Cuando la pintura se volvió emocional - Alfa y Omega

Cuando la pintura se volvió emocional

El Thyssen concluye el año con la muestra de unos artistas que también sufrieron crisis y muerte. Además, el expresionismo alemán era uno de los preferidos del barón

Ana Robledano Soldevilla
‘El sueño’, 1912. Franz Marc muestra su conocimiento del cubismo francés. Foto: Museo Thyssen-Bornemisza

Nada como el expresionismo alemán para marcar un rotundo giro en la cultura y en la creatividad de los artistas. Me atrevería a decir que fue uno de los puntos de inflexión más importantes de la historia del arte. Decidieron abandonar la representación bella de la realidad y optar por otros intereses y técnicas. Inauguraron el inicio del vanguardismo.

‘Joven pareja’, 1931-1935. Emil Nolde fue uno de los máximos representantes del expresionismo alemán. Foto: Museo Thyssen-Bornemisza

Hay quien dice que el primer movimiento vanguardista fue el impresionismo. Pero no lo comparto. Los creadores franceses decimonónicos flexibilizaron un poco la rigidez de la pintura academicista y se permitieron algo de libertad en la pincelada; fueron rebeldes, pero no unos rompedores. Los expresionistas mataron el arte, y por eso hoy en día es difícil entender el arte contemporáneo.

Aunque los antecedentes impresionistas alteraron la técnica de la pintura, el objetivo, a fin de cuentas, no varió: representar escenas, paisajes, retratos… con el denominador común de belleza y realismo. Los alemanes pusieron el broche final a lo que empezaron los franceses y redirigieron la finalidad de la obra de arte. Decidieron empezar a expresar (de ahí su nombre) lo que sentían. Reinventaron el objetivo, no solo en la pintura, sino también en las demás disciplinas (cine, música…). Muchos artistas del pasado utilizaron el arte para expresar sentimientos pero ahora, por primera vez, el arte servía exclusivamente para la expresión pura del hombre.

‘Casa en Dangast (La casa blanca)’, 1908. Erich Heckel pretendía tender un puente entre la pintura neorromántica y el expresionismo. Foto: Museo Thyssen-Bornemisza

Este nuevo movimiento se define por sí solo. Sus coetáneos franceses hicieron algo parecido llamado fauvismo. Aunque ser novedosos no les impidió dejarse influir por algunos artistas postimpresionistas como Gauguin, Van Gogh o Munch. El estilo consiste en el empleo de colores puros, aplicados agresivamente con contornos marcados y rudos. Es una pintura intensa, violenta, impulsiva, que grita. De hecho, El grito de Munch es un claro ejemplo de esa influencia.

Este movimiento empezó en 1905 y terminó en 1925 con la llegada de las segundas vanguardias. Estos artistas vivieron en primera persona la Gran Guerra (1914-1918), precisamente en el país más castigado durante la posguerra. Alemania estaba preparándose para perder todo el imperio colonial y para pagar todos los daños económicos mundiales. Y dicho sea de paso (ahora que estamos sufriendo la COVID-19) a los alemanes, dispuestos a asumir este panorama, también les alcanzó la pandemia de la gripe española de 1918. En fin: guerra, pandemia y crisis económica estratosférica. Cualquiera se pone a pintar para ganarse la vida. Pero lo hicieron. Y veremos todo ese sufrimiento en muchas de sus obras. Moraleja: el arte no se entiende si no se conoce el contexto histórico.

‘Fränzi ante una silla tallada’, 1910. Su autor, Ernst Ludwig Kirchner, pertenecía al grupo Die Brücke. Foto: Museo Thyssen-Bornemisza

Visualizado este marco, tiene sentido que el Museo Thyssen concluya este año tan difícil con una excelente muestra de unos artistas que sufrieron mucha crisis y muerte. Pero esta exhibición tiene un motivo mayor: el expresionismo alemán era uno de los movimientos preferidos del barón Hans Heinrich von Thyssen-Bornemisza (1921-2002), y la institución ha querido homenajearle en vísperas del centenario de su nacimiento. Compró mucha pintura expresionista, siendo la primera Nubes rojas de Emil Nolde. En 1993 muchas de estas obras las compró el Estado español, pero otras están repartidas entre los familiares del barón y Carmen Thyssen. A partir del 27 de octubre se podrán ver reunidas 44 piezas de las cuales 18 no habían sido expuestas en el museo desde hacía décadas.