Que el actual Gobierno municipal de Barcelona de Ada Colau no siente ningún especial afecto por la Iglesia no es ningún secreto, como lo constató, la primera en la frente, al expulsar del programa municipal la Misa de la fiesta mayor de Barcelona, con motivo de Nuestra Señora de la Merced, tan tradicional que se mantuvo en los largos años –casi todos– de alcaldía socialista (Serra, Maragall, Clos y Hereu) en alianza con los comunistas del PSUC, luego Iniciativa per Catalunya. Y para que nadie se confunda: una cosa es que la alcaldesa no acuda a la ceremonia religiosa, como sí hacían sus predecesores para nada católicos, y otra bien distinta es que la liquiden del programa.
Tampoco tuvo ningún mínimo acto de cortesía, aquel que se da entre personas educadas, hacia el cardenal Martínez Sistach, cuando este dejó de ser arzobispo de Barcelona.
En esta línea, parroquias de la periferia social de la ciudad que tenían subvenciones los años anteriores dejarán de percibirlas, o las recibirán recortadas, cuando dinero no falta.
Esta actividad, basada en la fobia a la Iglesia –eclesiofobia puede ser el modismo– la redondea ahora con una adaptación posmoderna de la pacifista frase del anarco Kropotkin: «La única Iglesia que ilumina es la que arde», que tantos seguidores prácticos y eficaces tuvo en este país. Ahora solo son teóricos; la pintan en los edificios eclesiásticos. Incluso tienen una matriz para ir más rápidos.
Pues bien, el Ayuntamiento se dedica a difundir en sus paneles publicitarios luminosos, es decir, con toda suntuosidad, un cartel, que es su versión posmoderna. «Las únicas iglesias que iluminan son las que pagan el recibo de la luz». Y usted se preguntará con razón: ¿y cuál es el motivo del eslogan? ¿Una campaña de alguna compañía eléctrica? Frío, frío, el cartel sirve para informar de un festival musical, que eso sí, debe buscarse con microscopio a pesar de la dimensión de la cartelería. El motivo de la publicidad es pura excusa para que unos creativos kropotkinistas hagan un guiño a sus seguidores, y promuevan el menosprecio a la Iglesia con los recursos de todos los ciudadanos.
Y todo eso Colau lo hace solo con once concejales de 41. A saber qué ideas se le ocurrirían si dispusiera de mayoría absoluta. A lo mejor ensayaba la versión original en lugar de la posmoderna.
Es broma, claro. Como el cartel.