojarasca y de los ruidos con muchos decibelios, ha de dirigir su mirada la sociedad europea. Porque no es necesario sólo acertar en el diagnóstico; hace falta también un cambio de actitud, de perspectiva, de valoración de las cosas, de establecer jerarquías con sentido. Es lo que los cristianos venimos llamando, desde hace mucho tiempo, conversión. No deseo ningún triunfalismo en las Jornadas del Papa en Madrid. Deseo todo lo contrario. Deseo que sean jornadas de conversión y que de ella brote una esperanza que se pueda ofrecer a nuestra sociedad; y que sea creíble, al ser auténtica. Los jóvenes cristianos tienen en nuestros días una gran misión, lo deben saber. Todos debemos ayudarlos, porque su compromiso no es nada fácil.

* * * * * * *

Conectado a los jóvenes
Arantza Quiroga, presidenta del Parlamento vasco

Una vez más, el Papa honra a nuestro país con su visita; una vez más, los católicos españoles vamos a tener la posibilidad de estar cerca del Santo Padre, de escucharle con atención y de estar muy pendientes de su mensaje. A nadie le va a pasar desapercibido lo que transmita el Papa. Y, aunque se dirija especialmente a los jóvenes, su palabra es válida para todo el mundo, para todo aquel que le quiera escuchar.

¡Qué necesario es que los jóvenes perciban un mensaje de esperanza y de compromiso con el prójimo en una sociedad cada vez más individualizada, egoísta e indiferente ante los problemas de la gente que nos rodea!

En una sociedad cada vez más globalizada, nos estamos especializando en ser solidarios con todo y con todos. Eso sí, desde el sofá. Y con un gesto tan fácil como un clic. Nunca ser buen samaritano fue tan fácil. Sin embargo, el mundo real nos describe una sociedad cada vez más desestructurada, insolidaria, solitaria y pasota de los graves problemas que padecen las personas de nuestro alrededor.

Los jóvenes tienen en sus manos la posibilidad de moldear el futuro. Si lo hacen inspirados en los evangelios, el futuro será mucho más prometedor que el tiempo que ahora nos toca vivir. No estamos sumidos es un momento de abatimiento, de desesperación, ni de desistimiento. Es una época llena de oportunidades para todo aquel que desee cambiar el mundo y quiera hacerlo inspirado en los principios que revela el Evangelio.

Hoy, cuando la palabra frívola parece inundarlo todo, el mensaje de Benedicto XVI es profundamente renovador, lleno de esperanza y de confianza en la posibilidad de construir un futuro distinto. Trabajar por un mundo mejor no es una frase hecha, sino el compromiso vivo de la marea de jóvenes que, al corear al Papa, están abrazando el mensaje de Cristo de combatir la indiferencia ante la realidad que les rodea. El mensaje de Benedicto XVI invita a los jóvenes a actuar en la sociedad real actual. Si la luz de Cristo alumbra las actuaciones presentes y futuras de una parte importante de la juventud, más pronto que tarde seremos testigos de un mundo mejor, más justo y solidario.

Afortunadamente, en la sociedad del relativismo moral, de mucho compromiso vacío, de pose y verborrea fácil, la juventud recibe un mensaje nítido y revolucionario para este tiempo: dejarse llevar por la palabra de Cristo, por su mensaje de esperanza, por un compromiso generoso, real y profundo hacia los demás. Éste es el mensaje de la Iglesia universal que predica Benedicto XVI y que todos los que en ella creemos seguimos tratando de llevarlo a la práctica. Y si bien es verdad que hay poco obrero para tanta mies, Benedicto XVI nos infunde el aliento y el apoyo necesario para que tanto los jóvenes como el conjunto de católicos no desfallezcamos en nuestro compromiso de seguir trabajando por una sociedad mucho mejor que la que ahora conocemos.

* * * * * * *

Una reacción al laicismo
Marcelino Oreja, exministro de Asuntos Exteriores

Son muchos millones de españoles los que esperamos ansiosos la llegada del Papa Benedicto XVI a Madrid. Después de su visita a Santiago de Compostela y a Barcelona, en esta ocasión vamos a participar junto a él en esta magna Jornada de la Juventud que se está preparando con tanto cariño y dedicación por personas de todas las edades y condiciones, bajo la dirección del cardenal arzobispo de Madrid, monseñor Rouco Varela, a quien debemos testimoniar nuestra admiración y reconocimiento por la forma como está multiplicando su presencia junto a un gran equipo de colaboradores, sembrando por todas partes la buena nueva de este magno acontecimiento.

Pienso que el momento en que se produce contribuirá, sin duda, a despertar en muchos españoles una reacción frente a ese laicismo beligerante que algunos están tratando de proyectar a nuestra sociedad. Se está queriendo quebrar un riquísimo patrimonio espiritual y cultural con el abandono de valiosas instituciones y tradiciones, y se pretende construir artificialmente una sociedad sin referencia religiosa alguna. El laicismo va configurando, así, un sociedad que se enfrenta con los valores más fundamentales de nuestra cultura, que deja sin raíces a instituciones tan básicas como el matrimonio y la familia, que diluye las bases de la vida moral, de la justicia y de la solidaridad, y sitúa a los cristianos en un mundo culturalmente extraño y hostil. Sabemos, sin embargo, que el pleno respeto a la libertad religiosa de todos es garantía de verdadera democracia y estímulo para el crecimiento espiritual de las personas y el progreso cultural de toda sociedad.

Por eso sentimos tanta alegría por la explosión de religiosidad, de fervor, de entusiasmo que despierta la venida del Santo Padre y la celebración en Madrid de la Jornada Mundial de la Juventud.