La anunciación de san José - Alfa y Omega

La anunciación de san José

No se habla mucho de san José, y en la historia del arte no le veremos hasta la Edad Media y de una manera muy obviada, en tercer plano

Ana Robledano Soldevilla

Esta Navidad será diferente. Reuniones limitadas, horario limitado y la dolorosa falta de algún ser querido, posiblemente la de aquel que reunía a la familia en estas fechas. La reflexión generalizada es la de vivir la Navidad profundizando en sus raíces y en su esencia. Será una oportunidad de alejarse de lo más superfluo, humano o material que trae consigo esta época, y detenerse en lo que verdaderamente significa. Con el siguiente análisis artístico se pretende colaborar en esta idea, y ayudar a contemplar el hecho que cambió el rumbo de la historia y que hoy llamamos Navidad.

Nos acercamos a la escena del Sueño de san José. En concreto, a través de un ejemplo del reconocido pintor Anton Raphael Mengs (XVIII). Me gusta pensar en esta escena como la pareja de la anunciación de la Virgen (salvando las distancias). Técnicamente, es una anunciación a san José, pero en un sueño.

Sabemos por los Evangelios que, antes de esta aparición, José y María ya estaban casados, pero, según la tradición, pasaba un tiempo después de los desposorios hasta que empezaban a vivir juntos, y entonces sería oficialmente un matrimonio. Fue en ese tiempo intermedio cuando tuvo lugar la Encarnación, y después José descubrió que su futura mujer estaba embarazada. Sin embargo, su gran bondad y humildad le llevaron a respetar la reputación de María y «repudiarla en secreto», como dice literalmente la Biblia. Repudiar significa algo parecido a anular el compromiso o separarse. San José decidió no formalizar el matrimonio sin explicar a nadie el porqué. Fue entonces cuando tuvo el primer sueño.

José escuchó a los ángeles hasta en cuatro ocasiones, según el Evangelio. El primero, el anuncio de la encarnación; el segundo, el viaje a Belén; el tercero, la huida a Egipto, y el cuarto, la vuelta a Israel para instalarse en Nazaret. Todas estas idas y venidas tenían como objetivo mantener al Niño y a la Virgen a salvo de todos aquellos que procuraron la muerte de Jesús. Dios se sirvió de este carpintero para llevar a cabo su plan más perfecto, cumpliéndose a rajatabla todas las profecías. El diligente y responsable san José confió y no le falló.

Se podría pensar que, al ser cuatro los sueños, no se sabría identificar a cuál de todos se refiere este cuadro. Sin embargo, se sobreentiende que es el primer sueño, ya que la escena está ambientada en el taller, y también porque en las representaciones de los otros tres sueños aparece el Niño Jesús con él, ya sea recién nacido, como en el segundo sueño, o más mayor en los siguientes.

En esta escena de san José en el arte, normalmente se le representa dormido. Sin embargo, en esta no aparece tumbado durmiendo a pierna suelta, sino incorporado y descansando la cabeza en la mano. En este lienzo está apoyado sobre una mesa, con un serrucho al lado. Parece como si en un parón de la jornada cerrara los ojos por unos minutos y el ángel aprovechase para manifestarse en su descanso. El trabajo de carpintería requiere gran esfuerzo físico, y suponemos que aún más en aquellos tiempos. Además, era muy demandado y el trabajo en sí era largo y fatigoso. Por eso el pintor le representa con brazos fuertes y robustos propios de un joven, aunque en el rostro presente rasgos de edad más avanzada. Esto es muy típico en la manera de representar a san José, aunque se desconoce la edad que tenía en ese momento de la historia.

En la escena, parece que el ángel haya terminado de explicar la situación. La cara no hay ni por qué comentarla. Habla sola. No parece que esté dormido. Está en un momento de digerir la información, hacer un acto de fe sobrehumano y visualizar la que le viene encima. El gesto es una mezcla de angustia y aceptación.

El atributo iconográfico más representado en la figura de san José es la vara. La podemos ver a la derecha. La inmensa mayoría de las veces este bastón presenta flores en el extremo superior, generalmente lirios o azucenas, las flores de la pureza. Esto se debe a una narración de los apócrifos que cuenta cómo Dios anunció que se desposaría con María aquel varón cuyo cayado floreciese. Sin embargo existen otras interpretaciones de este objeto: por un lado se dice que hace alusión a la vejez, y por otro lado podría simbolizar el báculo del peregrino, por todos aquellos viajes.

No se habla mucho de san José, y en la historia del arte no le veremos hasta la Edad Media y de una manera muy obviada en tercer plano. Pero él fue el encargado de coordinar la llegada al mundo del mismo Dios y custodiarle a Él y a María de todo peligro, ¡casi nada!

Anton Raphael Mengs (1728-1779)

De origen checo alemán, trabajó para diversas cortes europeas: Dresde, Madrid y Viena, entre otras.