Sor Isabel Guerra: «La esperanza del Papa es patente»
Sor Isabel Guerra, o la «monja pintora» como la llaman habitualmente, es madrileña. Artista precoz, a los 15 años realiza su primera exposición y en 1979 ingresa en el monasterio de Santa Lucía en Zaragoza. Es académica de Honor de la Real Academia de Bellas Artes de San Luis y académica correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo. Monja y artista, artista y monja, dos vocaciones «absolutamente fusionadas» en ella. Habla para agencia SIC del retrato del Papa Francisco encargado con motivo del 50 aniversario de la CEE, y de la controversia del todo vale en el arte y de la belleza
¿Cómo surgió la idea de hacerle este retrato al Papa Francisco?
Hace meses que la CEE me comunicó su deseo de que realizara un retrato del Papa Francisco. Siempre he creído entender que se trataba de hacerlo con motivo del 50 aniversario de la creación de la propia CEE. Para mí la idea nació ahí, y yo acepté el encargo por amor a nuestra Iglesia Española y con el interés de retratar a un Papa de la enorme personalidad de Francisco. Esto a pesar del grande compromiso de trabajo que tengo y de que sólo acepto encargos, mucho menos de retrato, en contadísimas y muy especiales ocasiones.
¿Cómo ha realizado este trabajo?
El encuentro con el Papa era para mí imprescindible y así lo manifesté. Mantuve unas conversaciones con la CEE y más tarde se concretó una fecha en la que pudiera asistir a una audiencia con el Papa Francisco. Pude verle y hablar con él dos días consecutivos. El Papa me dijo reiteradamente «no me haga posar». «Tome las fotos que le parezca y hágame el retrato que quiera, eso me parecerá muy bien». Eso hice, tengo una enorme cantidad de fotografías suyas sin posar, es decir, precisamente lo que yo quería, verle natural y distendido.
El retrato fue creado con ellas y estudiando muy detenidamente la diversidad de sus gestos. Después una tarea dura, intensa y contra reloj: el óleo de 190 x 113, que es ya mi retrato definitivo de Francisco.
¿Qué personalidad tiene el Pontífice o al menos cual es la que ha querido transmitir con este retrato?
Todos sabemos a estas alturas que la personalidad de Francisco es enorme. Difícil de plasmar en un único gesto. Las dos facetas más conocidas son la risa o sonrisa amplia, o una enorme seriedad. Pero estaba convencida de que habría una que las unificara en el Francisco más cercano y relajado. Creo que esa medio sonrisa de pensamiento comprensivo de su entorno, la encontré y es la que he querido reflejar.
¿Ha habido algún aspecto del Papa que le ha costado más pintar o le ha sido más difícil?
No, no he tenido una dificultad sobresaliente en ningún aspecto concreto de la obra. El conjunto de la imagen no es precisamente fácil, pero no he tenido alguna complicación sobresaliente.
Llama la atención la mirada y el gesto de la cara del Papa Francisco en este retrato. No sonríe, ni está serio, pero sí está pensativo… ¿Está preocupado?
A la primera parte de la pregunta ya le he dado respuesta más arriba. Si está preocupado en el retrato creo que no. Que él lo esté por tantísimos motivos es normal, y lo denotan algunas de las imágenes que conseguí tomarle. Pero también está esperanzado y alegre. Su sonrisa aflora constantemente y nadie ha hablado tanto en sus documentos como él de la alegría. Su esperanza es patente y se denota en ese esfuerzo de renovación de la Iglesia, que nos hace tanta falta. Esa impronta suya es imprescindible para que la Iglesia no siga anclada en nocivas rutinas que ya no son aceptables.
¿Ha tenido ocasión de hablar con el Papa Francisco sobre este cuadro? ¿Cree que le gustará?
Yo he intentado huir de todo el boato que sé que a él no le gusta. Y en eso coincidimos al cien por cien. He procurado la naturalidad dentro de un retrato formal como se me pidió. También me pidieron que fuera lo más realista posible dentro de mi estilo. Si le puede gustar o no… ¿? En esto nunca soy optimista, porque a la primera que no le gustan mis trabajos es a mí.
Se puede ver en el retrato como el Papa Francisco está acompañado por un Guardia Suizo, ¿ qué ha querido plasmar con esta figura?
No existe intencionalidad de pensamiento, sino de composición y estética, de búsqueda de profundidad para la figura del Papa. Pero tal vez si te paras a mirar un por qué, puedes encontrar algo en el subconsciente. La figura de un papa está siempre, y lo estará, de lo que supone la historia de la Iglesia, y eso es tremendo.
Tiene vocación religiosa y vocación artística, ¿cómo se compaginan las dos? ¿Cómo es su día a día?
Dos vocaciones absolutamente fusionadas en mí. La vida monástica es un espacio privilegiado para alguien que se dedica a las artes. Una misma búsqueda de armonía, de valores transcendentes, de espiritualidad… En un clima de sereno silencio, nunca exento del calor de la familia que constituye la comunidad…
Mi día a día es el ora et labora benedictino, propio del Cister más que de nadie. Todo aquí es liturgia y alabanza, desde el oficio divino al rato de familia comunitario. Y todo es celebrativo, porque somos llamados a la alegría del Amor, en la confianza de su Misericordia.
Cuando la obra de una artista provoca y ofende a un colectivo como pueden ser el de los católicos (refiriéndome a algunas exposiciones que han sido incluso blasfemas), ¿la libertad de creación y expresión del artista está por encima de otras libertades fundamentales? ¿En el arte todo vale?
En el arte vale todo lo que es arte. Pero en una sociedad brutalmente agredida por la manipulación en el ejercicio de lo feo y lo grotesco, se está a veces consiguiendo confundir a los más débiles en su formación humana. Se atropellan los valores, el criterio justo de las cosas, el más elemental respeto… y un larguísimo etc. Y naturalmente la Religión molesta. Principalmente la Cristiana, porque se basa en la Verdad-Amor-Belleza, definición del que Es.
La verdad, el amor y la belleza chocan frontalmente con la cultura de lo feo, de lo abyecto que se nos quiere imponer hoy todavía desde muchos aspectos; aun cuando en el mundo de las artes de la imagen está ya abandonada por los creadores.
Nuestra libertad termina siempre donde empieza la del otro. Pero sobre todo, la libertad no consiste en hacer barbaridades, y que todo el mundo lo acepte, sino en opciones personales por lo que consideramos justo para nosotros y para los demás. Otra cosa, se tiene que calificar de libertinaje.
Lourdes Artola / Agencia SIC