Ira contra los cristianos en Egipto
Los cristianos se han convertido en blanco de los ataques de los partidarios del depuesto presidente Mohamed Mursi. Al cierre de esta edición, un sacerdote ortodoxo y al menos cuatro laicos habían sido asesinados en decenas de ataques contra poblaciones y templos cristianos por todo el país. El viernes, según el Morning Star News –diario digital sobre persecución religiosa–, la policía evitó una oleada de atentados con coche bomba contra iglesias en El Cairo. En las protestas previas a la deposición de Mursi, al menos tres personas murieron cuando un motorista tiroteó a los manifestantes junto a la catedral de Assiut.
Los Hermanos Musulmanes culpan a los cristianos de ser los instigadores del golpe de Estado, afirmación difícil de sostener, ya que incluso los salafistas aliados de Gobierno de la Hermandad apoyaron inicialmente el golpe, tal vez como maniobra puramente estratégica, pero en todo caso reveladora del descontento general que ha provocado la mala gestión de los Hermanos Musulmanes. Además de una calamitosa gestión económica, se les reprocha haber intentado acaparar todas las instituciones del Estado y los resortes del poder.
También apoya la deposición de Mursi la Universidad de Al Azhar, principal autoridad sunita del país. El jeque de Al Azhar y el Patriarca copto, Teodoro II, flanquearon al jefe de las Fuerzas Armadas durante la comparecencia televisiva en la que anunció la suspensión de la Constitución. En los próximos días, una comisión parlamentaria aprobará una reforma constitucional, y en febrero de 2014 serán convocadas elecciones parlamentarias.
Los líderes coptos, católicos y ortodoxos, han dirigido llamamientos al diálogo, advirtiendo del peligro de una guerra civil, pero sin ocultar su satisfacción por el derrocamiento de Mursi. «El pueblo ha recuperado su civilización robada», escribió, en Twitter, Teodoro II. El padre Rafik Greiche, responsable de prensa de la Conferencia Episcopal católica, ha negado que la intervención del Ejército sea un golpe de Estado, por contar con el apoyo ciudadano. «Los Hermanos Musulmanes no estaban preparados para gobernar», ha dicho a Ayuda a la Iglesia Necesitada. «Lo que les importaba era la institución de un califato islámico y no, en primer lugar, Egipto». El nuevo Patriarca católico de Alejandría, Ibrahim Sidrak, ha defendido, en declaraciones a la agencia vaticana Fides, un proceso de diálogo nacional, con los Hermanos Musulmanes incluidos. «Hay sitio para ellos en Egipto, nadie los rechaza, pero deben comportarse como egipcios», sin intentar «establecer un despotismo religioso».
La caída de los Hermanos Musulmanes tendrá importantes repercusiones internacionales, la primera y más evidente, la pérdida de apoyos por parte de Hamas, en Palestina, o de los rebeldes sirios. Pero, además, el fracaso político de la Hermandad supone un serio descrédito para el islamismo político sunita, precisamente en un momento en el que también los islamistas turcos afrontan un gran descontento popular.