La Chunga, de Vargas Llosa. Es tan peligroso como enamorarse - Alfa y Omega

Quizá algunos no lo sepan, pero Vargas Llosa no sólo ha escrito novelas, cuentos o ensayos. En más de una ocasión ha confesado que quiso ser siempre antes dramaturgo que novelista, y prueba de ello son sus piezas teatrales que se vienen representando con éxito por medio mundo y que ahora se asoman al Teatro Español gracias a La Chunga; gracias también a su director, Joan Ollé, y gracias —cómo no— a Aitana Sánchez-Gijón y Asier Etxeandia, entre otros.

De todas las obras de teatro que el Nobel ha escrito, La Chunga es la que más se ha representado y que auguro, no tardará mucho en regresar a las tablas. Hablar de La Chunga es hacerlo de una pieza que aborda la soledad. Puede que esto sea resumir mucho, ya me entienden. Lo que ocurre es que dentro de esta soledad a la que me refiero, en La Chunga se juega mucho el amor, escurridizo y nostálgico; la prostitución, como cuchillo afilado a punto de hacer diana; la mujer, ese verbo semiclandestino que debe pedir perdón y permiso por vivir… Qué trágico es el universo de Piura, ese pueblecito del norte de Perú. Qué trágico también este Madrid por donde se pasean otras tantas Chungas.

Pero no quiero adelantar acontecimientos. La obra se desarrolla en una taberna en una barriada pobre de la periferia de Piura, donde cuatro amigos juegan a los dados bajo la mirada de La Chunga, Aitana Sánchez-Gijón, la dueña del local. Los dados darán paso a la bebida, la bebida a las palabras y entre ellas el nombre de Mechita, Irene Escolar, una joven e ingenua muchacha que fue vendida a La Chunga por tres mil soles para compartir la noche con ella y de la que no se ha vuelto a saber nada. Lo que viene a continuación son cuadros donde cada uno de los cuatro amigos, los Inconquistables, evocan lo que le sucedió a Mechita. Y por encima de todo, ella, La Chunga, quizá la única que conoce el misterio, pero que se esforzará con uñas y dientes en defender lo que considera digno: la libertad de la mujer para amar y vivir, para soñar, reír, huir, disfrutar, desesperar… La libertad, en resumidas cuentas, de amar y ser amada. La libertad de ser mujer y sentirse mujer.

Foto: Javier Naval.

Al otro lado Josefino, Asier Etxeandia, uno de los cuatro amigos, proxeneta descabellado, machista engreído, maltratador. Todo me parece poco para presentar al hombre que a día de hoy se esconde en cualquier esquina. Tan de moda. Capaz de parapetarse detrás de una navaja que custodia y con una verbigracia y una galantería que hace que sus golpes suenen menos fuertes de lo que son. Pero no se preocupen: está herido. Como todos en la obra lo están. No hay nada más doloroso que estar enamorado porque —eso La Chunga mejor que nadie lo sabe—, quien se enamora se vuelve débil; y por suerte o por desgracia, todos los personajes que se asoman al escenario lo están. Y eso, ya lo saben, les condenan una muerte segura.

Saben ya que no pueden faltar a la cita, ¿verdad? Aitana Sánchez-Gijón se convierte en una mujer fea y bruta, una guerrera; nunca hasta entonces la había visto brillar tanto. Asier Etxeandia pone los pelos de punta, bárbaro. Irene Escolar, un toque de dulzura. Tomás Pozzi, Rulo Pardo y Jorge Calvo completan este elenco con interpretaciones fabulosas. Y qué decir de Joan Ollé, probablemente el enamorado más tierno de La Chunga, que con tanto cariño y generosidad abraza la pieza y nos trastoca.

Una última confesión: el gran Vargas Llosa estuvo en el estreno. Lo sé. Ya sé lo que están pensando (…). Hubo luz esa noche en el Español. Hubo también palabras de agradecimiento por su parte a todos los actores y actrices, gracias por los aplausos. Hubo magia, ya saben. Pero aunque el Nobel no se encuentre entre los asientos del teatro la vez que vayan, piensen que ahí estuvo, sonriendo y sufriendo, agradecido y emocionado al ver una pieza tan bien hecha. Como mínimo, así se sentirán ustedes.

La Chunga

★★★★★

Teatro:

Teatro Español

Dirección:

Calle del Príncipe, 25

Metro:

Sol, Sevilla

ESPECTÁCULO FINALIZADO