Las bicicletas son para el verano. La guerra y la vida - Alfa y Omega

La intrahistoria de la guerra civil en el Madrid asediado. La guerra contada no desde las trincheras ni desde los despachos políticos, sino desde la mirada del joven Luisito. La vida cotidiana, con sus sinsabores y alegrías, sus miedos, sus miserias y sus pequeñas grandezas. Eso es lo que se nos ofrece en esta obra que ya es un clásico del teatro español del siglo XX. La obra más representativa de Fernando Fernán Gómez se exhibe ahora en el teatro que lleva su nombre, 40 años después de la concesión del premio Lope de Vega.

La mirada de Fernán Gómez no es la del que pretende ajustar cuentas, ni gritar a voz viva los horrores de la guerra: es la mirada nostálgica y comprensiva del que mira hacia atrás sin ira, y narra los hechos desde el punto de vista del pequeño Luisito, trasunto del niño que fue el autor. Un niño que espera que le compren una bicicleta para el verano del 36, pero la bicicleta nunca llega, porque no llega el verano, porque no hay verano, sino una guerra que trastoca las vidas de tantas personas sencillas empeñadas en seguir viviendo. Como la de su madre, doña Dolores (Llum Barrera), una mujer buena y tradicional; como la de su padre, don Luis (Patxi Freytez), un hombre liberal que lucha por sacar a una familia adelante; como la de su hermana, Manolita (Teresa Ases), decidida a ganarse la vida como cómica. Como la de los vecinos y amigos que pululan por esa casa de clase media madrileña.

Hay algo de cervantino en la perspectiva desde la que aborda Fernán Gómez su trabajo: no juzga a los personajes, solo presenta sus vidas, nos muestra sus grandezas, sus vicios o sus debilidades (genial la escena de las lentejas), dotándoles de hondura y humanidad. La guerra es el telón de fondo, pero lo que subraya es lo pequeño, lo cotidiano, si acaso lo verdaderamente importante. Y muestra por igual los desmanes de unos y de otros, aunque es evidente que deja traslucir dónde tiene puesto su corazón. Consigue desde un punto de partida realista, costumbrista incluso, trascender a un plano en el que se muestra al ser humano en toda su complejidad, sin estridencias, con sentido del humor, con naturalidad.

Siempre es arriesgado afrontar una obra de estas características, sobre todo teniendo en cuenta la sombra del montaje con que se estrenó la obra allá por 1982, bajo la dirección de José Carlos Plaza y las memorables interpretaciones de Agustín González, Berta Riaza o Mª Carmen Prendes. Pero el montaje, con una producción más sencilla, está a la altura de la obra y vuelve a dar vida con solvencia al texto de Fernán Gómez de la mano de César Oliva y del mismo equipo de producción que tanto éxito le está dando con Ninette y un señor de Murcia. Magníficos los personajes de Luisito (Álvaro Fontalba), doña Dolores (LLum Barrera), don Luis (Patxi Freytez) y doña Antonia (Esperanza Elipe). Me ha parecido especialmente brillante la interpretación de Teresa Ases en el papel de Manolita. Y el resto del elenco se desenvuelve con igual soltura.

Merece la pena reponer una obra de este peso, un referente de nuestro teatro del siglo XX, y merece la pena sentarse a contemplar la historia de nuestro pasado sin revanchismos, ni estridencias, ni ideologías cegadoras. Hacerlo con mesura, buen gusto y serenidad hace falta. Mucha falta.

Las bicicletas son para el verano

★★★★☆

Teatro:

Teatro Fernán Gómez. Centro Cultural de la Villa

Dirección:

Plaza de Colón, 4

Metro:

Colón

Hasta el 30 de abril