En estos tiempos de posverdad y hechos alternativos se hace necesario poner la mirada en aquellos que han convertido la lucha por la verdad en la razón de ser de su vida. Y de su muerte. Mártires de la libertad, conscientes de que la verdad nos hace libres, a pesar del precio que hay que pagar por ello.
Hombres y mujeres como Anna Politkóvskaya, la periodista rusa que fue asesinada en 2006 en Moscú, y que entregó su vida, literalmente, por comprometerse sin desmayo en la denuncia de las atrocidades cometidas en la guerra de Chechenia. El dramaturgo italiano Stefano Massini puso su vida negro sobre blanco en la obra Mujer no reeducable un año después de su asesinato. El texto llega ahora al Teatro Español de la mano del director Lluís Pasqual y de la actriz Miriam Iscla en un soberbio montaje producido por el Teatro Lliure.
La obra se nos ofrece en forma de monólogo en el que, como un reportaje periodístico de alto voltaje literario, la protagonista va narrando una serie de hechos brutales, insoportables, con precisión y verdad, con un ritmo envolvente, con una implicación no reñida con una búsqueda de la objetividad que traspasan al espectador dejándolo literalmente abrumado y angustiado. En un inusitado maridaje entre lirismo y crónica de guerra, el ritmo insistente de la prosa, casi poética en su cruda precisión, nos va envolviendo en un ambiente opresivo, acercándonos a los horrores y vejaciones de la guerra con una crudeza y una viveza sorprendente.
Pero siendo todo encomiable en el montaje, la interpretación de Míriam Iscla es sencillamente memorable. Una de las mejores interpretaciones que recuerdo. Una simbiosis perfecta entre actriz y personaje. Miriam Iscla es Anna Politkóvskaya. Miriam-Anna es una periodista apasionada por la verdad, le cueste lo que le cueste. Y nos lo transmite en cada mirada (esa mirada fija, viva, llena del fuego apasionado de quien se juega la vida por aquello que vale la pena, esa mirada que se clava inquisitiva en los ojos de cada uno de los espectadores) y en cada gesto vehemente y preciso. Porque esta interpretación (y se nota además la mano del director) es precisa y expresiva. Como el buen teatro, que gana en expresividad a medida que ahonda en la precisión.
No se pueden perder esta función. Lo pasarán mal. Pero no se arrepentirán. Necesitamos de voces limpias y verdades desnudas en un mundo dominado por la información sesgada, cuando no sectaria, por la componenda con medias verdades, por los silencios cómplices, por el periodismo de empresarios y de escribientes aduladores y complacientes, por la histeria del espectáculo zafio y sobreactuado. Una bocanada de aire fresco, una bocanada de libertad. Un monumento a la verdad.
★★★★★
Teatro Español. Sala Margarita Xirgú
Calle del Príncipe, 25
Sevilla, Antón Martín
Hasta el 26 de febrero