La Amazonía no nos queda tan lejos
En la última entrevista que he hecho al Padre Dario Bossi, misionero comboniano italiano que lleva ya muchos años en Brasil y es uno de los miembros del comité ejecutivo de la red Iglesias y Minería, me decía que si queremos entender lo que supone la Amazonía desde la vieja Europa y de otros países desarrollados, deberíamos hacer como cuando los misioneros se van a vivir a tierras de misión: abrir la mente, abrir el corazón y ser capaces de transformar aquellas creencias previas que teníamos sobre una realidad. Y es que, cuando viajas, no tienes que cambiar tu mente, la tienes que dejar en casa. Pues así tenemos que hacer en Europa, dejar nuestra mente, nuestras creencias a un lado para abrirnos a la realidad de la región del Amazonas, lejana en kilómetros pero que nos afecta directamente.
¿Cuántas veces al despertarnos pensamos que la lluvia que nos moja (ya cada vez menos), quizá ha sido generada en la Amazonía, el bioma más importante del planeta? Una de cada tres, vienen de allí. ¿Acaso sabemos que el ecosistema más importante del planeta está en peligro por las empresas extractivas, por algunos empresarios sin escrúpulos? ¿Acaso sabemos que en este lugar de América se están vulnerando sistemáticamente los derechos humanos de muchos pueblos, sobre todo indígenas y que quienes luchan por defender a esas personas y el cumplimiento de esos derechos, están siendo perseguidos y asesinados? ¿Sabemos que además de la Amazonía (nueve países), el segundo ecosistema más importante del planeta está en África y es la Cuenca del Congo (once países)?
El papa Francisco, con Laudato Si’ (publicada en junio de 2015 y que es ya la encíclica más citada de la historia) unió para siempre el respeto del medio ambiente y el desarrollo humano y sólo unos meses después, en septiembre la ONU instituyó los Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS) que igualmente vinculan los dos aspectos de una manera inseparable. Dos años después el papa Francisco volvió a hacer historia al proclamar el primer Sínodo de los obispos de carácter ordinario y centrado en una región de la tierra: la Amazonía. El que ya es conocido como el Sínodo Verde o Sínodo de la Amazonía y que se titula Amazonía: Nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral tendrá su fase final en el próximo mes de octubre en Roma.
Para preparar este momentum único en la Iglesia y hacer de puente entre «junglas» bien diferentes pero indivisibles en su destino común: América y Europa (y el resto de continentes), la REPAM (Red Eclesial Panamazónica) ha organizado recientemente en la Universidad de Georgetown (Washington, EE. UU.) un encuentro internacional titulado ECOLOGÍA INTEGRAL: una respuesta sinodal desde la Amazonía y otros biomas/territorios esenciales para el cuidado de nuestra casa común y en el que se han dado cita más de un centenar de personas, entre ellos diez cardenales, numerosos obispos y sacerdotes y organizaciones católicas que trabajan por el desarrollo y la justicia global. Todo lo que sea necesario para centrar el foco en la realidad que viven 35 millones de personas que viven allí, incluyendo a casi tres millones de indígenas pertenecientes a 390 pueblos y a otros 137 pueblos aislados o no contactados y que hablan 240 lenguas de 49 familias lingüísticas. Para recordar que en la Amazonía se concentra el 20 % del agua dulce no congelada del planeta, el 34 % de los bosques primarios, el 30 % de la flora y de la fauna del mundo. Y para, en definitiva, trabajar y reflexionar sobre la perspectiva de que «todo está conectado» y que de todos depende que el documento que surja de este Sínodo no sea un punto de llegada, sino de partida, en la defensa de nuestra «casa común» y de quienes habitamos la tierra.