Ilustrativo viaje a la República de Weimar
El tratamiento del arte como reflejo de la crisis que atravesaba Alemania entre 1918 y 1933 es lo más valioso de la exposición Tiempos inciertos. Alemania entre guerras, en CaixaForum Madrid
CaixaForum Madrid acoge hasta el próximo 16 de febrero la exposición Tiempos inciertos. Alemania entre guerras. La muestra propone un recorrido transversal por la vida política, social y cultural de este país entre 1918 y 1933. La República de Weimar no necesita justificar su importancia histórica. Nacida del colapso del Imperio alemán después de la Gran Guerra —a pesar de que formalmente se siguió llamando Reich Alemán— la república representa la modernidad del periodo de entreguerras con todos sus traumas, sus esperanzas y sus frustraciones. De ello da buena cuenta esta exposición, que se estructura en tres espacios temáticos: «El mundo de ayer» —la referencia al famosísimo libro de Stefan Zweig es evidente—, «Una nueva Alemania: la República de Weimar» y «Un presente incierto».
El visitante pasa, en primer lugar, por una sala inmersiva en la que la historia parece rodearle. Se le presenta aquel mundo anterior a 1914 que terminaría devastado por el conflicto. La muestra evita la mirada nostálgica, pero es inevitable cierta pena a la hora de ver todo aquello que se perdió entre las cenizas de una verdadera guerra civil europea. Lo que vino después terminó bastante mal. Los intentos de modernización chocaron con los movimientos revolucionarios, la crisis económica y el ascenso de Hitler al poder.
Sin embargo, durante los 14 años que vino a durar, Weimar significó los tiempos modernos. La exposición exhibe las tensiones políticas de una socialdemocracia que luchaba por imponerse a las tendencias comunistas y nacionalsocialistas. El desarrollo de los derechos fundamentales como parte del sistema jurídico constitucional quedó truncado, finalmente, por la llegada de los nazis al poder y la imposición de un sistema totalitario. Resulta ilustrativo ver, desde esta perspectiva, cuán actuales resultan los textos jurídicos de la república que la muestra recoge.
El arte reflejó la destrucción de los cuerpos que la Gran Guerra había causado a escala industrial. He aquí una clave valiosa para comprender ciertas formas, como el arte expresionista y el abstracto. La muestra es generosa en cuadros como la Composición II, rosa y azul (c. 1921), del húngaro Sándor Bortnyik (1893-1976), y el magnífico Retrato del doctor Haustein (1928) del germano Christian Schad (1894-1982), ambos procedentes del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. Tampoco faltan referencias a la arquitectura. El espacio dedicado a la Bauhaus —fundada en Weimar en 1919— y a sus distintas etapas resulta interesantísimo. A mi juicio, el tratamiento del arte como reflejo de la crisis que atravesaba Alemania es lo más valioso de la exposición.
La muestra comprende otros aspectos del periodo, como la irrupción de la incertidumbre como principio científico y la creación del Institut für Sexualwissenschaft (Instituto para la Ciencia Sexual), fundado por el médico Magnus Hirschfeld (1868-1935), pionero en los estudios sobre travestismo y en la lucha por los derechos de los homosexuales en el país. Se trata de una visita obligada en esta temporada.