La caridad de la verdad - Alfa y Omega

La caridad de la verdad

El viaje apostólico de Benedicto XVI a Estados Unidos ha sido especialmente fructífero en ideas y palabras. Los fundamentos prepolíticos de la democracia, el derecho a la libertad religiosa, la solidaridad de todos los países para construir el futuro común de la Humanidad, los peligros del relativismo…, son sólo algunos de los temas que ha abordado el Papa en tierras estadounidenses, y que subrayan el compromiso del Pontífice con la verdad

Redacción
La inspiración religiosa de la democracia

Históricamente, no sólo los católicos, sino todos los creyentes han encontrado aquí la libertad de adorar a Dios según los dictámenes de su conciencia. Confío que los estadounidenses encuentren en sus creencias religiosas una fuente preciosa de discernimiento y una inspiración para buscar un diálogo razonable, responsable y respetuoso en el esfuerzo de edificar una sociedad más humana y más libre.

Por su parte, la Iglesia está convencida de que la fe proyecta una luz nueva sobre todas las cosas, y que el Evangelio revela la noble vocación y el destino sublime de todo hombre y mujer. La fe, además, nos ofrece la fuerza para responder a nuestra alta vocación y la esperanza para trabajar por una sociedad más justa y fraterna. Como vuestros Padres fundadores bien sabían, la democracia sólo puede florecer cuando los líderes políticos, y los que ellos representan, son guiados por la verdad y aplican la sabiduría, que nace de firmes principios morales, a las decisiones que conciernen la vida y el futuro de la nación.

(De la ceremonia de bienvenida en la Casa Blanca)

La belleza de la verdad y del amor

Verdad significa más que conocimiento: conocer la verdad nos lleva a descubrir el bien. La verdad se dirige al individuo en su totalidad, invitándonos a responder con todo nuestro ser. Lejos de ser solamente una  comunicación de datos fácticos, informativa, la verdad amante del Evangelio es creativa y capaz de cambiar la vida.

Cuando no se reconoce como definitivo nada que sobrepase al individuo, el criterio último de juicio acaba siendo el yo y la satisfacción de los propios deseos inmediatos. La objetividad y la perspectiva, que derivan solamente del reconocimiento de la esencial dimensión trascendente de la persona humana, pueden acabar perdiéndose. En este horizonte relativista, los fines de la educación terminan inevitablemente por reducirse. Se produce lentamente un descenso de los niveles. Hoy notamos una cierta timidez ante la categoría del bien y una búsqueda ansiosa de las novedades del momento como realización de la libertad. Somos testigos de cómo se ha asumido que cualquier experiencia vale lo mismo y cómo se rechaza admitir imperfecciones y errores. Es especialmente inquietante la reducción de la preciosa y delicada área de la educación sexual a la gestión del riesgo, sin referencia alguna a la belleza del amor conyugal.

(Del encuentro en la Universidad Católica de América)

La fe no es algo privado

¿Es acaso coherente profesar nuestra fe, el domingo, en el templo, y luego, durante la semana, dedicarse a negocios o promover intervenciones médicas contrarias a esta fe? ¿Es quizás coherente para católicos practicantes ignorar o explotar a los pobres y marginados, promover comportamientos sexuales contrarios a la enseñanza moral católica, o adoptar posiciones que contradicen el derecho a la vida de cada ser humano desde su concepción hasta su muerte natural? Es necesario resistir a toda tendencia que considere la religión como un hecho privado. Sólo cuando la fe impregna cada aspecto de la vida, los cristianos se abren verdaderamente a la fuerza transformadora del Evangelio.

(A los obispos de los Estados Unidos)

La voz de la verdad

El objetivo más amplio del diálogo es descubrir la verdad. ¿Cuál es el origen y el destino del género humano? ¿Qué es el bien y el mal? ¿Qué nos espera al final de nuestra existencia terrena? Solamente afrontando estas cuestiones más profundas podremos construir una base sólida para la paz y la seguridad de la familia humana. Vivimos en una época en la que con demasiada frecuencia se marginan estas preguntas. Sin embargo, jamás se podrán borrar del corazón humano.

Queridos amigos, en nuestro intento de descubrir los puntos de comunión, hemos evitado quizás la responsabilidad de discutir nuestras diferencias con calma y claridad. Mientras unimos siempre nuestros corazones y mentes en la búsqueda de la paz, debemos también escuchar con atención la voz de la verdad. De este modo, nuestro diálogo no se detendrá sólo en reconocer un conjunto común de valores, sino que avanzará para indagar su fundamento último. No tenemos nada que temer, porque la verdad nos revela la relación esencial entre el mundo y Dios.

(Del encuentro con representantes de otras religiones)

Derecho a afirmar a Dios

Es inconcebible que los creyentes tengan que suprimir una parte de sí mismos —su fe— para ser ciudadanos activos. Nunca debería ser necesario renegar de Dios para poder gozar de los propios derechos.

Todo Estado tiene el deber primario de proteger a la propia población de violaciones graves y continuas de los derechos humanos, como también de las consecuencias de las crisis humanitarias, ya sean provocadas por la naturaleza o por el hombre. Si los Estados no son capaces de garantizar esta protección, la comunidad internacional ha de intervenir con los medios jurídicos previstos por la Carta de las Naciones Unidas y por otros instrumentos internacionales.

(A los representantes de las naciones en la ONU)