La cicatriz. Mendigos de afecto - Alfa y Omega

Como señalara la poeta colombiana Piedad Bonnet, no hay cicatriz, por brutal que parezca, que no encierre belleza. Todos tenemos cicatrices que nos recuerdan que sufrimos, que hacen visible ese dolor que llevamos pegado al cuerpo, un dolor que nos acompañará siempre, por mucho que queramos huir, olvidar, buscar unos ojos o unos brazos que lo mitiguen, si acaso por un instante. Pero quizás porque las cicatrices hacen aflorar aquello que nos llegó tan hondo siempre encierran una cierta belleza. Y esa belleza es la que quiere mostrarnos David Ramiro Rueda, escritor y director del montaje que podemos ver en los Teatros Luchana.

Estela, una mujer casada, acude todos los viernes a casa del joven Dámaso. Allí encuentra un refugio en el que olvidar su soledad, su tristeza, su amarga nostalgia. El deseo saciado como bálsamo de Fierabrás que pretende curar las heridas incurables. La necesidad del otro hasta extremos incontrolables. Poco más se puede decir sin destripar las entrañas de esta relación alrededor de la cual se teje la obra.

El montaje, de gran sobriedad visual, se basa en el trabajo de los actores. Un creíble Álvaro Quintana da la réplica a Adriana Salvo, actriz que interpreta el difícil y poliédrico personaje de Estela. No se puede dudar que ambos se entregan en cuerpo y alma a sus personajes, en una puesta en escena trabajada. El día del estreno puso de manifiesto que aún pueden crecer y pulirse las situaciones en las que se desenvuelven estos personajes, pero la obra consigue mantener el interés, y la tensión va creciendo a medida que estos personajes se van desnudando y mostrando la cicatriz que la vida ha ido dejando en ellos.

El dolor y el deseo, la frustración y la infelicidad, la búsqueda, casi la demanda desesperada de afecto como tabla de salvación de unas vidas en permanente naufragio. Y sobrevolando estos temas, el eterno tema del teatro, el que quizás sea su razón de ser: poner el foco en aquello que está escondido en lo más hondo de cada uno de nosotros, hurgar en lo que realmente importa y que escondemos en nuestras vidas cotidianas. Aquello que hay detrás del maquillaje, detrás de los movimientos rutinarios, detrás del libreto que recitamos en función de los personajes que nos ha tocado representar.

Siempre habrá cicatrices que escribirán sobre nuestra piel aquello que nos hirió en lo hondo, aquello que nos marcó la vida. Porque volviendo a Piedad Bonnet, las cicatrices no son sino la forma que el tiempo encuentra de que nunca olvidemos las heridas.

La cicatriz

★★★☆☆

Teatro:

Teatros Luchana

Dirección:

Calle Luchana, 38

Metro:

Bilbao

Hasta el 25 de noviembre