La Iglesia está muy pendiente de los inmigrantes, como de todas las personas que sufren por cualquier motivo. Las parroquias y las diócesis les ayudan no sólo a cubrir sus necesidades materiales, como encontrar trabajo o conseguir comida, sino que los acogen para que vivan la fe. En la diócesis de Alicante, los responsables del trabajo con inmigrantes decidieron dar un paso más: educar a la sociedad, empezando por los niños, para que acojan a estas personas con cariño y no los rechacen, como a veces, desgraciadamente, ocurre. Con este objetivo, en el año 2008 empezaron a hacer talleres en los colegios. Desde entonces, han visitado casi mil clases, y 30.900 chicos de 5º y 6º de Primaria, y de Secundaria, han participado en esta experiencia.
Uno de los colegios donde se han hecho estos talleres es el de María Auxiliadora, en la misma ciudad de Alicante. Inma es tutora de una de las clases donde se hizo el año pasado, y explica que «nos gustó la idea, porque en este colegio queremos que los chicos se formen en valores cristianos y humanos. Aceptar al que es diferente y convivir todos juntos es uno de esos valores».
Inma cuenta que, durante el taller, los chicos se quedaron sorprendidos porque «la mayoría pensaban que en Alicante había muchos más inmigrantes, sobre todo hispanoamericanos, de los que hay en realidad. Esto les sirvió para darse cuenta de que pueden tener ideas equivocadas» sobre este tema. Otro prejuicio que algunos tenían es que quitan el trabajo a los españoles. Pero, durante el debate, se dieron cuenta de que «los trabajos que tienen los inmigrantes no son los mejores, no son los que les gustaría tener a ellos», y muchos españoles tampoco los querían. De hecho, «a veces los inmigrantes tienen una formación muy buena» —médicos, ingenieros, abogados—, pero sólo encuentran trabajo como obreros o asistentas.

Los alumnos de Inma «colaboraron mucho durante el taller y aportaron sus ideas». Por ejemplo, cuando les preguntaron por qué es mejor que en clase haya compañeros de distintos países, llegaron a la conclusión de que, así, «nos enseñan cosas distintas». Sin embargo, también se dieron cuenta de que, en realidad, no sabían demasiado sobre las dos niñas de su clase que son de otros países -una colombiana y otra venezolana-. Así que, después del taller, «algunos se acercaron a ellas y empezaron a preguntarles cómo era su país, dónde trabajaban sus padres, en qué condiciones estaban aquí… Ha servido para que se acerquen más unos a otros».
Pablo Domínguez, uno de los responsables de los talleres, explica que también quieren que «los chicos se empiecen a preguntar por qué la gente emigra», qué problemas tienen en su país para querer vivir en otro sitio. Con todo esto, la hora que dura el taller se pasa rapidísimo, pero no pasa nada: los monitores hacen un resumen de lo que se ha hecho y dicho y se lo dan al tutor para que, si quiere, siga profundizando en ello en otras clases. «A nosotros nos sirvió para trabajar tres o cuatro clases de tutoría más», termina Inma.

Los talleres de integración de ASTI (la Asociación Solidaridad con los Trabajadores Inmigrantes, de la diócesis de Alicante) para Primaria tienen como tema Aquí viajamos todos, y empiezan como un viaje: en las clases, se coloca un gran dibujo de un autobús, con sus distintos asientos. A cada alumno se le da una pegatina, y tiene que ponerla en el sitio y al lado de quien quiera ponerse, para ver si aceptan por igual a la gente de distintos países. En otra de las actividades, hacen grupos pequeños, y a cada grupo se le da otro dibujo de un autobús, con cien asientos. Los chicos tienen que imaginarse un grupo de cien personas de su pueblo, que sea representativo de cuánta gente de cada continente hay en el pueblo, y colorear los asientos por colores: rojo para América, azul para Europa, negro para África, amarillo para Asia, y verde para España. Este juego sirve para que los alumnos tengan una idea clara de cuántos inmigrantes hay en su pueblo, y de dónde son.